T    E    X   T   O

IRREVERENTE

Por Andrés Timoteo

EL ‘COMADRAZO’

De los creadores de “Disaster Movie” ahora en el recinto parlamentario de Veracruz se estrenó “La Comadre Mago”. Exacto, lo que se pensaba imposible sucede y la diputada por Cosamaloapan, Margarita Corro es la presidenta del congreso local, aun cuando la señora no sepa escribir su nombre completo. Pero así son las cosas en la era morenista.

Además, sus antecesores en esa encomienda tampoco fueron ni doctos ni eficientes. Por ejemplo, la presidenta saliente, la fidelista Cecilia Guevara solo tuvo un único mérito para llegar a ese puesto y tiene que ver con asuntos del corazón en los que está involucrado uno de sus hijos, también funcionario estatal, y su paso en la mesa directiva fue más que anodino.

De la misma forma llega la señora Corro a sentarse en la silla de la mesa directiva. No porque tenga algún vástago que ande de “ojo alegre” con los que detengan en poder, pero sí porque por la cercanía con ellos. La diputada cuenqueña se asume como operadora y comadre del secretario de Gobierno, Patrocinio Cisneros, al que le organiza comilonas amenizadas con música de arpa y jarana cada vez que el funcionario se apersona en la región del Sotavento.

Son épicas las francachelas que se ponen esos dos y hasta las presumen en sus redes sociales. A la par, su llegada a la titularidad del Poder Legislativo es simbólica por las relaciones que  tiene con personajes de oscura reputación. En enero del 2020  ella organizó un encuentro en Tierra Blanca entre el gobernante en turno,  Cuitláhuac García, y Francisco Navarrete Serna, que era considerado por las autoridades como la cabecilla regional de un cartel del narcotráfico.

García Jiménez cayó en el garlito -eso se supone, que fue engañado por la diputada para exhibirse al lado del delincuente – y se armó una polémica de dimensiones nacionales. Cuando la prensa cuestionó a la legisladora  por su cercanía con Navarrete Serna ella lo dijo sin tapujos: “es mi amigo y además mi compadre”. En Tierra Blanca todos saben que el tipo fue quien le pagó su campaña electoral.

Cuatro meses después, el 29 de mayo del 2020, Navarrete Serna, apodado “El Primo,  fue asesinado por un comando de sicarios enviado por otro cartel rival que ingresaron a balazos en un bar de  donde convivía con parroquianos. La ‘ejecución’ incluso fue transmitida por redes sociales. Y una semana más tarde, el 7 de junio, Francisco Navarrete Abraham, hijo de “El Primo” y ahijado de la diputada Corro Mendoza también fue acribillado a balazos en una carretera de Tierra Blanca.

Con esos nexos, la legisladora morenista se convierte en la nueva presidenta del congreso de Veracruz. Un ‘comadrazo’ después del ‘suegrazo’ en el parlamento local, dicen  en los merenderos políticos. Y sí, así es el Veracruz en el cuitlahuismo donde lo imposible es posible y donde las formas ya no importan, solo los fondos.

También en en lo pasillos legislativos se preguntan a quién obedecerá la diputada Corro Mendoza: al presidente de la Junta de Coordinación Política, el tuxtleco Juan Gómez, o a su compadre, el bajacaliforniano Patrocinio Cisneros. ¿Un duelo de titanes? No, más bien será un jaloneo entre tunantes.

MISERIA  CULTURAL

¿Lo notaron? Ahora con las festividades de Todos los Santos y que el llamado Xantolo de la Huasteca se tomó como si fuera un logro de la administración en funciones, hay que cavilar: el gobierno estatal no tiene una sola acción propia en materia cultural y estos cuatro años se la ha pasado pregonando -y eso a medias – lo que ya tiene décadas o siglos de vigencia como las fiestas populares.

Así como el Xantolo, la “gestión cultural” del cuitlahuismo reposa en la fiesta de La Candelaria en Tlacotalpan, el Carnaval de Veracruz -aunque no se quiera con el yunismo gobernante-, la Cumbre Tajín en Papantla que organiza demasiado deslucida al igual que el Festival Afrocaribeño en el puerto mismo que este año resultó en un fracaso. Y paren de contar.

El único festival creado en esta administración es llamado SalsaFest que tiene como sede Boca del Río, pero eso fue solo por el capricho del gobernante en turno, pero no es otra cosa que un baile popular a cielo abierto. La actividad cultural es un desastre: no hay apoyo para las casas de cultura municipales, sin eventos de alta gama, sin exposiciones decentes y sin ni siquiera pintura para tener en condiciones aceptables a los inmuebles destinados a esas actividades, entre ellos el del IVEC.

Por cierto, la directora de ese organismo, Silvia Alejandre también lleva cuatro años meciéndose en la hamaca.  Su única actividad ha sido pasear a los cuadros de Diego Rivera por los municipios a donde llega la tienda “Orgullo Veracruzano” mejor conocida como “La Morena”. Y nada más.

Las comparaciones siempre son molestas, pero en algunos casos también necesarias. En Querétaro que tiene 2.3 millones de habitantes -la cuarta parte de lo que tiene Veracruz- hay 110 festivales, entre ellos algunos de corte mundial como los festivales internacionales de jazz y teatro. En Veracruz, el gobierno estatal apenas si organiza uno -entre comillas el SalsaFest- y el resto son fiestas de pueblos que las simula como propias.

En este año, Querétaro destinó 171 millones de pesos para las actividades culturales mientras que Veracruz el IVEC apenas tuvo  98.5 millones, casi la mitad. Y lo peor es que  nadie sabe a dónde fue a parar ese dinero porque de cultura y arte no hay nada. Seguro que se lo roban. Es la miseria cultural.

YA NO SIRVE EL NOMBRE

Los historiadores dirían que es un acto de revisionismo ramplón y otros de mera holgazanería acomodaticia. Los sesudos planeadores del ayuntamiento porteño decidieron que el Carnaval de Veracruz 2023 sea nuevamente en verano. Que se haya movido la fecha por la pandemia pasa por una vez, la segunda es veleidad y la tercera será estulticia.

En todo el mundo, los carnavales se guían con el calendario judeocristiano. Es un festejo pagano ligado a las creencias religiosas por eso es el preludio de la Cuaresma, pero en Veracruz los revisionistas de oportunidad se dan vuelo moviendo las fechas a conveniencia. Que lo hagan, pero que le cambien el nombre. Que le ponga Festival de Ver-ano, Fiesta Estival o la Coronación de la Flor más Bella del Ejido, pero ya no puede llevar el nombre de Carnaval.