ANDRÉS TIMOTEO
NIÑOS FANTASMAS
El pueblo de Axum se preparaba para celebrar la fiesta de Ts’iyon Mariam o Santa María de Sion, la patrona del lugar. Las mujeres adornaban las callejuelas, los niños acarreaban hojas de palma y los hombres apuraba sus labores en el campo cuando llegaron los convoyes militares eritreos a registrar los domicilios, uno por uno, en busca de “soldados enemigos”. Primero detuvieron a los jóvenes a quienes fusilaron a plena calle tras interrogarlos.
Como no pudieron sacarles información de los ‘contras’ que buscaban, los hombres armados decidieron pasar por las armas a casi todo el pueblo sin reparar que entre los ajusticiados hubiera mujeres, ancianos o niños. No fue algo momentáneo sino que se tomaron su tiempo. La masacre duró dos días, 28 y 28 de noviembre del 2020, en los que los militares registraron casa por casa y casa por casa iban ejecutando a sus moradores.
¿Cuántos murieron en esa localidad de Etiopía? No se sabe, a pesar de que han pasado dos años. La cifra inicial del gobierno etíope fue de 300 fusilados, pero luego se supo que fueron 800 y de entre ellos unos 200 fueron niños. Los sobrevivientes narraron escenas atroces: los soldados apuntaban sus metralletas sobre las cunas y disparaban. Hubo decenas de bebés acribillados mientras dormían.
Desde hace una década Etiopía libra una guerra contra el Frente Nacional para la Liberación del Tigray, agrupación separatista que opera desde la vecina Eritrea y que ha cobrado miles de vidas. Tan solo en el 2021 se contabilizaron 52 mil muertos, cinco mil de ellos eran menores de 10 años. Lo más triste es que nadie conoce la cifra real de infantes asesinados ni clama por detener la masacre.
‘Son los niños fantasmas porque sabemos que murieron pero nadie tiene la certeza de cuántos y dónde exactamente”, afirmó, en febrero del 2021 a Radio Francia Internacional (RFI), un activista de la organización Save the Children. Lo mismo sucede en Nigeria, en el mismo continente, donde en los últimos 12 años han sido asesinados 324 mil niños menores de 5 años por el conflicto bélico entre el régimen de Muhammadu Buhari y el Estado Islámico en África Occidental (Iswap), una escisión del grupo terrorista Boko Haram.
¿Quién llora a esos niños? En África muchos, pero en el resto del mundo sus decesos son noticias fugaces y lejanas. En continente negro, la guerra mata igual que el hambre pues entre el 2017 y el 2021 perecieron 62 mil 500 infantes en Somalia, Burundi, Etiopía, Kenia, Ruanda, Sudán del Sur, Sudán y Uganda por inanición y anemia aguda. Es decir, por no tener qué comer.
Más al norte, en el Medio Oriente y concretamente en Palestina, 2 mil 250 pequeños han perecido desde el año 2000 bajo las balas y misiles del ejército israelí. Allí, en la Franja de Gaza, mueren tres niños cada día. Uno de ellos fue Bahir de 7 años quien el 20 diciembre del año pasado recolectaba latas y botellas de plástico en uno de los barrios de Cisjordania cuando fue acribillado por una patrulla de militares. Bahir llevaba al hombro un saco con meda docena de latas vacías que los soldados judíos “confundieron” con una a bomba de fabricación casera, según alegaron para justificar el crimen.
Los niños palestinos son otros “muertos fantasmas” que globalmente pocos lloran y alzan la voz contra quienes los masacran. A pesar de la denuncia de organizaciones humanitarias, los países occidentales no condenan a Israel por esas matanzas ni le imponen sanciones como actualmente lo hacen con Rusia por su invasión en Ucrania.
Por cierto, de acuerdo con el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) , desde el 24 de febrero cuando inició la guerra cien niños ucranianos han fallecido a causa de los ataque de las tropas rusas y 2.5 millones han sido desplazados de sus hogares. De estos últimos, al menos 500 mil estarían refugiados en el extranjero. Los niños ucranianos no son ‘fantasmas’ porque Occidente está presto a contarlos y lamentarlos. Bien por ello, pero como ya se dijo antes: hay un doble rasero porque ignora a otros miles de asesinados lejos de Ucrania.
ASESINAR AL FUTURO
La llamada ‘frontera de agua” también devora niños masivamente: cuatro diarios. Sí, las aguas del Mediterráneo le han arrebatado la vida a mil 500 niños por año en el ultimo quinquenio. Son pequeños que lo mismo vienen del Medio Oriente que de África y que se aventuran, solos o acompañados, al mar en lanchas improvisadas o saturadas para alcanzar suelo europeo. Tan solo en el 2021 se contabilizaron 127 naufragios con 4 mil 500 ahogados de los cuales mil eran niños.
Pero no hay que ir tan lejos porque todo el territorio de México también es una enorme trampa mortal para los niños migrantes que inician la travesía desde Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Belice, Cuba, Panamá, Haití y desde los mismos pueblos mexicanos hacia los Estados Unidos. Y es una celada múltiple porque son muchos los asesinos: las pandillas ‘maras’, los narcos, la policía, las selvas, los bosques, el desierto, el Río Bravo, los traficantes de órganos, los polleros y los tratantes de blancas.
La UNICEF tiene una estimación aproximada de un niño muerto o desaparecidos diariamente en su tránsito desde Centroamérica al norte de México. O sea, 360 pequeños por año. El 10 por ciento de los 4 mil 500 niños que anualmente se lanzan rumbo al norte para alcanzar el ‘sueño americano’. ¿Quién reclama por esos pequeños que mueren o desaparecen -muchos de los cuales jamás son encontrados, ni siquiera sus restos-? En nuestro propio suelo y en nuestras propias fronteras también abundan los ‘niños fantasmas’.
Asimismo, en México la muerte arrastra a gusto a los niños con el flagelo del crimen organizado. La violencia delictiva mata a 4 niños por día según un estudio elaborado por la CNDH y la UNAM titulado “Niños, niñas y adolescentes víctimas del crimen organizado” (2019). No obstante es un calculo incompleto pues falta sumar a los pequeños desaparecidos. ¿Cuántos están en las fosas clandestinas? Tampoco nadie lo sabe. La relatoría de algunas tragedias infantiles es porque ayer inició el Mes del Niño y, hoy por hoy, los pequeños están atrapados en una espiral de muerte. Asesinar o permitir que asesinen a un niño es matar nuestro propio futuro. A propósito, en Veracruz matan a 80 por año, a razón de uno cada cuatro días.