ANDRÉS TIMOTEO
FIESTA EN JAUJA
Vaya jaloneo que ya hay por las monarquías del carnaval jarocho. ¿Cuántas aspirantes hay para la Corona de la Alegría? ¿Dos…cuatro…cinco? Más las que se acumulen. En el caso del trono del Rey Feo son, aparentemente, más escasos los candidatos pero seguramente aumentarán en los días por venir. De acuerdo con el comité organizador, faltan dos semanas para que se cierren las inscripciones, el último día será el primero de abril.
De forma inédita, la fiesta del Rey Momo se hará en julio y no a finales de febrero como correspondía conforme el calendario cristiano. Nadie olvide que el carnaval es el preludio del Miércoles de Ceniza o sea de la Cuaresma. Es decir, habrá fiesta en verano y no en invierno y a cuatro meses de la misma el entusiasmo está a la alza. Los que quieren ser monarcas del relajo usan los medios informativos y las redes sociales para la rebatinga. “El chisme está rebueno”, se lee por ahí.
Claro, ese frenesí no es porque haya una organización excepcional o expectativas de que será un jolgorio espectacular -al menos en lo que se ve no se promete mucho-, ni tampoco por las fechas aunque seguramente algo influirá el calor veraniego. No, la jauja es por el contexto. Tras dos años de pandemia gripal y dos carnavales estropeados por la misma, la gente necesita un aliciente que la haga olvidar el miedo, la depresión, los apuros y la incertidumbre.
Hoy más que nunca es necesario el desparpajo para olvidar, al menos durante algunos días, a la peste aterradora. Más que otro años, el carnaval 2022 será terapéutico, un bálsamo social y la Quema del Mal Humor adquirirá un verdadero estatus de catarsis colectiva aunque sea mentalmente pues la Covid-19 sigue ahí afuera, infectando y cobrando vidas, y es ilusorio esperar que desaparezca para julio. Y ahí se resume en carnaval jarocho en este año: en una ilusión de normalidad.
Por supuesto que eso tampoco es algo nuevo pues históricamente los carnavales ayudan a eso, a recrear reinos imaginarios y situaciones más afables de las cotidianas, y mucho más cuando se ha pasado por episodios de muerte y precariedad. Así fueron los carnavales post-independentistas, los pots-revolucionarios y los post-intervencionistas porque el pueblo siempre ha hecho la fiesta para curarse de sus tragedias, reírse de sí mismo y ridiculizar a sus verdugos. Nada nuevo.
Lo anterior es una tendencia humana que ya se está viviendo en Veracruz con el preludio carnavalesco. No obstante, los jarochos, sus vecinos y los potenciales visitantes deben disfrutarla pero sin dejar el cuidado personal porque al Rey Momo está vez lo acompañará otro que porta también una corona: el Coronavirus y ese no bromea cuando se trata de matar a los más débiles. Ojo con eso.
En lo político hay que citar otra circunstancia inédita que agrega -ahí sí- una expectación a la fiesta pues la alcaldesa Patricia Lobeira está fungiendo como catalizador de las tensiones entre los morenistas que gobiernan la entidad y su familia política, los Yunes. En estos días, la edil se ha reunido con dos integrantes del gabinete estatal muy cercanos al gobernante en turno, Cuitláhuac García, que son los titulares de Educación y Seguridad Pública, Zenyazen Escobar y Hugo Gutiérrez, respectivamente.
Es el ejercicio de la política más que la diplomacia. La política se inventó para evitar la guerra -cualquiera que sea y de cualquier nivel – eso lo saben todos y hoy apunta a que hay un apaciguamiento en la belicosidad entre el cuitlahuismo y el yunismo azul, lo que aporta una posibilidad ilusoria: que García Jiménez llegue al palco de honor a presenciar el desfile magno del domingo de carnaval al lado de la presidencia municipal. ¿Se lo imaginan?
¿Lo haría? Seguramente no, pero esa es la magia carnavalesca: imaginar lo imposible. Al menos, la alcaldesa Lobeira no imita a su parentela política pues ha evitado ponerse a los escupitajos y maledicencias contra el enemigo partidista y en lugar de ello ha tendido puentes de diálogo y encuentro. De otro lado, los marrones la ven como interlocutora. La ganancia es para los ciudadanos.
Los mismos jarochos que acuciosamente observan tales acercamientos están conscientes que todo seguirá bien mientras unos y otros escondan a quienes pueden estropear el proceso. La alcaldesa que deje en su casa al marido y al cuñado, y que el gobernador encierre y amarre a su secretario de Gobierno y al presidente de la Junta de Coordinación Política del congreso local a fin de evitar que se ‘deschonguen’ frente al Rey Momo y todo se vaya al retrete. Buen punto.
ROSTROS DE PLOMO
En Francia llegó el día de la libertad: adiós al ‘Pase de Vacunación’ y a la mascarilla pues ayer 14 de marzo se cumplió el pazo para levantar ambas medidas sanitarias. La mala nueva es que la Covid-19 sigue impredecible y a pesar de que hace quince días, cuando se anunció la eliminación de dichas restricciones, se cantaba un control de la pandemia, en estos momentos hay un incremento del 20 por ciento en la incidencia de la plaga.
Se dijo que un requisito para suspender la mascarilla y la cartilla de vacunación era que los hospitales no superarán los mil 500 enfermos en reanimación o sea en estado grave y el jueves llegaron a mil 928 y el fin de semana rebasaron los 2 mil. Ayer lunes fueron mil 825. También ayer hubo 162 decesos y 20 mil 925 personas hospitalizadas pero sin necesidad de intubación.
“Esto no ha pasado y todos debemos cuidarnos y especialmente cuidar a las personas frágiles, adultos mayores e inmunodeprimidos”, advirtió el fin de semana el ministro de Salud, Olivier Véran. De ahí que ayer no todos los franceses se descubrieron la cara. En las calles, comercios y plazas muchos la mayoría portaba el cubrebocas. Es decir, todavía se anda con ‘pies de plomo’ -o mejor dicho con ‘rostros de plomo’- a sabiendas que el virus gripal es traicionero y aprovecha cualquier descuido para volver al ataque.
Por supuesto, el gobierno no dará marcha atrás a la suspensión del pase vacunatorio ni de la mascarilla, al menos en este mes, pues están las campañas presidenciales y la primera vuelta de votaciones será el 10 de abril. No se puede dar el lujo de poner obstáculos a mítines de campaña ni obligar a los candidatos a hacer promoción virtual. Otra vez la política sobre la salud.