IRREVERENTE
Por Andrés Timoteo
LA MAGDALENA LLORONA
Se confirma lo que la fuente adelantó la semana pasada, el exgobernante estatal Javier Duarte rezuma enojo contra el cuitlahuismo-lopezobradorismo por incumplir el pacto de impunidad e impedir que obtenga su libertad anticipada en este invierno. Lo dejarán en prisión tal vez hasta la primavera del 2024 pues un juez le dictó prisión preventiva por un año y seis meses.
Esto luego de que fue vinculado a proceso por el delito de desaparición forzada. En una entrevista concedida al noticiero radiofónico que conduce el periodista Ciro Gómez Leyva, acusó que es víctima de “una chicanada legal, de una chapucería” ya que no podrá pasar las navidades en su residencia luego de que le fincaron la responsabilidad de otro delito.
Para este miércoles 22 se realizaría una comparecencia judicial a fin de determinar si podía acceder al beneficio de la libertad anticipada debido a que ya cumplió cinco años y siete meses de la condena de 9 años de prisión que asignaron por los delitos de lavado de dinero y asociación defectuosa emitida en septiembre del 2018.
Duarte se dijo maltratado anímicamente, que sufre porque solo tiene contacto con sus hijos vía telefónica y que está afectado psicológicamente por los años de encierro carcelario. Toda una víctima lacrimosa al estilo María Magdalena. Sin embargo, el exgobernante la pasa mejor que el agente policíaco al que mandó a matar y desaparecer. Mucho mejor que las cientos, tal vez miles, de víctimas de la violencia criminal tolerada en su mandato y de la que su policía formó parte.
El policía desaparecido y los otros miles de muertos y ausentes que se acumularon en su sexenio ya no pueden siquiera hablar por teléfono con sus hijos, esposos o padres. Nunca más los volverán a ver. Ellos son las verdaderas víctimas, no él. Se queja que le hicieron una ‘chicanada legal’ para mantenerlo en la cárcel, y ¿ qué le hizo él a la panista Josefina Gamboa a quien mantuvo en el penal de Tuxpan a pesar de que tenía derecho a llevar en libertad su juicio por haber atropellado y matado a un transeúnte? Llora la Magdalena, pero no por sus pecados. Que alguien le acerque un moquero.
QUILOMBO ALBOROTADO
Algo pasa en el quilombo, diría Pepe López Vigil en su radionovela “Un paisano me contó”. El negrerío está alborotado, bullicioso, atrevido. El negro es folclórico y argüendero por naturaleza, recuerda, y por eso le pone sabor a las cosas. Son la “sal que le faltaba a América”, agregaría Pablo Neruda. Pero hay de negros a negros, los negros ligeros, sabrosos, ‘cáeme-bien’, creativos y musicales, y hay insidiosos y ‘sangre-gorda’ – ‘indéfendables’ en francés, o sea “indefendibles”, acotaría la escritora africanista Lilyan Kasteloot.
“No todos los negros son hijos de Césaire”, agrega en referencia al clásico sobre el poeta antillano Aimé Césaire, llamado el “negro fundamental”, ni tampoco de Nicolás Guillén nuestro negro poeta de habla hispana, igualmente caribeño. Hay, sí, negros folclóricos pero tornados a lo negativo, a la intriga y al hurto, señalaría a su vez el decimista peruano Nicomedes Santa Cruz. Ellos son más blancos en mañas que negros en corazón. Son negros ladinos, pues, machaca.
Parece que en está última categoría se coloca el secretario de Gobierno, Patrocinio Cisneros con su ‘show’ más reciente en el congreso local con motivo de la apertura de comparecencias para la glosa del cuarto informe del gobernante estatal, Cuitláhuac García. Llevó el quilombo alborotado a la sede parlamentaria para distraer la atención. Y en efecto, más atrajo a pachanga montada afuera que lo que dicho adentro por el funcionario, una sarta de ocurrencias, falacias y mendrugos de resultados. Nada en sí. Lo bueno fue el espectáculo folclórico en el patio transformado en palenque.
Y cuando se toca el tema de la negritud del compareciente no se incurre en racismo, ahora llamado xenofobia, ni en discriminación ni en la burla pues el mismo Cisneros se ha asumido como afrodescendiente y además ha tomado ese origen étnico como bandera de propaganda personal. Entonces, como alegarían los jurisconsultos, lo llevó al terreno público y lo puso a disposición del debate político. Él mismo abrió la puerta para abordar ese tema sin tapujos ni mustiedades.
¿Es un negro ‘sangre-gorda’ el secretario? Si se levanta una encuesta de opinión, el sí rozaría el 99 por ciento. Pero además se le tendría que agregar otra característica: la megalomanía. Vaya, hasta monigotes de papel con su imagen llevó al congreso local el sábado. Igualmente ha hecho pintar su rostro en murales.
Al señor le urge reconocimiento. Se queja de discriminación de largo tiempo, desde su niñez, y del apodo que le endilgaron por su tono de piel, “Bola 8”, el ovoide del juego de billar. En ese afán, necesita reivindicarse a través de la promoción personal, lo malo es que lo hace con cargo al bolsillo de los veracruzanos. Gastando el erario estatal trata de resolver sus traumas existenciales.
Pero nadie se escandalice, no es el primer negro ni el primer cuenqueño que recurre a esa terapia megalómana para sanar antiguas agonías personales. Veracruz padeció otro igual hace unos años, el innombrable de Nopaltepec, también en la Cuenca del Papaloapan, que utilizó su nombre para darle sello al gobierno y lo puso en todas partes, desde programas sociales hasta chácharas y refrescos.
Se mandó a hacer una canción-himno con el título de “Fidelman” en el que se asume como súper-héroe y ordenó esculpir dos estatuas de su imagen, una sigue levantada en Tierra Blanca y la otra nunca vio la luz, está en alguna bodega. ¿Qué falta para que Patrocinio Cisneros tenga su propio monumento en piedra? Ya tiene muñecos de papel, murales y hasta un corrido estrenado recientemente y que en una de sus estrofas reza: que “el ingeniero Eric Patrocino triunfa sobre todos y está bien gobernando”. Risas.
El maestro del periodismo Luis Velásquez lo dilucidó en sus artículos: el poder hace guapos a los feos y literatos a los zafios pues Javier Duarte presumía que lo acechaban las mujeres siendo gobernador y ahora Patrocinio Cisneros es una suerte de ‘sex-simbol’ y hasta publica libros. Lleva tres al hilo. ¿Quién se anima a leerlos? Advertencia: el folclórico secretario no es hijo de Césaire ni de Guillén. Risas nuevamente.