TEXTO Irreverente

Andrés Timoteo

LAS CAROLADAS

Caso uno. El 12 de abril del 2018, la entonces diputada local Tania Carola Viveros denunció que fue víctima de un intento de secuestro en Jalapa. La morenista aseguró que cuando estacionó su automóvil para comprar en una tienda de conveniencia ubicada en la avenida 20 de noviembre, un hombre que portaba una metralleta intentó plagiarla.

Ante eso, dijo, arrancó su vehículo y salió huyendo en sentido contrario de la circulación vehícular logrando así salvarse del plagio o en su caso de una “ejecución”. Por supuesto que la legisladora culpó al gobierno del panista Miguel Ángel Yunes Linares de estar detrás del “atentado” y se dijo víctima de una campaña de ataques por su labor parlamentaria y por ser una representante del “cambio verdadero”.

Horas más tarde se supo que todo fue una engañifa. Los videos de las cámaras de vigilancia tanto de la Secretaría de Seguridad Pública como de los comercios y viviendas particulares en la zona no mostraron la agresión. Nunca hubo un hombre armado con metralleta ni que ella huyera en sentido contrario del flujo vehícular para salvar su vida.

¿Por qué mintió la diputada morenista?. ¿por qué se inventó una situación de riego que nunca existió? Porque necesitaba victimizarse para sacudir la serie de escándalos y cuestionamientos de los que era objeto por confrontarse con sus colegas en el congreso local y especialmente con la prensa.

Unos meses antes, la señora llevó un pastel -ella es cocinera de profesión y como nunca pudo armar una propuesta legislativa decente pues hizo lo que mejor le sale: hornear una tarta – al recinto parlamentario supuestamente para ironizar la inacción del diputado panista Bingen Rementería en las comisiones que presidía.

El legislador no asistió a la sesión parlamentaria y al quedarse esperando, Viveros dijo que le regalaba las sobras del pastel a los reporteros. Que se lo comieran ellos. Por supuesto que eso indignó a los compañeros que cubren la fuente, a lo Samantha Saez, sobrina de la diputada, quien trabajaba como su jefa de prensa, les reviró a los periodistas alegando que no había espacio para la indignación pues ellos eran “unos muertos de hambre” y que su tía lo único que hacia era el favor de alimentarlos.

Bueno, desde entonces Viveros Cházaro sufrió una suerte de veto de la prensa y necesitaba sacudirse esa racha por lo que recurrió a inventarse un atentado para convertirse en una víctima entrevistable y comprensible. No le funcionó porque se descubrió su embuste.

Caso dos. Ese mismo 2018, el 11 de junio, la entonces candidata de Morena a la diputación local, Rosa Hernández, acusó que ella y su equipo fueron agredidos a pedradas por trabajadores del ayuntamiento porteño en la colonia Emiliano Zapata.

Dijo que los atacantes eran militantes panistas que arremetieron en su contra y para evitar un linchamiento tuvieron que refugiarse en sus vehículos, y luego huir del lugar en medio de un peligro inminente. Tampoco fue cierto, no hubo tal agresión, todo fue un invento. Vaya, la comapeña ni siquiera presentó una queja formal ante el Organismo Público Local Electoral (OPLE), como lo confirmó su titular de aquel entonces.

La intención era señalar a la administración del edil panista Fernando Yunes y al equipo de campaña del entonces candidato blanquiazul a la gubernatura, Miguel Ángel Yunes Márquez de la agresión, y a la vez sacudirse los señalamientos de que ella estaba recibiendo financiamiento del gobierno duartista. Fue otra engañifa. Y además perdió la elección.

EL MANUAL DEL CHISME

Caso tres. Ahora el mismo manual de la victimización hechiza lo utiliza el regidor morenista Sebastián Cano, protegido de la comapeña Hernández Espejo, ante la ola de denuncias por agresiones y abusos sexuales contra al menos diecisiete mujeres desde que era estudiante universitario.

Hace un par de días, Cano Rodríguez denunció que fue víctima de un intento de secuestro por hombres armados que arremetieron contra su vehículo, pero que logró evadir el atentado -vaya, igual que la cantaleta de Tania Carola Viveros-. Ante eso, pidió el resguardo de la policía naval, la Guardia Nacional, el Ejército y todas las corporaciones habidas y por haber pues su integridad corre peligro.

¿Quiénes estarán interesados o interesadas en secuestrarlo?, ¿las diecisiete mujeres que lo han denunciado? Pues por ahí anda la cosa porque Cano Rodríguez se quejó en un comunicado mal redactado de que la prensa que dio difusión a las denuncias en su contra no cubrió el atentado sufrido.

“Es lamentable que tanto adversarios políticos, (sic) como medios de comunicación, (sic) han querido minimizar el ataque acontecido hacia mi persona, (otro sic) donde con un arma de fuego se buscó privarme (recontra sic) de mi libertad”, escribió el bisoño personaje quien así se asume como blanco de un complot en el que están involucrados tanto los periodistas como las feministas. La víctima es él, pues.

Tan falso es el asunto que el mismo gobernante estatal, Cuitláhuac García quien lo ha defendido públicamente, señaló que ni la Fiscalía ni la policía estatal tenían reportes de dicho atentado. Tampoco en el ayuntamiento se sabía el caso y sus propios homólogos morenistas se enteraron por las redes sociales.

Lo cierto es que regidor violador aplicó la receta de su madrina política, la comapeña Rosa Hernández y de la exdiputada jalapeña Tania Carola Viveros de inventarse agresiones para tratar de confundir a la opinión pública y desviar la atención de sus perversiones. Se trata del manual del chisme, una “carolada” o una “comapeñada”, según se ajuste.

A propósito, Daniel Martín Lois, regidor octavo del ayuntamiento porteño y compañero de Cano Rodríguez ya no sabe como sacudirse el ridículo cuando hace días defendió al agresor de mujeres y acusó a las feministas de inventarle acusaciones. Aseguró que Cano era “un buen muchacho” y daba testimonio de ello. Hoy hace piruetas para desdecirse. La lengua no tiene hueso y es muy difícil de controlar, lección para el mustio Lois.