T   E   X   T   O

IRREVERENTE

Por Andrés Timoteo

CONFESIÓN DE PARTE

Las palabras del mendaz son como sogas a su cuello que se van apretando, advierte la sabiduría popular y eso le sucede el gobernante en turno, Cuitláhuac García Jiménez quien ahora mismo está acorralado por sus propios dichos. Para deslindarse de investigar las ejecuciones del alcalde de Rafael Delgado, Isauro Ambrosio, del síndico de Omealca, Miguel Tinoco y del tesorero municipal de Tezonapa, Salvador Paz y de otras personas que engrosaron las masacres de fin de año, acusó a las víctimas de ser responsables de sus propias muertes.

Sugirió que los tres homicidios citados están relacionados entre sí y que todo apunta a que fueron ordenados por el crimen organizado con el cual estaban coludidos los tres servidores públicos. E ironizó señalando que él mismo había advertido sobre las consecuencias de esos acuerdos que ‘actores políticos de nivel municipal’ hicieron con la delincuencia organizada.

¿Se acuerdan de aquel “pórtense bien” de Javier Duarte? Pues tal cual. Las palabras de García Jiménez se le vuelven en contra porque si la autoridad -o sea él y su fiscala, Verónica Hernández – sabía de esos nexos por qué no actuaron a tiempo, impidieron los atentados y  procesaron a los funcionarios públicos antes de la tragedia. Quien está enterado de un delito y no lo denuncia se vuelve cómplice, establece una máxima del derecho.

Si García Jiménez sabía que los ediles, síndicos, tesoreros y demás integrantes de los ayuntamientos habían pactado con los criminales, por qué no se anticipó a corregir tal situación que evitarían la calamidad para los municipios. Por otro lado, con culpar a los cárteles del narcotráfico de la muerte de esos servidores públicos, el gobernante en turno pretende dar por resueltas las pesquisas.

Ya está el esclarecimiento de saliva y no es necesaria una investigación ministerial. Le evitó la fatiga a la fiestera fiscal. Aunque no haya detenidos ni castigados judicialmente por esos homicidios, ya la sentencia la hizo el despachante de palacio de gobierno: los culpables son las propias víctimas.

Sin embargo, a pesar de esos malabares verbales, la realidad y sus palabras son nudos que se va cerrando sobre su propio cuello y ayer hizo una confesión de parte: en los municipios donde se ha desatado la violencia y se está matando a la gente, entre ellos a ediles y otros funcionarios municipales, hay pactos de los mismos con los capos de la delincuencia. Es decir, acepta que los ayuntamientos están infiltrados por el crimen.

¿Y cuáles son esos ayuntamientos? La mayoría gobernados por alcaldes emanados de su partido, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) o instituciones partidistas aliadas: Omealca, Tezonapa, Córdoba -donde el fin de semana hubo cuatro ejecutados- y Poza Rica -donde la noche anterior fue de terror con ataques a bares que dejaron una decena de ‘ejecutados’-. A excepción de Rafael Delgado, en el resto de municipios envueltos en la violencia extrema y donde se presumen nexos con la delincuencia todos son guindas o verdes, del mismo costal, pues.

TRES MONARCAS

El 2022 fue un año atípico, lleno de peripecias y concomitancias. Entre esas últimas está el deceso de tres monarcas que impactaron al mundo. Uno fue el de la reina Isabel II de Inglaterra, en septiembre pasado, quien era casi una leyenda de inmortalidad. Falleció longeva, a los 96 años.

También longevo, aunque más joven que la soberana británica, murió el brasileño Edson Arantes do Nascimento, Pelé, a los 82 años el 29 de diciembre. Así se fue otro rey, el del fútbol. Y dos días después pereció el pontífice emérito, o sea el monarca en retiro de la Iglesia Católica, Joseph Aloisius Ratzinger, mejor conocido por su nombre papal, Benedicto XVI, a los 95 años.

Tres monarcas se fueron en seguidilla. En la antigua Mesopotamia se tenía la creencia de que la muerte consecutiva de reyes traía calamidades. Era signo de mala suerte.  Bueno, el mundo actual tiene tantas calamidades que ya no caben más castigos.

Eso sí, los tres reyes fallecidos -Chabela, Pelé y el ‘Rottweiler de Dios’ – fueron o están siendo llorados por muchos. Los tres personajes públicos impactaron en el mundo en su momento y en su medida, pero quizás quien causó más daño a nivel global fue Benedicto XVI a quien ahora presentan casi como un santo cuando de eso tiene muy poco.

No se olviden los miles de casos de pederastia cometidos por sacerdotes, obispos y cardenales que fueron encubiertos por  Ratzinger. Tan solo en la diócesis de Munich, Alemania, donde fue titular de 1977 a 1982, maniobró para ocultar los casos de 497 niños abusados sexualmente por 173 sacerdotes que nunca recibieron castigo ni penal ni canónigo. También protegió al pederasta mayor de la Iglesia Católica, el mexicano Marcial Maciel fundador de los Legionarios de Cristo.

El otro daño tremando que provocó el pontífice fallecido fue en el terreno ideológico. Lo apodaban el ‘Rottweiler de Dios’ porque literalmente fue un salvaje defensor de ‘status quou’ en la Iglesia Católica cuando se desempeñó como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y persiguió con fiereza a obispos, cardenales y teólogos de la Liberación, principalmente a los latinoamericanos.

Caprichoso es el destino pues Ratzinger sobrevivió a la mayoría de los quince obispos progresistas de América Latina que sufrieron la persecución  y castigos de su ministerio. Solo viven el peruano Gustavo Gutiérrez que tiene 88 años y el mexicano Raúl Vera de 78 años, todos los demás murieron bajo acoso y resistencia, entre ellos los también mexicanos Sergio Méndez Arceo, Samuel Ruiz, Bartolomé Carrasco, Alberto Llaguno y Arturo Lona.

Ya murió también el jalapeño Sergio Obeso quien si bien no era un partidario abierto de la Teología de la Liberación sí era progresista y defendió a los obispos perseguidos cuando estuvo en la presidencia de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM). Valientemente, Obeso enfrentó a Ratzinger y al “Grupo Roma” como se le llamaba a los obispos y cardenales ultraconservadores de México y afines al Vaticano, o sea al ‘Rottweiler de Dios’ para evitar el exterminio de los religiosos liberadores. Tal es el lado oscuro del que ahora velan en la Basílica de San Pedro.