El presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que no necesita símbolos de su figura en los espacios públicos del país pues la única recompensa que obtiene de su gobierno es el “amor que le tiene al pueblo”
Agradeció la instalación de su efigie en el municipio de Atlacomulco pero aclaró que son las personas las que deben decidir qué lugares deben llevar su nombre y no las autoridades.
“Si algo le admiro al presidente Lázaro Cárdenas es eso, el profundo amor que le tenía al pueblo de México, sobre todo a los humildes. Esa es mi recompensa, eso no lo cambio por nada. Dejemos a la gente, sin necesidad de estatuas, o que las calles, escuelas lleven mi nombre, que le gente tenga su criterio, tenerle confianza y fe al pueblo”, subrayó.
Roberto Téllez Monroy, actual alcalde de Atlacomulco, municipio en el Estado de México, a unos días de terminar su mandato, mandó colocar una estatua en honor al presidente.
Apenas dos días después su develación, habitantes del municipio la derribaron y las fotografías de la estatua, en el piso y decapitada, circularon por redes sociales.
López Obrador lamentó los hechos pero reiteró que no concuerda con lo que tenga que ver con “la vanidad o culto a la personalidad” en cambio, está convencido de demostrarle “amor al pueblo” de otras maneras.
“Los políticos corruptos siempre dicen: ¿Para qué le dan pueblo si no agradecen? Son unos malagradecidos y eso no es cierto, eso puede darse arriba con los potentados que pueden ser amigos de mentira y enemigos de verdad pero el pueblo es muy leal, siempre lo ha sido”, comentó.
Finalmente, determinó que no todas las personalidades importantes del país cuentan con monumentos en su nombre, es el caso de Ricardo Flores Magón, precursor de la Revolución Mexicana, quien por ser considerado como un líder radical, fue desterrado del cuadro de honor por parte de los grupos de poder de ese entonces.
López Obrador recordó la labor del anarquista y en el marco de los 100 años de su muerte mencionó una frase que Flores Magón dejó antes de morir encarcelado en 1922:
“Cuando muera, mis amigos quizá escriban en mi tumba: “Aquí yace un soñador”, y mis enemigos: “Aquí yace un loco”; pero no habrá quien se atreva a estampar esta inscripción: “Aquí yace un cobarde y traidor a sus ideas”.