Búsqueda irrefrenable

Miguel Ángel Gómez Ruiz

Coatepec, Ver.

Los últimos días en Coatepec han sido fríos, lluviosos y nublados. El frío no ha tenido piedad para los que menos tienen y para los caninos que deambulan por toda la ciudad. Igual les ocurre a gatos, ardillas y otras especies que tratan de refugiarse en parques o en los techos de las casas.

Esta mañana de viernes en el salón de la Cruz Roja en Coatepec, camina una joven de escasos 20 años. Rosa, que busca juguetes para sus hijos de 4 y 2 años respectivamente. Para ella no es fácil, labora en un bar de Xalapa y debe ir a trabajar temprano.

Pero está decidida a adquirir algunos juguetes para sus hijos. Ella no platica mucho. Ni siquiera dice si sus hijos están bien o son del mismo padre. Eso no importa, conmueve que va emocionada puesto por puesto para buscar juguetes bonitos, y económicos.

Un tanto apenada, reconoce que ficha en un bar en la avenida Lázaro Cárdenas en Xalapa. Es de esos pocos bares que aún tienen a jóvenes que van a ganarse unos pesos sentándose a la mesa para acompañar a algún tipo frustrado, perdido en un amor imposible o galán por unas horas. En fines de semana no le va mal, pues gana hasta 600 pesos por día más su sueldo y otros días la situación está tan mala que decide aceptar a acompañar fuera de allí a algún tipo que no desea pasar una tarde solo.

Rosa va caminando y se detiene en un lugar en donde venden dinosaurios y recuerda que a su hijo el mayor le gustan y decide comprar un tiranosaurio color verde. Más adelante decide comprar dos carritos de tracción y apenas le alcanza para comprar unos chocolates en forma de moneda y unos dulces, pero cree que con eso, por lo menos, sus hijos se distraerán un rato.

Una vecina a la que llama madrina cuida a sus hijos y se siente conforme y cree que no es descuidada con ellos. Apenas el tiempo y el trabajo le permiten estar con ellos los domingos y por lo menos cree que por esta ocasión tendrá que sacrificar el sueño para disfrutar con ellos la alegría de ver juguetes al lado de un pequeño pino artificial, quizá adornado apenas con unas esferas y luces.

La valentía de Rosa contrasta con otras madres que van por el lugar repartiendo cocotazos a los chiquillos por la alegría que les provoca ver tanto juguete y que los pone inquietos. Mientras, los juguetes tan bonitos… y tan caros.

Con sus compras prácticamente finalizadas, Rosa acude a un local en donde venden café y pan y no resiste las ganas de adquirirlos para tratar de reducir el frío. Uno se despide de ella y a lo lejos se puede notar su alegría. Quizá no es mucho el dinero que dispuso para los juguetes, pero se aprecia que casi era todo lo que tenía. Uno la imagina caminando y tomando un autobús apretando y cuidando la bolsa con los artículos, para evitar que algo se pierda.

Una reina sin rey, dará alegría a sus hijos.