TEXTO IRREVERENTE

ANDRÉS TIMOTEO

LAS PATRONAS

Son voluntariosas, tercas, resistentes, sororas muchas veces y ejemplo de resiliencia compartida y enseñada. No escogieron el nombre colectivo, se los dieron sus propios auxiliados: Las Patronas, pero no porque manden o dominen sino por un significado más profundo, noble y amoroso pues es la referencia a María de Guadalupe. Así se llama la comunidad, La Guadalupe, donde viven en Amatlán de los Reyes y donde comenzaron la labor de ayudar al que va de paso, al peregrino que se cuelga de los vagones del tren para huir de lo peor soñando con una vida más digna.

En silencio inicialmente, durante más de diez años antes de saltar a la fama pública, ellas se rebelaron al destino de desventura y muerte para los migrantes indocumentados que viajan trepados en el ferrocarril y asumieron su parte de la responsabilidad social de brindarles auxilio. Primero fue comida regalada a orilla de las vías por donde cruza “La Bestia” como le llaman al tren. Allí perfeccionaron la  puntería pues tuvieron que arrojar el alimento el bolsas para que lo pescaran al aire quienes iban en el lomo del vagón.

Luego su ayuda se amplió con asistencia médica, albergue para descansar y asesoría legal para los que  requirieran hacer una pausa en su viaje y quedarse unos días en el oasis que ellas y su proyecto representan. Actualmente preparan comida, en promedio al día, para 300 personas, pero han habido ocasiones que la cifra sube a 800, parte de esa se empaqueta en bolsas que son, como siempre, arrojadas al pie de la vía y otras porciones se sirven caliente nen el refugio. No han censado en ello.

En el Veracruz convulso son pocas las cosas a presumir y una son ellas, Las Patronas, cuya labor ya es referencia mundial de solidaridad con el desvalido. Con su trabajo cotidiano, ellas han resistido peripecias políticas, climáticas y de violencia. Son sobrevivientes a seis gobernadores, desde Patricio Chirinos hasta el actual, Cuitláhuac García pasando por los terribles fidelato y duartismo que fueron pactistas con el crimen organizado y dificultaron terriblemente su trabajo altruista.

Son también sobrevivientes al embate de la delincuencia que toma a los migrantes indocumentados como mercancía. Para ellos son fuente de ingresos: a quienes desvalijar, secuestras para pedir rescate, mano de obra esclava y proveeduría de artículos sexuales vivientes o de órganos humanos para traficar. No son pocas las veces que han sido amenazadas para dejar de ayudar a los peregrinos y el acoso ha venido tanto de los criminales como de las policías, pero ellas han resistido y el lunes, el Día del Amor, cumplieron 27 años de terquedad benéfica.

Es cierto, su historia es ya muy conocida, aunque vale la pena recontarla siempre porque esas mujeres son un orgullo de Veracruz. Con motivo de su aniversario, Las Patronas emitieron un comunicado titulado “27 años de la mano del migrante”, en el que relatan cómo iniciaron esa aventura de ponerse al paso de “La Bestia” para ver y velar  por esos que casi todos ignoraban: a los necesitados entre los necesitados.

“Un día como hoy, pero de 1995, dos de nuestras hermanas se dispusieron a comprar unas piezas de pan y leche para el desayuno. Al volver, las detuvo el paso del tren, el cual cargaba entre sus vagones personas con hambre y sed. ‘¡Madre! ¡tenemos hambre! ¡regálanos tu pan..!’ Nunca imaginamos todo lo que se desencadenaría a partir de ese momento. Partimos de compartir esas piezas de pan hasta llegar a cocinar más de treinta kilos de arroz y frijol diarios, para alimentar un estimado de 800 personas al día”.

DIOS VIAJA DE ‘MOSCA’

“Durante estos 27 años ha sufrido varias transformaciones nuestra labor. Nos dimos cuenta que cuando ayudamos al hermano y hermana migrante no lo ayudamos a él o a ella, sino que ellos nos ayudan a nosotras porque nos hacen ser conscientes de la realidad y nos enseñan a valorar lo que tenemos, porque gracias a ellos se nos ha reconocido y hemos llegado a lugares a los que nunca imaginamos llegar.

Aprendimos a defender y a defendernos, comprendimos que como mujeres también somos capaces de liderar grandes proyectos, reafirmamos nuestra fe en Dios y la Virgen de Guadalupe, descubrimos que el verdadero rostro de Dios está en cada ser que sufre, y que podemos portar con orgullo el nombre de nuestra Patrona María de Guadalupe. Han sido 27 años de tristezas y alegrías, de altas y bajas, pero que nos han regalado una de las más hermosas experiencias de vida.

Hoy agradecemos a Dios y a nuestra madre santísima de Guadalupe por hacernos llegar hasta aquí, por seguir siendo nuestros principales guías y por no abandonarnos nunca, por mantener esta obra a través de tantas personas de noble corazón que han puesto en nuestro camino, por proveer siempre en el momento más preciso y por ser los único dueños de esta obra que puso en nuestras manos. Este aniversario no es sólo nuestro, sino de todas y todos los que se han sumado a lo largo de este caminar”. Hasta aquí el comunicado de la organización.

Es cierto, uno de los niveles de santidad -palabra que no es mística ni etérea ni exclusiva de los altares jerárquicos sino que su etimología es muy simplemente pues significa un nivel elevado del sentido de la justicia- es  reconocer el rostro de Dios en el otro y esas mujeres lo vieron viajando ‘de mosca’ sobre los vagones. Ellas lo percibieron y entendieron su misión. Ellas conocen ese secreto, lo han revelado y enseñado al resto a lo largo de casi tres décadas: el Señor pasa a diario trepado en el tren.

¿Y quiénes son ellas? Tiene nombre y apellido. Las fundadoras: Leonila Vázquez Alvízar y Bernarda Romero Vásquez. Las que las siguieron: Mariela Nájera Romero, Rosa Romero Vásquez, María Antonia Romero, Karla Aguilar Romero, María Félix Aguilar Hernández, Julia Ramírez Rojas, Ana Lilia Jiménez, Karina Aguilar Romero y Norma Romero Vásquez. El varón sumado a la causa: José Luis Aguilar Romero, y los voluntarios: Uriel Alvarado, Isabel Romero Tejero, Anahí, Edgar y Alex Uribe.

Por cierto, en estas fechas, Las Patronas informan que tienen una nueva cuenta bancaria en la que recibir las aportaciones de la gente de buena voluntad: es BBVA con número 1592794524, Clabe 012855015927945243 y número de tarjeta 4152 3139 0160 3006 a nombre de Julia Ramírez Rojas.
Hay que ayudar a las que ayudan.