ANDRÉS TIMOTEO
LENGUA MUTILADA
¿Cuántos veracruzanos murieron asfixiados dentro del contenedor de un tractocamión abandonado en San Antonio, Texas? Cuatro identificados hasta el momento -Julio Marcial Espinosa, Misael Olivares Monteverde, Jair Valencia Olivares y Giovani Valencia Olivares, el primero es originario de Santiago Sochiapa y los otros tres de Naolinco -, pero se habla que la cifra se elevarían hasta diez pues hay indicios de que otros fallecidos cuya identificación está pendiente serían coterráneos.
Así, de los 53 migrantes fallecidos, la mitad -27- son mexicanos y una decena serían veracruzanos. Esta tragedia revela, o más bien recalca, muchas cosas. Más allá del asunto criminal con las redes de traficantes de personas y la corrupción de las autoridades que permiten este negocio, la lectura de gran amplitud conduce a flagelos más antiguos: los veracruzanos se siguen yendo porque acá no encuentran más que salario miserables, en el mejor de los casos, y desempleo en la generalización.
Por ende, lo que impera en muchas zonas de Veracruz es la miseria y a eso se le agrega la violencia e inseguridad desbocadas. Veracruz sigue como exportador de migrantes indocumentados porque continúa con niveles espantosos de pobreza y porque fracasaron los gobernantes -federal y estatales- que prometieron atacar las causas de la necesidad que entregan gente lo mismo al crimen organizado que a la migración por sobrevivencia.
Algunos estudios que se han hecho sobre dicha política de asistencialismo en estos tres años de la “cuarta transformación” no manejan el término “fracaso” de la estrategia porque más bien se ajusta a la palabra “engaño” pues los miles de millones de pesos destinados a los programas sociales nunca tuvieron el objetivo de aliviar la pobreza y pacificar el país arrebatándole la “carne de cañón” a las bandas criminales, sino que la finalidad fue -es- netamente electoral.
La verdadera estrategia de estas carretadas de dinero fue crear el llamado ‘voto duro’ del partido de Estado, legiones de miserables -y de flojos – que dependen de becas, ayudas y demás entregas de efectivo cada mes o bimestre, y que por amago de los funcionarios de todos los niveles y de los “Siervos de la Nación” están obligados a votar por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Por eso la violencia sigue imparable, por eso el reguero de muertos, por eso las hordas de sicarios, por eso la migración galopante. Todo porque la política social del lopezobradorismo nunca estuvo enfocada a lo que se prometió sino a la construcción de un gobierno totalitario y un partido omnipresente generador de los relevos de cargos públicos en cada coyuntura electoral. En pocas palabras, se costea la perpetuidad del régimen político como en los años gloriosos del priismo.
La gente se puede seguir yendo al extranjero, puede seguir muriendo pero mientras el régimen se mantenga, todo es un éxito para el régimen. Esa es una primera lectura de fondo sobre lo ocurrido en San Antonio, Texas. La otra es que el gobierno mexicano -léase el presidente Andrés Manuel López Obrador, su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard y los gobernadores de aquellas entidades de donde son originarias las víctimas – están despojados de cualquier autoridad moral, ética y política para reclamar justicia por la muerte de los connacionales.
No lo pueden hacer, “tienen la lengua cortada, ellos mismos se la mutilaron gustosos”, como diría el escritor sudafricano J.M. Coetzee en su “Ensayo sobre la censura” pues acá en México les hacen cosas similares a los migrantes que vienen del sur y del Caribe. No solo les pusieron un muro humano con 26 mil agentes de la Guardia Nacional para atajarlos, perseguirlos, apalearlos, detenerlos y deportarlos sino que las mafias de “polleros” siguen toleradas por la autoridad.
Peor aún, los policías federales, estatales y municipales son cómplices de los grupos del crimen organizado que se ceban sobre los extranjeros indocumentados para robarlos, secuestrarlos, llevárselos para se ocupados en la explotación sexual, el tráfico de órganos humano, la esclavitud en los sembradíos de enervantes y las ‘cocinas’ – fábricas- de drogas sintéticas así como para formar parte de los escuadrones de sicarios.
‘COYOTAJE’ INVICTO
¿Con qué cara López Obrador puede reclamar por nuestros migrantes muertos en Texas cuando permite que pasen abusos y tragedias iguales o peores en México? Hay que ponerle ‘patas largas’ a la memoria: apenas en diciembre pasado un tractocamión similar al de Texas que traía hacinados a 160 migrantes en su contenedor se accidentó y provocó el deceso de 55 de ellos, casi todos guatemaltecos, cerca de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Ese vehículo pasó retenes policíacos y del Instituto Nacional de Migración (INM) sin que fuera revisado, lo que refleja que los “polleros” y las autoridades tienen acuerdos para facilitar el tráfico de personas. ¿Cuántos funcionarios, policías y traficantes están en la cárcel? Ninguno. ¿Se desintegró alguna red de tráfico humano de las que operan en el país? Ninguna. Todo sigue igual con la complacencia de todos los niveles de gobierno. Entonces no hay cara que alcance para reclamar por nuestros asfixiados en Texas.
Así como lo de San Antonio y lo de Tuxtla Gutiérrez, las tragedias son cíclicas e imparables por el enorme negocio que representa trasladar a indocumentados en condiciones de alto riesgo de muerte, pro que pagan miles de dólares o euros. 2019, 39 vietnamitas fallecieron asfixiados en un camión frigorífico al este de Londres, Inglaterra. 2015, en otro camión frigorífico perecieron 71 migrantes húngaros en Austria. 2009, 44 afganos perecieron en otro tractocamión al oeste de Pakistán.
2008, en Tailandia murieron 54 birmanos en un camión con doble fondo. Y en el 2000, en Inglaterra 58 migrantes chinos perecieron también asfixiados en un contenedor en el puerto de Dover. Cabe agregar que en los casos de migrantes muertos en Inglaterra -del 2019 y 2000- cincuenta personas fueron detenidas en varios países y condenadas por juzgados británicos, belgas y holandeses a entre 18 y 27 años de prisión, desmantelando las respectivas bandas de traficantes de indocumentados. En los países asiáticos los crímenes siguen impunes y, como sucede en México, la gran red de ‘coyotes’ asesinos continúa invicta.