IRREVERENTE
Por Andrés Timoteo
OFRENDA PARA 700 MIL
Parece que ya se nos olvidó. Los dos últimos años fueron de calamidad y luto debido a que la parca se paseaba por doquier con la guadaña afilada y hace tan solo unos meses todavía se rezaba -todos sin excepción- para no caer en sus garras, se suplicaba por la sobrevivencia. El clamor era por un milagro para escapar de la huesuda y éste fue concebido porque se obtuvo la vacuna contra la gripe pandémica Covid-19.
La peste de Coronavirus, que muchos consideraron uno de los cuatro jinetes del apocalipsis, se cebó sobre el mundo durante poco más de dos años matando a millones de personas. Y no ha dejado de hacerlo, aunque con menos intensidad. Según el último reporte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a la fecha han muerto 6.6 millones de personas por la pandemia a pesar de que desde diciembre del 2020 se inició la inmunización de la gente.
Así, la Covid-19 se ha llevado a más de seis millones de personas y continúa cegando aunque con menor intensidad. Los países con la cifra más elevada de víctimas siguen siendo los mismos y con las mismas características -donde gobiernan o gobernaron populistas autoritarios que negaron la existencia de la pandemia y abandonaron a la población a su suerte -. Los cinco primeros lugares de la lista son para:
Estados Unidos, a la cabeza, -donde el primer tramo de la emergencia sanitaria estuvo bajo el mando del negacionista Donald Trump – con un millón 95 mil fallecidos, el segundo es Brasil -con Jair Bolsonaro, otro negacionista y al que los mismos brasileños ya echaron del poder en las elecciones presidenciales del domingo pasado – con 689 mil muertos.
El tercer lugar lo ocupa la India con 529 mil decesos, el cuarto lugar Rusia con autoritario Vladímir Putin que acumuló 390 mil perecidos y el quinto es México, con un gobernante como el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador que recomendaba medallitas religiosas y no mentir, no robar y no traicionar para que no se contagiaran con el virus pandémico, que lleva 330 mil 355 muertos -estadística actualizada hasta el 30 de octubre -.
Bueno, esas son los números oficiales pues más de la mitad de los decesos por la pandemia fueron escondidos por la Secretaría de Salud para minimizar el saldo necrológico. Los conocedores del asunto calculan que en realidad habrían fallecido unas 700 mil mexicanos a causa del SARS-CoV-2. Así, al panteón se incorporaron todas esos y aunque es un asunto silencioso, a pesar del bullicio de la fiesta de Todos los Santos, en estos días se colocaron 700 mil nuevas ofrendas para los que fueron arrastrados por la peste.
Pareciera que ya se nos olvidó pero esos muertos no debieron morirse, valga la expresión. A muchos, la enfermedad les robó la vida como consecuencia de la deficiencia en los servicios sanitarios y el negacionismo de quienes tenían que velar por la salud de la población, pero que instrumentalizaron políticamente la tragedia para evadir sus responsabilidades.
Al panteón fueron a dar todos esos millones de víctimas pandémicas que hoy se les recuerda al igual que los otros que se han ido ya sea por el proceso natural que extingue la vida o por la violencia criminal que impera en el país -132 mil tan solo en los últimos cuatro años-. Los altares de muertos hoy más que nunca rebosan de ofrendas. Sí es la pachanga y el jolgorio, pero detrás hubo sufrimiento, muchas lágrimas y un luto generalizado. Y, claro, todos los que somos sobrevivientes de la peste hoy debemos de celebrar la vida.
LA LISTA NUESTRA
En el puerto de Veracruz, una asociación de periodistas montó un altar para recordar a 48 reporteros, columnistas, fotógrafos, camarógrafos, conductores y demás que se dedicaban a la comunicación, fallecidos en los últimos años. Además de la ofrenda, también les mandaron a hacer una misa. Bien por eso, aunque al dirigente de la Asociación de Periodistas de Veracruz le temblaron las corvas para hablar de la causa del fallecimiento de muchos de ellos.
Dijo que los colegas recordados – la lista está rasurada pues faltaron muchos– perecieron por enfermedad, accidentes y otras “circunstancias extrañas”-. Esas “causas extrañas” no es otra cosa que el asesinato con sevicia cometido por los delincuentes o sus cómplices en el gobierno. No hay que tenerle miedo a las palabras, no queda en alguien que se dedica o se dedicó al periodismo. Hay que decirlo con todo el peso de las letras: a ellos los mataron.
También hay que acotar que así como cada familia, barrio, gremio tiene sus historias de luto generado por la pandemia de Covid-19, a los periodistas nos tocó también llorar a los nuestros y son nueve los comunicadores veracruzanos que perecieron tras contraer la peste.
A ellos hay que recordarlos en estos días: Victoria Rasgado (Moloacán), Alejandro Aguirre (Veracruz puerto), Miguel Ángel Longinos (Orizaba), Martín Lara Reyna (Veracruz puerto), Julio Félix Jiménez (Martínez de la Torre), Claudio Barrientos (Jalapa), Juan Carlos Absalón (San Andrés Tuxtla), Sergio Rueda (Coatzacoalcos) y Guillermo Wong (Veracruz puerto).
En el contexto de las ofrendas para los periodistas fallecidos, hay que destacar que no faltan los oportunistas que se cuelgan de la tragedia para promocionarse. El caso más patético es el de la dirigencia estatal del PRI que por segundo año instaló un altar en su sede de Jalapa para “honrar” a los colegas que pasaron a mejor vida.
Vaya que son hipócritas, además de oportunistas, el juchiqueco Marlon Ramírez y otros que hicieron la faramalla con flores y veladoras, pero que no se les conoce un mínimo pronunciamiento a favor de los periodistas asesinados, ni una sola iniciativa para mejorar la condición de vida de aquellos que todavía están vivos, y ni una sola palabra para exigirle al gobierno estatal que deje de manosear políticamente los expedientes judiciales de los colegas caídos.
No se ha escuchado a Ramírez Marín, como diputado local que es, o a la secretaría del partido, Arianna Ángeles, también legisladora, exigirle con claridad y de frente al gobernante en turno, Cuitláhuac García y a su fiscala, Verónica Hernández que dejen de dar impunidad a los verdugos de periodistas. Nada, pero eso sí montan altares, beben chocolate y comen tamales a nombre de nuestros muertos. ¡Camanduleros!