IRREVERENTE
Por Andrés Timoteo
EL HORARIO DE DIOS
Es el tiempo de los difuntos. La fiesta de Todos los Santos este año llega con el adiós ‘para siempre’ al Horario de Verano. El sábado se retrasó por última vez el reloj una hora para dejarlo como venía desde el 3 de abril cuando se adelantó para aprovechar la luz solar en la parte estival del año. Ya se murió y se le hizo el sepelio a tal horario, hablando metafóricamente, y todo porque los morenistas en el poder eliminaron lo que llamaban “horario neoliberal”.
No obstante, el asunto es más propaganda artificiosa de la feligresía política que un verdadero beneficio para las familias o la economía. Acuérdense que el pasado 30 de septiembre cuando en San Lázaro se votó la eliminación del Horario de Verano, la diputada oaxaqueña Irma Juan Carlos, de Morena, aseguró en tribuna que el país regresaría al camino del bien con dejar de manipular las manecillas “porque nuestro reloj tiene un Horario, el de Dios, y en las dependencias (tienen) el Horario Neoliberal”.
Claro, la legisladora guinda no se refería al Dios judeocristiano sino al pejiano ya que la iniciativa fue propuesta de campaña del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, quien para los morenistas es una suerte de mesías. Otra diputada analfabeta que repitió algo parecido y -dicen – que hasta transmitió en vivo la votación para eliminar dicho horario alabando que se volviera al “Horario de Dios” fue la comapeña Rosa María Hernández.
Ambas señoras no rebuznan porque se enojarían los orejones de cuatro patas. El horario actual fue creado por los egipcios hace 3 mil 500 años al dividir el día en 24 horas. Luego lo afinaron los romanos, hace 2 mil 500 años, después fue perfeccionado en 1870 -hace 138 años – por el ingeniero canadiense Sandford Fleming quien propuso la creación de los husos horarios, y se globalizó en 1912 en la Conferencia Internacional de la Hora en París, Francia.
Hace 110 años en la Ciudad Luz todos los países se pudieron de acuerdo para tener una división común del día que se llamó Horario Internacional. Dios, según los textos bíblicos, solo dijo ‘hágase la luz’ y se creó el día, pero fue el hombre quien lo dividió en horas y eso hace apenas un pestañeo en la historia del mundo. Nada que ver con el tiempo que lleva la creación universal.
Sin embargo, es simpático el asunto pues si bien puede ser anodino eliminar o mantener el Horario de Verano, el mismo sirve para medir el talante retardatario de los ‘chairos’ que gobiernan y legislan, todos con una ignorancia supina que sorprende al más curtido -dos ejemplares de ellos son la itsmeña Irma Juan Carlos y la comapeña Rosa María Hernández que canturrean como un logro del régimen el retorno al “Horario de Dios”-, y si por ellos fuera se regresaría a los relojes de sol y arena.
Pues bien, ahora con el horario “normal” llegarán los muertitos para la fiesta anual de su retorno al mundo de los vivos. Altares, rezos, flores, desfiles-procesiones, disfraces, copal y velas ardiendo, comilonas y hasta bailongos se disponen para recibirlos Ya se ha dicho en los años anteriores, pero hay que repetirlo porque es una manda que sigue y seguirá vigente -esa sí – ‘in saecula saeculorum’ o sea, por los siglos de los siglos: el mejor lugar del mundo para morirse es México porque cada año regresas a visitar a los tuyos que dejaste en la tierra.
Es, por supuesto, una fiesta de los vivos con el pretexto de los muertos. Hay que releer el poema “Algún día llegará la muerte” del imperdible Jaime Sabines para espabilar a los que en estos días pecan de apesadumbrados y calamitosos: “Cuando tengas ganas de morirte/ esconde la cabeza bajo la almohada/ y cuenta cuatro mil borregos. / Quédate dos días sin comer/ y verás qué hermosa es la vida: carne, frijoles, pan./ Quédate sin mujer: verás./ Cuando tengas ganas de morirte/ no alborotes tanto: muérete y ya”.
LOS ‘CARA-PINTADA’
El otro lado de la fiesta de Todos los Santos es sombrío, hay que reconocerlo. Y no por las leyendas de ultratumba ni las brujas ni los aparecidos, sino por la realidad que regularmente es más horripilante que la ficción: el reguero de muertos en el país a causa de la violencia desenfrenada, el reinado del crimen organizado y la ausencia del Estado.
Hasta septiembre se tenían contabilizados 132 mil 217 personas asesinadas en lo que va del sexenio lopezobradorista, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública. El mes pasado, septiembre, se reportaron 2 mil 329 homicidios, a razón de ¡¡77 personas asesinadas por día!! Y ya en la estadística mortuoria, el gobierno de López Obrador rebasó a su némesis, el panista Felipe Calderón en cuyo sexenio se acumularon 120 mil 463 asesinados y va por superar al priista Enrique Peña Nieto que tuvo 156 mil 066 personas victimadas en su administración.
Reduciendo lo anterior a estos días, el país entero es el reinado de la muerte, pero no la simpática catrina que sonríe dientona y que se ha vuelto la tía o la comadre de todos, sino aquella que siembra la desolación y el luto. Y en medio de la tragedia, el gobernante de Veracruz, Cuitláhuac García, monta el “altar de muertos más grande del mundo”. Risas. Vaya, como si en todos los países también pusieran su altar para los difuntos.
Obvio, para él es más fácil construir un altar que un puente, una carretera, una escuela o un hospital. El folclor le va bien a García Jiménez. Y le es mucho más fácil honrar a los muertos de la fiesta que hacer justicia a los asesinados cuyos cadáveres quedan en las calles, los parajes, flotando en los ríos o en fosas clandestinas.
Los muertos silenciosos de la pachanga agradan más al gobernante y a su séquito de funcionarios que en esto días bailan zapateado, se entregan a los ágapes y se pintan una calavera en el rostro. Todo para no ver ni atender la tragedia de los miles que penan por falta de justicia. En los bajos de palacio de gobierno en Jalapa se instaló una “ofrenda monumental” -así lo dice en boletín – para los difuntos.
Pero ¿no sería mejor ofrenda allegar justicia a los que perecieron a destiempo y violentamente, localizar los restos de quienes están desaparecidos y llevar a prisión a sus asesinos y desaparecedores? Ventajosos, los cuitlahuistas ‘cara-pintada’ hacen fiesta con la muerte simpática para no ocuparse de la real., la que enluta masivamente.