ANDRÉS TIMOTEO
DERIVAS FASCISTOIDES
En medio de la crisis que atraviesa el presidente Andrés Manuel López Obrador por la destrucción de sus argumentos sobre la austeridad republicana y la anticorrupción, han surgido algunas derivas bastante peligrosas que invocan demonios que en México se habían desterrado desde hace un siglo y que aún con los más de setenta años de hegemonía priista nunca se atrevieron a llamarlos abiertamente.
Sí, se habla de la autocracia, el sinónimo de dictadura. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), la autocracia es la forma de gobierno en la cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley y la dictadura es el régimen político que concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización que reprime los derechos humanos y las libertades individuales.
Hoy en México hay una facción política que pretende oficializar al país de un solo hombre. Un mandatario pontificado y superior a cualquier ley es López Obrador para los legisladores del Movimiento Regeneración Nacional (Morena). La semana pasada, los integrantes del grupo senatorial de ese partido rebasaron la línea roja vistiéndose de absolutistas del siglo XVII pues declararon al tabasqueño como el que “encarna a la nación, a la patria y al pueblo”.
En una carta hecha pública el 14 de febrero, los senadores marrones elevan a López Obrador al mismo altar de Luis XIV de Francia, el ‘Rey Sol’, aquel que dijo: “l’État c’est moi” (El Estado soy yo). Por ende, todo el que critique, cuestione o contravenga al autócrata es, según la carta de esos senadores, “traidor a la nación, a la patria y al pueblo”.
Los morenistas también subieron la gravedad de sus adjetivos pues ya no los llaman “opositores” ni “adversarios” del régimen, términos que encajan en el rejuego por el poder en una democracia, sino que ahora los tildan de “enemigos”. La lógica es que a los adversarios se les derrota y a los enemigos se les aniquila. Entonces, para ellos si alguien traiciona a la patria encarnada en López Obrador bien merece la cárcel o la muerte.
Deriva total y mortal con esa redefinición de conceptos desde el Senado. Y ojo, la misiva se redactó con motivo de una investigación periodística -la de LatinUS – sobre el posible conflicto de interés y tráfico de influencias a través del primogénito presidencial, Ramón López Beltrán que metió en crisis la autoridad moral de quien despacha en palacio nacional y entre esos “enemigos” están los que hacen periodismo.
Sorprende también que esa carta que más bien parece un manifiesto fascista la firmó el zacatecano Ricardo Monreal quien públicamente ha demostrado contravenir muchas derivas autoritarias y abusivas del mismo presidente y otros gobernantes de su propio partido. Hoy vergonzosamente rubrica ese pronunciamiento fascista.
La incongruencia de Monreal es patente pues en el 2020 publicó el libro “Poder Legislativo” que en su sinopsis oficial señala al parlamentarismo como “mecanismo que imposibilita escenarios tiránicos de concentración de poder”, pero con su firma en esa carta echa por tierra la exigencia de la división de poderes, los equilibrios y para evitar gobernantes absolutistas. Al contrario, al tabasqueño le pregona que es la encarnación del Estado.
LA CARTA GOLPISTA
Otro colmo es que también la senadora Olga Sánchez Cordero firmó ese documento tiranesco pese a que es ministra en retiro de la Suprema Corte de Justicia. Se supone que es una constitucionalista que durante varios años tuvo el encargo de velar para que no se atropellara la carta magna. La Constitución en su artículo 40 establece que “es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal”, no en una sola persona que la encarne.
Y en el artículo 41 señala que “el pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión” o sea que la gestión de la patria está repartida en tres poderes al servicio del pueblo: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Por ende, el pueblo no está concentrado en un solo individuo. He ahí que si se aplican los conceptos constitucionales, entonces la carta que publicaron los senadores morenistas -esa sí- es golpista contra la república, atentatoria de la división de poderes y de la voluntad del pueblo.
Dos días después de la carta de los senadores que lo tratan como el “Rey Sol”, López Obrador pidió leer en su conferencia mañanera -la del 16 de febrero- una cita del político Francisco Bulnes: “el buen dictador es un animal tan raro que la nación que posee uno debe prolongarle no solo el poder sino la vida”. Vaya, que le causó entusiasmo los piropos de los legisladores que lo hacen ver como la encarnación del pueblo y la patria, que hasta deslizó que bien vale prolongar su estancia en el poder.
Que dicte por muchos años cómo se debe dirigir a la nación. Que se quede en la silla presidencial por más tiempo. Que no se vaya a su rancho “La Chingada” como ha prometido. La alerta es sonora. ¿Y si después de ganar la “ratificación” del próximo 10 de abril en el 2024 lanza otra consulta para la “permanencia” pues al pueblo -encarnado en él- no se le puede echar del poder? Es duda de locos, pero el peligro ahí está y ya el propio López Obrador pronunció la palabra maldita: dictador.
Y como no faltan los acomedidos, el fin de semana el gobernante estatal Cuitláhuac García difundió en sus redes sociales un supuesto diálogo de seguidores de Francisco I. Madero cuando éste gobernaba en el contexto de la decena trágica, cuando fue derrocado. La idea del mensaje fue hacer una comparación entre Madero y López Obrador y exigir que los ciudadanos tomen facción: están con el presidente o en su contra.
Sin embargo, lo chusco no está en el ultimátum sino en la duda de que García Jiménez haya leído el libro “Temporada de zopilotes” de Paco Ignacio Taibo que recomienda. Si lo hubiera hecho no se atrevería a sugerir su lectura para interpretar la actualidad ya que en esa obra el mismo Taibo también identifica a los “zopilotes” con un perfil muy parecido al que despacha en palacio nacional. Cuando hay una revolución, expone el escritor, aparecen oportunistas, demagogos y populistas que haciéndose pasar por “amigos de los pobres” les prometen una vida digna, pero solo para alcanzar el poder sin cumplirles nada. Duro y a la cabeza.