Perfilando

Héctor Yunes, el sueño guajiro de ser Gobernador

Por Iván Calderón

Dicen que la política es un juego de resistencia, no de velocidad. Pero en Veracruz, para Héctor Yunes Landa, el juego parece haber terminado hace tiempo y lo peor, es que no se ha dado cuenta.
Le explico.
Este no es un juicio de valor sobre su trayectoria, sino una lectura fría de los números y del desgaste que, inevitablemente, lo aleja de cualquier posibilidad real de volver a competir por la Gubernatura.
En efecto, la edad es solo un número, y la experiencia no se mide con el calendario. No obstante, las tendencias son contundentes, ya que el promedio de edad de los gobernadores veracruzanos al asumir el cargo ronda los 60 años.
El más longevo en tiempos recientes, fue Miguel Alemán Velasco, que llegó con 66.
En 2030, Héctor Yunes estaría rozando casi los 80 años. Y la pregunta no es si puede, sino si debería.
En honor a la verdad la agenda moderna exige energía, reflejos, y una capacidad para lidiar con crisis simultáneas y negociar en todos los frentes y a esa edad, la cifra se vuelve políticamente insostenible, más allá de cualquier récord histórico.
Vaya, hasta “cabecita de algodón” Andrés Manuel López Obrador a quien de “viejito” no bajaban, llegó a la Presidencia de la República a los 65 años de edad.
Con lo anterior, el desgaste para Héctor es evidente, y su oportunidad, simplemente, se extinguió.
Porque si hoy, con casi 70 años, Héctor no logra conectar, emocionar ni aglutinar a una oposición desdibujada, ¿cómo lo hará dentro de cinco?
La realidad es que su figura ya no genera tracción, su discurso suena repetido, y en su propio partido, en lugar de construir nuevos liderazgos, los margina o los sofoca.
La neta.
A Yunes Landa se le olvida, además, que antes del 2030 tendría que resistir cinco años más de desgaste público, sin estructura, sin partido sólido, ni presencia estatal real. Caray, ni siquiera ha podido construir una fuerza política veracruzana que lo respalde; mucho menos alguna ficción que lo devuelva al escenario.
Héctor tuvo su momento de oro en 2016. Lo perdió. Y en política, a diferencia del beisbol, no hay “próxima temporada” para quien falla en la final.
Y mientras las nuevas generaciones buscan vínculos con rostros distintos, Héctor se ha quedado en la crítica, sin plataforma de poder, sin cargo, sin estructura. Solo con los berrinches digitales que publica en redes sociales y las historias que se cuenta para seguir sintiéndose vigente.
El verdadero problema para la oposición veracruzana radica en que no están construyendo una alternativa real. Los que se presentan como “sangre nueva” son, en su mayoría, reciclaje de apellidos, herederos del fracaso o satélites de los mismos de siempre.
Y si algo ha quedado demostrado en las últimas elecciones, es que las y los veracruzanos ya no quieren a un Yunes en el poder. La marca está desgastada, el apellido agotado y la confianza perdida.
La dura realidad es que Yunes Landa ya perdió vigencia, su esfuerzo puede ser digno, sin embargo, su fuerza no resistirá con un electorado que exige conexiones, no recuerdos.
Y mientras Héctor insiste en revivir un ciclo terminado, la oposición confirma su vacío, no hay liderazgo, no hay visión, ni mucho menos una oposición real.
Quizá lo mejor sería que Héctor Yunes les cediera el paso a los jóvenes, y dejar de buscar juventud, de su pasado.
Porque Héctor es el rostro del viejo PRI, ese rostro que ya nadie quiere ver… pero, en fin, ahí que se entretenga.
@IvanKalderon