T   E   X   T   O

IRREVERENTE

Por Andrés Timoteo

EL MITO ARGENTINO

“Yo, señores, soy una leyenda”, es la frase con la que inicia su programa sabatino “La Noche de Mirtha Legrand”, la actriz y presentadora argentina Rosa María Juana Martínez Suárez quien es conocida por su nombre artístico: Mirtha Legrand. Y sí, efectivamente es una leyenda en su país pues la señora tiene 95 años y sigue conduciendo un programa exitoso que se transmite desde hace 54 años, solo interrumpido por períodos cortos.

En un texto anterior se habló de la leyenda del veracruzano Fernando Gutiérrez Barrios que terminó ajada con su secuestro en 1997, pero aún así permanece en buena parte del imaginario colectivo. En Argentina tienen a la legendaria Mirtha Legrand que ha roto récord de tiempo vivido y trabajado. Es, quizás, la diva más longeva, vigente y activa.

Al igual que los mexicanos hacen ‘memes’ por la longevidad de Javier López “Chabelo”, los argentinos lo hacen con la de Legrand. Cuando falleció la reina Isabel II de Inglaterra, las redes sociales en aquel país se desbordaron alegando que Mirtha, dos años menos que la monarca, había ganado la apuesta. Nuestro Chabelo tiene 87 años, es más joven que la actriz argentina. Además, la diva argentin también le gana en cuanto a duración de programa televisivo pues “En Familia con Chabelo” solo estuvo 48 años al aire.

Sabedora de las burlas por su edad, Mirtha Legrand hace mofa de sí misma cada vez que menciona a la casa vitivinícola que aporta la bebida para sus cenas televisadas, Escorihuela Gascón, fundada en 1884 y dice: “juro que yo no estaba”. Por otro lado, a sus 95 años hace gala de una memoria prodigiosa y aguda. Camina apoyada de la mano de una asistente, pero se mantiene de pie y cada sábado luce un vestido largo de diseñador con joyas, peinado y maquillaje de alta gama.

Su programa, “La Noche de Mirtha Legrand” -ha tenido otros nombres a lo largo del tiempo como “Cenando con Mirtha” y “La Mesa de Mirtha Legrand”- tiene ese objetivo: recrear una cena de gala con comensales bien vestidos y bien atendidos. Acuden de etiqueta, brindan con copas de cristal exquisito, beben vino de reservas especiales, una chef les cocina platillos de tres tiempos, toman café gourmet y al final de la velada reciben como obsequio un reloj de marca.

Hubo tiempos en que ser invitado a la mesa de Legrand era una señal de que se había llegado a la cumbre. Por ella han pasado todos: políticos, activistas, escritores, cantantes, músicos, médicos, deportistas, abogados y demás. Hay una leyenda urbana -esa sí- de que se llegó a cobrar hasta ocho mil dólares por recibir la invitación a la cena. Los productores siempre lo han negado.

Durante cinco décadas, la mesa de Mirtha Legrand ha sido espacio de controversia, sobre todo política, pues los de izquierda acusan que es un símbolo del ‘status quo’, de la rancia clase rica, de los conservadores y la derecha. El escenario así lo confirmaría pues la anfitriona incluso utiliza una campanilla de plata para iniciar la cena, objeto emblema de los aristócratas con el que llamaban a sus mucamas y mayordomos.

Pero es más que eso. La actriz no solo ha roto el récord con el programa más antiguo de la televisión argentina sino que ella misma, siendo actriz y presentadora  toca temas políticos, científicos, culturales y sociales como si fuera una periodista. La señora es culta y se documenta diariamente. Es un ejemplo para todos, incluidos los comunicadores, pues a sus 95 años lee toda la prensa, ve todos los programas televisivos, y sabe del quehacer político tanto como de la farándula y la cultura.

Los que acuden a su mesa no solo van a degustar la alta cocina sino que son entrevistados por la anfitriona que llega a tocar temas muy álgidos y que no se amedrenta a sacarlos a la palestra. Es, por supuesto, crítica del kirchnerismo – la corriente política de izquierda del finado expresidente Nestor Kirchner y su esposa Cristina Fernández, actual mandataria quien no soporta a la conductora, mucho menos ha aceptado la invitación para ir a cenar con ella -.

Sin embargo, aunque se le tilde de conservadora, Mirtha Legrand ha sido pionera en proyectar a personajes que antes eran “indeseados” en la televisión. Fue la primera en invitar a una mujer transgénero a la pantalla, luego hizo lo mismo con feministas,  ecologistas y de un tiempo para acá los ‘incluyencers’ de las redes sociales.

PROFECÍA PAPAL

A diferencia de otras estrellas de televisión, Legrand no ha tenido escándalos oscuros en su vida privada y lo que más se le cuestiona es no haber asumido una posición crítica hacia la dictadura de los años setenta. Le reclaman que usó la plataforma televisiva para difundir que había una campaña internacional contra Argentina respecto a la violación de los derechos humanos, pero eso era a los militares obligaban a las televisoras so pena de sacar del aire los programas o cerrar canales.

Por cierto, en 1978, en plena dictadura, uno de sus invitados fue el cantante Laureano Brizuela quien abiertamente también defendió a la Junta Militar . Luego tuvo que salir huyendo a México. También octubre de aquel año cuando fue electo Juan Pablo II como pontífice en la misma mesa se hizo una profecía: pronto habrá un Papa argentino. El pronóstico se cumplió 35 años más tarde, en el 2013, cuando fue electo el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio como sucesor de San Pedro. Y Mirtha vivió para contarlo en su mesa.

De marzo del 2020 a agosto del 2022, el programa estuvo fuera del aire debido a la pandemia de Covid-19. Legrand narra que permaneció 300 días consecutivos sin ver a nadie de su familia, salvo su ayudante personal. Casi perdió la voz por no hablar regularmente con otras personas, y para regresar a la conducción tuvo que someterse a fonoterapia para recuperar la dicción y la conversación.

“Ni siquiera salía al balcón. Yo creía que me iba a morir, si no era de Coronavirus sería de depresión, al médico le pregunté: ¿qué hago para seguir viviendo? Trabajar, me dijo y aquí estoy”, contó recientemente. Al finalizar cada una de sus cenas, la leyenda viviente de Argentina repite una frase que es odiada por muchos pues la consideran clasista y frívola, pero que en la vida real es muy cierta: “Como te ven te tratan. Si te ven mal, te maltratan. Si te ven bien, te contratan”.