Por Andrés Timoteo
¡EL INE NO SE TOCA!
Las autoridades morenistas de la Ciudad de México minimizaron las cifras al máximo afirmando que no rebasaron los 15 mil asistentes, pero los participantes que fueron testigos directos y las muestras fotográficas y de video indican que fueron muchos más. Al menos 200 mil, decían anoche, tan solo en la capital del país.
La marcha #ElINENoSeToca también concentró a miles también en el interior del país. El mensaje ciudadano está dado para el presidente Andrés Manuel López Obrador y los legisladores de Morena: hay una parte de la nación que repudia su pretensión de desaparecer al INE y devolver al gobierno el control de las elecciones como en el viejo régimen priista.
Por supuesto que a pesar de la movilización masiva del ayer domingo, el tabasqueño no cambiará de opinión debido a que no lo mueve la obediencia al pueblo sino el afán de retener el poder. Se necesitará mucho más que una marcha con miles de asistentes para obligarlos a detener sus afanes contra la democracia. La movilización dominical fue un inicio, pero es insuficiente. Se requiere una acción ciudadana de gran calado para impedir la toma por asalto del ente organizador de los comicios.
Por lo pronto, vale la pena reproducir parte del discurso del académico José Woldenberg, expresidente del IFE, único orador que tuvo la movilización en la capital del país que culminó en el Monumento a la Revolución. Sus palabras son de advertencia y de incitación para defender lo que llamó “un patrimonio común”:
“Estamos aquí reunidos con un solo objetivo claro y trascendente: defender el sistema electoral que varias generaciones de mexicanos construyeron, que ha permitido la convivencia y competencia de la pluralidad y la estabilidad políticas, la trasmisión pacífica de los poderes públicos y la ampliación de las libertades.
Como país fuimos capaces de edificar una germinal democracia. Dejamos atrás el país de un solo partido, de un presidencialismo opresivo, de elecciones sin competencia ni opciones auténticas, de poderes constitucionales que funcionaban como apéndices del Ejecutivo y de medios de comunicación mayoritariamente oficialistas, para abrirle paso a la expresión y recreación de la diversidad política, a elecciones libres, disputadas y creíbles, a congresos plurales, gobiernos de diferente orientación, pesos y contrapesos y una espiral virtuosa que amplió el ejercicio de las libertades.
(Para que ello fuera posible) ocho reformas se llevaron a cabo entre 1977 y 2014 y los resultados están a la vista. Fue necesario edificar autoridades electorales autónomas, tribunales capaces de desahogar la aguda conflictividad, construir condiciones equitativas de la competencia, puertas de entrada y salida para las distintas corrientes políticas que cristalizaron en partidos, y de manera paulatina nos acostumbramos a la diversidad, a las contiendas competidas, a las alternancias y a los mecanismos de diálogo, negociación y acuerdo que los mismos reclamaban.
No llegamos a una estación final. Tampoco a un paraíso. Apenas a una germinal democracia, pero que nos ha permitido asentar la pluralidad política y que la misma pueda coexistir y competir de manera pacífica. El problema mayúsculo, el que nos ha traído aquí, el que nos obliga a salir a las calles, el que se encuentra en el centro de la atención pública, es que buena parte de lo edificado se quiere destruir desde el gobierno.
México no puede volver a una institución electoral alineada con el gobierno, incapaz de garantizar la necesaria imparcialidad en todo el proceso electoral. Nuestro país no merece regresar al pasado porque lo construido permite elecciones auténticas, piedra angular de todo sistema democrático.
Nuestro futuro no puede ser resultado de la seducción por un pasado que en buena hora fue desterrado. Las próximas citas electorales deben contar con las mismas garantías que las del pasado inmediato: padrón confiable, equidad en las condiciones de la competencia, imparcialidad de los funcionarios profesionales, conteo pulcro de los votos, resultados preliminares en la noche y por supuesto que ganadores y perdedores sean definidos por el voto de los ciudadanos y solo por ellos.
Hacemos un llamado a todos los grupos parlamentarios -sí, a todos- sin exclusiones ni excepciones, los que conforman las cámaras del Congreso Federal y de los 32 congresos en las entidades, a que defiendan lo edificado en materia democrática y no conduzcan a nuestro país a una etapa venturosamente superada: la del autoritarismo que se auxiliaba de autoridades electorales a modo.
Por ello decimos: No a la destrucción del INE. No a la destrucción de los institutos locales. No a la destrucción de los tribunales locales. No a la pretensión de alinear a los órganos electorales a la voluntad del gobierno. No al autoritarismo. Si a la democracia. Sí a un México democrático”.
MUJERES DE HUMO
Por el norte del estado, lejos de las manifestaciones ciudadanas, se pasearon la gobernanta defeña, Claudia Sheinbaum y la zacatecana Rocío Nahle, favoritas del régimen para gobernar al país y a la entidad en el 2024. El pretexto fue una conferencia magistral de la primera en Tuxpan sobre ¡buen gobierno!, cuando la Ciudad de México está ‘patas pa’arriba’.
La realidad es que fue un mitin de precampaña organizado por el matraquero ‘number one’, Cuitláhuac García. Insípidas, a ambas se las quieren hacer “pasar de humo” a los mexicanos y veracruzanos, meterlas con calzador en la boleta electoral y que las voten a pesar de que su desempeño público es exactamente como el humo. Nada.
En Veracruz es peor porque con una cortina de humo buscan hacer creer que Nahle siendo zacatecana puede gobernar Veracruz. Por eso el título quedó que ni mandado a hacer: Mujeres de Humo, igual que les llaman a las cocineras totonacas a las que pasaron a visitar a Papantla, según el boletín oficial, aunque estas sin son trabajadoras, simpáticas y honradas. Y veracruzanas.
Y ¿recuerdan que en la fidelidad y el duartismo se usaba al Consejo Supremo de Ancianos del Totonacapan para hacer campañas a favor del PRI? Pues esta práctica fue revivida por el cuitlahuismo porque los ancianos totonacas fueron reunidos para darle la bendición a Sheinbaum. Es el uso burdo de la cultura con fines electorales, igual que en los regímenes priistas más descarados.