Andrés Timoteo
OSCURIDADES
Alguna vez el maestro de maestros Luis Velázquez escribió -palabras más, palabras menos- sobre el innombrable que gobernó Veracruz del 2004 al 2010: tiene una obsesiva obsesión por su color de piel y seguramente hubiera enloquecido de felicidad si alguno de sus descendientes fuera blanco, con ojos claros y cabello rubio.
Si no fue así, que el profesor disculpe a este redactor que lo rememora o, al menos, lo interpretó tal cual. Hoy la historia se repite con el secretario de Gobierno, Patrocinio Cisneros, pero que a diferencia de aquel personaje admite hablar de su matiz cutánea y además la aprovecha como bandera electoral bajo el concepto de la afrodescendencia.
El primer político aludido, el innombrable, odiaba que se le recordaran su color oscuro. Sus enemigos lo sabían y se aprovechaban de eso. ¿Se acuerdan de la adaptación de la única canción que entonó el actor Gael García y que en Veracruz titularon “Yo lo vi robando”? Pues la frase que más le dolió fue la de “¡dime monito cilindreroooo…!”
No le molestó que lo acusaran de saquear el erario, de consumir estupefacientes ni tener una “actitud culera”, como citaba la melodía, sino que lo compararan con un changuito de feria. Cierto, políticamente no es correcto hacerlo pero era la debilidad que olfatearon sus malquerientes.
La única vez en toda su carrera política que utilizó su herencia genética como escudo fue cuando lo tundían por los escándalos de corrupción y violencia quejándose de linchamientos por su color de piel. “Ahora yo les he gustado como ‘péguenle al negro’, a ver hasta cuando aguantan”, lanzó el 20 de junio del 2010 cuando se rumoraba que lo vincularían a proceso penal una vez concluyera su administración por tolerar al crimen organizado en Veracruz.
Eso fue todo. No hubo otra alusión propia a su fenotipo, era un tabú doloroso y traumático. Odiaba su color, pues. A su estilo, ahora Cisneros Burgos también deja percibir ese trauma por su oscuridad epidérmica. No se siente aceptado ni siquiera por militar en el morenismo y la “cuarta transformación” donde, se supone, caben todos los genomas, colores y formas.
Lleva algunos meses -ojo, la temporalidad es importante porque su “convicción racial” no es de antaño ni genuina sino inventada- usando el fenotipo para su beneficio y lamentándose de ser discriminado. Vaya, hasta se autodefine como el Yanga moderno que liberará al pueblo negroide de la esclavitud y la discriminación del presente. Risas.
¿Y cómo lo está liberando? Organizando festivales, “escribiendo” -entre comillas- libros, llevando mercadillos a los municipios con población afroveracruzana, haciendo que su rostro aparezca en murales, cabalgando su ‘cuaco de acero’ por las carreteras veracruzanas como si fuera un rebelde sin causa – no se suelta la cabellera para que la agite el viento porque no tiene- e impartiendo clases de lenguas africanas a niños y jóvenes afromestizos.
El fin de semana celebró en Yanga el Festival Cultural Orgullo Veracruzano donde presentó – otroooo, risas– libro de su autoría, “La negritud en Veracruz, desde Coyolillo hasta Sotavento” y así, con un plumazo, ya liberó y reivindicó a los afrodescendientes veracruzanos.
¿No sería mejor llevarles obra pública -agua potable, drenaje sanitario, electrificación, caminos y carreteras pavimentadas, puentes y demás -, o los servicios de salud -clínicas, aparatos de detección de enfermedades y medicamentos- e inversiones para generar empresas locales y, por ende, empleos remunerados a fin de paliar la pobreza extrema que padecen sus comunidades?
A vistas, el desarrollo económico y social de los afrodescendientes no le importa al bajacaliforniano, solo la retórica de que el pueblo negro sigue marginado y hay que escribirle textos u organizarle bailongos. Hasta el momento no hay una sola obra pública gestionada por Cisneros para esas poblaciones.
Todas las localidades afros de la entidad tiene un alto grado de marginación social, según las evaluaciones, pero ni un tabique ni un tanque de agua ni una tubería les ha colocado Cisneros Burgos para que ayudarlos en su miseria. Entonces, eso de la reivindicación racial es arena mojada con saliva, bulla.
A los negros jarochos -que vaya que siembran la alegría y son un ejemplo de resistencia histórica- los utiliza como instrumentos de propaganda personal y a costa de ellos hace ‘politiquería barata’ -diría el caudillo tabasqueño-. Y claro que Patrocinio Cisneros también saltaría de gusto si sus descendientes fueran blancos, rubios y con ojos aguamarina como señala el análisis del maestro Velásquez sobre estos señores traumatizados con su recio color.
SOLITARIA NEGRITUD
Por cierto, sí hay una cosa en la que tiene razón Cisneros: sufre discriminación de la sociedad…pero la guinda. Los del gobierno cuitlahuista le hacen el feo y no se le aproximan ni lo quieren cerca. Ejemplo fue su festival de la negritud en Yanga donde nadie de importancia en el gabinete estatal lo acompañó.
Más aún, en los últimos eventos político-electorales lo han excluido con malos modos. El más reciente fue el mitin del sábado 15 de abril en Coatzacoalcos para promocionar a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum y donde estuvo, además de García Jiménez, la zacatecana Rocío Nahle quien, se supone, es su jefa política y la que lo colocó en la administración estatal.
Pues al prócer de la negritud no lo convocaron, al menos no estuvo en un lugar privilegiado y sí asistió nadie lo vio. Algunos colegas de la prensa especulan que fue ‘rasurado’ de las fotografías difundidas oficialmente, pero otros afirman que de plano no se presentó porque lo condicionaron a no hacerlo.
¡Qué agravio para el nuevo Rey Yanga-Bara!, ¡Cómo es posible tal discriminación al defensor de los oscuros! Pues sí, ni con su escapulario de la lucha racial fue admitido al convite electoral. Al de raíces congoleñas no lo quieren ni los suyos y vive su negritud en soledad, aunque más por el cromo seguramente es por su toxicidad.