De regreso a la nada

Miguel Ángel Gómez Ruiz

Coatepec, Ver.

Al igual que otros en la región, quizás siete u ocho, Arturo (*) regresó a la zona en la que creció, Coatepec, tras pasar casi 20 años en Estados Unidos.

Se fue cuando tenía 18 años y aún recuerda parte de su travesía: “Junté un dinero y me fui con unos amigos al Distrito Federal y de allí fuimos a otra terminal para tomar un autobús al norte”.

En menos de dos días, inició su travesía. No caminó por desiertos, ni fue picado por una alimaña y ni siquiera tuvo que mendigar un poco de agua: “Una amiga que vivía en Arizona, ella de Oaxaca, ya tenía tiempo viviendo en Tucson y fue por mí a un lugar conocido como Maranas, un rato después ya estábamos en una iglesia en Tucson”.

Esa misma tarde le dijo a su amiga que quería trabajar allí o en Phoenix, pero le sugirieron que estuviera tranquilo uno o dos días. Hizo caso y descansó lo que pudo hasta que comenzó a trabajar como jardinero en varias casas durante el día. A veces ganaba 100 dólares diarios y a veces hasta 200 en 2006. Enviaba un poco de dinero a su familia y dormía en un cuarto que le habían proporcionado sus nuevos amigos.

Sin embargo, recuerda que todos sus amigos eran evangélicos y no tomaban licor ni asistían a bailes, lo que le desanimó un poco.

En 2007 viajó a Filadelfia con otro grupo y allí laboró muchos años en una fábrica de plásticos: “Ganaba 80 dólares por ocho horas y las siguientes cuatro me las pagaban al doble, es decir, a veces ganaba hasta 160 o 180 dólares por día”.

Como compartía una casa con tres matrimonios y otra joven de El Salvador, prácticamente gastaba por mes unos 200 dólares y el resto lo ahorraba o bien, enviaba a Veracruz cien dólares por semana.

Reconoce que sí presenció uno que otro acto violento o bien, a compañeros de trabajo que gastaban gran parte de su dinero en drogas, pero él no cayó en ese vicio.

“Sí tuve compañeros de Veracruz a los que les fue mal. Uno que perdió todo su dinero pues su esposa, en lugar de arreglar la casa, dispuso del dinero con otra persona o bien, compañeros a los que les salía más familia a la que había que mandarles dinero. Nunca hicieron nada, ni construyeron, ni guardaron para un negocio, nada”.

Jamás fue perseguido por la migra, dice, pero le dio nostalgia imaginar que podía ser deportado; “Muchos son deportados pues el gobierno de México no hace nada. Antes que negociar posiciones o dinero, el gobierno debe proteger a los mexicanos que están o estuvieron en Estados Unidos. Aquí no hay nada”.

Y es cierto, Arturo (*) llegó y vio más pobreza. Leyó sobre la violencia, las extorsiones, los secuestros y si por él fuera, dice, no estaría aquí.

Quizá en otra oportunidad se vuelva a ir a Estados Unidos, pero sabe que ahora todo será más complicado.