ANDRÉS TIMOTEO
LOS DOBLADOS
¡Que difícil es ser ‘chairo’ en la cuarta transformación! Ahí no solo se comen sus palabras sino que engullen sapos con pústulas. Se educan en el arte de la contorsión y los malabares con alto grado de dificultad a fin de justificar los dislates y las ocurrencias del caudillo. Hoy, los ‘chairos’ no saben cómo argumentar en contra del anaranjado Donald Trump quien acaba de confirmar lo que todos dedujeron desde el inicio: la Guardia Nacional es el muro contra migrantes que dispuso Washington para México.
Trump contó -el fin de semana en un mitin- que el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard se “dobló” ante él y aceptó todo lo que le ordenó para detener a los migrantes centroamericanos disponiendo de 28 mil agentes militares adscritos a la Guardia Nacional -en realidad fueron 26 mil – para resguardar las fronteras y contener las caravanas de extranjeros. Y Trump hizo énfasis de que no fue una petición sino una orden que Ebrard y Andrés Manuel López Obrador aceptaron y hasta agradecieron.
“Nunca había visto a nadie doblarse así”, aseveró el expresidente norteamericano. Los dobló con el amago de imponer aranceles del 25 por ciento a las importaciones de productos mexicanos. Y no solo dobló al caudillo que presume defender la soberanía -ahora se sabe que es puro cuento – sino a tradición diplomática del país que siempre había mantenido la dignidad. El tabasqueño y su canciller literalmente se bajaron los pantalones frente a Donald Trump. “Le dieron las nalgas”, se pitorrean de ellos en las redes sociales.
Lastimosa verdad para ellos y para el país, e igualmente es vergonzoso el aprieto para toda la ‘chairada’ que hace poco tenían a Trump como ídolo. ¿Se acuerdan que López Obrador se negó a felicitar al demócrata Joe Biden por su victoria electoral pues apoyaba la tesis trumpista de que hubo fraude? Y de ahí todos sus seguidores apoyaron la idea, desde los falsos periodistas y youtuberos hasta los académicos entregados al régimen marrón y los ‘chairos’ de a pie.
Gritaban que a Donald Trump le habían robado la presidencia, aplaudieron el asalto al Capitolio, exigían la anulación de los comicios y se decían lastimados por lo que pasaba en Estados Unidos. Hoy “callan como momias” -aludiendo a la frase de su redentor – en la mayoría de los casos y en la minoría hacen equilibrios para tratar de justificar las burlonas revelaciones de Trump de cómo dobló a su mesías tropical.
Por cierto, un ejemplo de esos sapos enormes que los ‘chairos’ deben merendarse está en el dirigente del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Mario Delgado y su secretaria Citlalli Hernández quienes salieron con la ocurrencia de convocar a una consulta popular para preguntarle a la población si enjuician a los legisladores que votaron contra la reforma eléctrica por ser traidores a la patria ya que se sometieron a los intereses del extranjero -al parecer ya recularon en la propuesta del plebiscito -.
La revelación de Trump los puso en aprietos porque entonces deberían incluir en dicha consulta a López Obrador y a Ebrard porque ellos se sometieron al presidente norteamericano, aceptaron la orden de un gobierno extranjero, usaron a la Guardia Nacional para satisfacer los intereses de Washington y todo eso se encuadra en el concepto jurídico de traición a la patria. ¿Ya ven que sí es muy difícil ser ‘chairo’ en la 4T? Antes del gobierno lopezobradorista para ser un ‘chairo’ bastaba con no bañarse, asistir a los mítines, aplaudir como focas, escupir a los opositores y hacer alharaca en las redes sociales, pero hoy se tienen que tragar esos anfibios espinudos.
EL VOTO SANITARIO
Francia es una de las democracias más viejas del mundo y el domingo realizó su segunda vuelta en los comicios para elegir a su presidente hasta el 2027. Fue reelecto el centro-financierista Emmanuel Macron, pero su triunfo es una advertencia para el resto del orbe: hay un desgaste total de los partidos tradicionales, un crecimiento peligroso de la extrema derecha y la ciudadanía se ve obligada al voto ‘sanitario’.
Macron fue reelecto, pero no es un presidente amado por los franceses que se decepcionaron de aquel joven político disruptivo del 2017 que había roto con los partidos de siempre y formó el suyo, La República en Marcha (LREM), arrebatándole el poder a los socialistas. Ahora se le ve como más de lo mismo, pero sobre él hay un sortilegio muy propio de la madurez democrática: es un malquerido votado. Los franceses se vieron obligados a sufragar por él en el balotaje porque de no hacerlo ganaría la Marine Le Pen, la candidata del ultraconservador Reagrupamiento Nacional.
Para impedir que la extrema derecha, esa de las políticas antimigrantes, antieuropeístas y admiradora de Donald Trump y Vladimir Putin -en el último debate presidencial, Macron reveló que el partido de Le Pen se financió con un préstamo millonario de un banco ruso – llegara al Elíseo, los electores franceses higienizaron las urnas. Sí, hicieron lo que en política se conoce como el “cordón sanitario”, es decir poner una valla legal para bloquear a los extremistas a los que se les trata como si fueran un virus contagioso. Los galos votaron de forma sanitaria y escogieron el mal menor.
No hay felicidad por la reelección de Macron, apenas un respiro profundo y momentáneo. Los 13.2 millones de votos que recaudó la ultraderecha, su mejor resultado en los últimos treinta años, son una campanada de alerta. La política siempre reporta a largo plazo y la lectura es de un peligro real de que para dentro de cinco o diez años la ultraderecha avance y pueda lograr la victoria, algo que hasta hace poco era impensable en la humanista, progresista y libertaria Francia.
El campanazo también es para el resto de las democracias del planeta porque la gente está apoyando a los déspotas. ¿Quiénes votaron más por la ultraderecha en Francia? Los obreros, los analfabetas, los pobres y -¡sorpresa!- los franceses de América. La Guadalupe, Martinica y la Guyana, son departamentos de ultramar que están en el continente americano -antiguas colonias que se les llama Las Antillas Francesas – y su votación fue arriba del 60 por ciento a favor de Le Pen. ¿Por qué los más despreciados por la extrema derecha votan por ella? Se insiste: algo se está torciendo en la democracia.