LA GUERRA Y LAS MAROMAS

Uriel Flores Aguayo

Es perfectamente previsible y lógico que el Gobierno Ruso, sus élites, sus medios de comunicación, sus partidos políticos y algunos sectores de la población apoyen la invasión de Ucrania, que ni siquiera se refieran a la guerra como tal y que justifiquen con los más variados recursos de su imaginación estar atacando a sus vecinos. Lo hacen por convicción, ignorancia o conveniencia. Es una actitud negativa, cínica y dolosa, pero obedece a sus ideas e intereses. Dirán cualquier cosa, tanto para defender sus acciones como para encubrirlas con eufemismos y mentiras. Están en esa situación y casi únicamente les queda asumirla. Cuando su situación económica se deteriore sensible, en caso de que su guerra se prolongue, ya tendrán tiempo para preocuparse y, en un extremo, deshacerse de Putin.

En nuestro medio hay figuras públicas y algunos ciudadanos que defienden la guerra, apoyan al Gobierno Ruso o simplemente se desentienden. Hablan de neutralidad cuando mucho. Es difícil comprender cómo es que puedan respaldar la invasión a Ucrania, con la destrucción y muertes que eso supone. He leído las más inverosímiles justificaciones al respecto; claro, es fácil ser proruso lejos de los escenarios de guerra. No cuesta trabajo allegarse información detallada de los espantosos efectos de esta guerra; son indignantes y estremecedoras las imágenes de los daños materiales y el sufrimiento de la población civil Ucraniana. No es asunto de ideología o posturas políticas, tan sólo es de algo tan elemental como el humanismo para tomar partido en este conflicto. Hay un agresor y un agredido, hay un abuso desproporcionado de la fuerza, estamos ante una ilegalidad y la invasión a un país soberano. Todo eso no se debe perder de vista y ser el punto de partida para alinearse con uno u otro bando. Uno supondría que ante la guerra todos seríamos pacíficos y solidarios con los agredidos, que ese es el piso común de nuestras sociedades y que México no sería la excepción. Sin embargo, no es así, hay quienes apoyan o justifican la guerra, con los más curiosos argumentos. Es un extravió contundente. Exhiben poco corazón, conciencia y solidaridad ante un drama humanitario. Si esta desgracia, no natural, sino fabricada por el empeño imperial Ruso, no despierta la compasión de nosotros y tampoco nos motiva a hacer algo útil para aliviarla, significa que estamos negados para hacer algo justo y humanitario, en cualquier caso. Descendemos en nuestra calidad humana si somos omisos o cómplices ante los horrores de la guerra. Ante la casi increíble postura de los que justifican al invasor hay imitaciones con modelos de comportamiento que vienen del pasado del terror fascista. Es esa condición humana que es permisiva con genocidios y terror por que recibe órdenes o por una supuesta ideología. Las maromas de ahora muestran con claridad lo que fue el comportamiento de aquellas sociedades en las que se incubaron las matanzas de Estado, el exterminio racial y el imperio del totalitarismo. Cómo antes hoy también se justifica la guerra con los más curiosos argumentos. Lo sano, aclararía posiciones y haría ver coherentes, es que se muestren en sus completos términos: si defienden la guerra, que lo digan con todas sus letras, sin simulación. No deben olvidar sus responsabilidades presentes y futuras en el juicio de la historia y de los tribunales legales y de las conciencias. No se debe vociferar al aire y no tener consecuencias; que su calidad humana, su prestigio social y su ética queden registrados en el contexto de sus actitudes bélicas y promuerte.

Recadito: va siendo hora de que el Cabildo local inicie el debate sobre la seguridad y movilidad en Xalapa.

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