ANDRÉS TIMOTEO
PESADILLA OMICRÓNICA
El futuro se adelantó y las predicciones de los infectólogos quedaron rebasadas en Francia. Ayer se llegó a la cifra temida de contagios misma que se esperaba hasta mediados de enero: 200 mil infectados cada 24 horas. De acuerdo al Ministerio de Salud, de martes a miércoles se reportaron 108 mil nuevos casos del Coronavirus. La víspera, de lunes a martes, fueron 180 mil. La escalada sigue imparable y ahora hay quienes aventuran una cifra estrambótica si continúa ese ritmo: ¡hasta medio millón por día!
¿Se dará tal número? No se sabe con certeza, pero hay razones firmes para esperarlo. Las principales son estos días de fiesta -antes de que se implementen las nuevas restricciones sanitarias el lunes próximo- y la segunda porque la variante Ómicron ha resultado mucho más volátil que otras mutaciones. A pesar de que el 80 por ciento de la población gala está vacunada, la cantidad de contagios y su velocidad han roto toda previsión científica.
Así, la pandemia gripal vuelve a fastidiar los festejos de Nochevieja y Año Nuevo. En París, la capital, se dictaron medidas complementarias para la población en el intento de detener la oleada de contagios. Para empezar, la mascarilla es obligatoria en todo lugar público: las calles, las plazas, los aeropuertos, el transporte común y los vehículos particulares e incluso en los espacios abiertos como los parques y hasta los bosques de Vincennes y Boulogne que están dentro de la metrópoli.
Nadie se salva, incluso los ciclistas y los motoristas tienen que llevar mascarilla. También se acabó la juerga en el exterior y el interior pues se prohibió el consumo de alcohol en la vía pública, los bailes populares e improvisados, al igual que se cerraron las discotecas y ni los restaurantes ni las cafeterías ni los bares podrán organizar concentraciones o bailes en el interior de sus establecimientos. Todos estos deben cerrar a las 2 de la mañana.
Lo que pasa en Francia con la llamarada pandémica es un botón de muestra de lo que sucede en Europa y lo que se depara para otras partes del orbe si se desbordan los contagios. La sexta ola de la pandemia en el viejo continente se está llevando los festejos de Fin de Año. En las vecinas Alemania e Italia también están prohibidas las discotecas, los salones de baile y los festejos en la vía pública y de la misma forma regresó la obligatoriedad de la mascarilla para todos y en todos los sitios. Ambos países igualmente arden en contagios, 20 mil diarios en Alemania y 78 mil en Italia.
En Inglaterra están al ritmo de 120 mil por día y en Holanda la incidencia de 20 mil infectados diarios llevó a decretar nuevamente el cierre de la economía y el confinamiento de la población hasta el 14 de enero. Es el único país europeo que impune una medida a rajatabla de todo Europa. A excepción de las tiendas de comestibles y farmacias todo estará cerrado en las próximas dos semanas en aquel país nórdico que el año pasado, en las primeras olas pandémicas, se negó a encerrar a su gente. Ahora la Ómicron los mandó a todos a su casa.
Pero si en Europa la peste tiene en jaque a todos, en Estados Unidos el panorama es peor pues el ritmo de contagios está arriba de los 200 mil cada 24 horas. Ayer miércoles se informó de 253 mil nuevos infectados y los científicos estiman que el número podría llegar al millón diariamente, o sea el doble del pronóstico para Francia. El resumen es que el 2021 cierra con el azote vírico y el 2022 abre con la misma pesadilla omicrónica.
EL SUEÑO MEXICANO
A contracorriente del mundo, en México se vive en una realidad paralela. Ya no se habla de la pandemia, mucho menos de la nueva variante sudafricana y todos andan en la pachanga. Mientras Europa y Estados Unidos tiemblan por el castigo pandémico de fin de año, las autoridades mexicanas reportaron apenas 5 mil 290 nuevos contagios en las últimas 24 horas, de martes a miércoles, o sea la quinta parte de lo que registró Francia.
El colmo de la realidad alterna es el agasajo que recientemente hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador al presumir que “no son muchos los casos (de la variante nueva)” y “no han aumentado los fallecimientos”. Con eso da por exitosa su política sanitaria para el manejo de la pandemia. Miente, por supuesto. No es difícil deducir porqué son bajas las cifras oficiales.
La razón es que la mayoría de los casos ya se dejaron de contar y los pocos que llegan a las estadísticas gubernamentales lo hacen después del ‘rasurado’ que practican en la Secretaría de Salud para minimizarlas. Y son escasos las infecciones por la variante Ómicron porque México nunca ha aplicado los programas de pruebas serológicas o tests PCR para detectar quién está o ha estado infectado con esa mutación vírica. Ni siquiera los buscan ni los detectan como lo hacen en otros países que sí aplican medidas serías para combatir la plaga.
En México todo es a ciegas. Así, mientras otros países están en la pesadilla pandémica acá se tiene el sueño muy pesado. La gente, adormecida por el gobierno, sigue soñando que vive en jauja y no se despierta ni con el estruendo de la peste. Vaya, ahora más que nunca aplica aquella pregunta mordaz de ¿a qué le tiras cuando sueñas mexicano?
Veracruz también sueña plácidamente. En las últimas semanas se reporta un ritmo de entre 100 y 150 contagios cada día, algo que no cuadra en los modelos de comparación estadística. Por ejemplo, si equiparamos la entidad con Suiza, país que tiene casi el mismo número de pobladores – 8.3 millones de suizos frente a 8.1 millones de veracruzanos-, se descubre la mentira oficial. La nación europea registra en promedio 10 mil 500 contagios diarios desde inicios de diciembre. El miércoles fueron 17 mil 612.
Y tiene dicha incidencia a pesar de que sus habitantes estuvieron confinados durante año y medio y se sujetaron a medidas sanitarias muy estrictas, lo contrario que Veracruz. Entonces, ¿por qué los jarochos ni se inmutan ni se despiertan con la Covid-19? Por lo mismo, los muertos y los infectados se dejaron de contar con rigor y se aplica la tónica del gobierno de que si no se cuentan ya no existen y por ende la peste tampoco. Los veracruzanos terminan el año dormidos con el virus y con el mismo bicho amanecerán en el 2022.