ANDRÉS TIMOTEO
RUMBO AL 8M
Martha no sobrevivió a las lesiones que le provocaron la golpiza que le dio o le dieron sus verdugos. Agonizó cinco días en un hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Córdoba y falleció el domingo. Era una niña, apenas tenía 16 años cuando fue encontrada la madrugada del 15 de febrero a un costado de la carretera a Peñuela con el cráneo fracturado. Su agresor no solo la golpeó a puñetazos y patadas sino que también le azotó la cabeza contra el pavimento.
Martha es la penúltima víctima de feminicidio en Veracruz durante el pregonado Mes del Amor. La víctima más reciente es Anahi asesinada el 17 de febrero pero cuyo cuerpo se localizó apenas el lunes pasado dentro de las instalaciones abandonadas de Petróleos Mexicanos (Pemex) en Nanchital, al sur del estado. Ella tenía 30 años y era madre soltera de un pequeño de seis que ahora está en la orfandad. A Martha la atacaron sexualmente, la torturaron a golpes y al final la estrangularon.
La antepenúltima víctima de feminicidio también tuvo una muerte atroz. Se llamaba Sara y su marido la mató a machetazos en una congregación de Cosamaloapan el pasado 17 de febrero. Murió frente a su niña de 7 años quien contempló como el padre la despedazaba. Hay dos tipos de finiquito en un feminicidio, según algunos teóricos, el que termina con el cuerpo de la víctima en casa, en el seno del hogar, y aquel en el que el cadáver acaba en el exterior.
Es al que se le da un trato más indigno porque el cuerpo queda en la vía pública o en algún paraje o lugar ajeno a su hogar -como instalaciones abandonadas- expuesto a la vista de todos. Algunas veces es porque allí se le privó de la vida y otras porque fue arrojada como si fuera una bolsa de basura. Está ultima teoría se cumplió en dos de los tres últimos feminicidios arriba citados.
Ellas, Martha, Anahí y Sara, son parte del conteo mortal en la población femenina en este comienzo de año. Van 16 mujeres asesinadas de enero a la fecha, tres más que el mismo periodo del año pasado cuando se acumularon 13 feminicidios y a ese ritmo, una muerta cada tres días, seguramente se rebasará al cifra de mujeres asesinadas por cuestiones de odio en todo el 2021: 69 según el recuento de las autoridades y 83 de a acuerdo con el registro de las organizaciones civiles.
El otro indicador preocupante es que de los 16 feminicidios de este año, solo en tres de ellos han detenido a los presuntos responsables, es decir hay una impunidad del 82 por ciento. Y esas son las cifras con las que Veracruz se encamina al Día Internacional de la Mujer que se celebra el 8 de marzo, dentro de doce jornadas. La entidad arribará a esa fecha manteniendo el segundo lugar como el estado más peligroso para las mujeres, título que conserva desde hace tres años.
A los familiares de Martha, Sara y Anahí no se les puede decir que en Veracruz “se respira tranquilidad” como afirma el gobernante en turno, Cuitláhuac García. Tampoco que sus muertes son un invento de los medios de comunicación para afectar a su gobierno ni que son parte de una conspiración perversa para dañar a la “cuarta transformación” como afirma el presidente Andrés Manuel López Obrador. No, ellas son parte de esa realidad fatal que es permitida, tolerada o ignorada por los que lideran los gobiernos federal, estatal y municipales.
Por cierto, hay otra víctima a destacar que si bien no sufrió feminicidio si recibió una violencia de género muy severa de parte del gobierno cuitlahuista y ahora está muerta. Ella es la magistrada Sofía Martínez Huerta, expresidenta del Tribunal Superior de Justicia quien falleció el lunes por causas naturales y la ironía es que su muerte beneficia su principal agresor: el secretario de Gobierno, Patrocinio Cisneros.
No hay que olvidar que ella y su familia fueron amenazados directamente por el cerril funcionario, luego la destituyeron del cargo y la persiguieron judicialmente como parte del castigo por haberse negado a ceder a las pretensiones de Cisneros y del propio gobernante García Jiménez. A la magistrada la iban a enjuiciar desponjándola de su toga, a inhabilitar para ejercer funciones públicas y posiblemente a encarcelar, pero murió antes. Ahora el acosador Patrocinio Cisneros salta de contento con este fallecimiento porque ya no se indagará su violencia contra una mujer. ¿A poco Veracruz no es el paraíso para los acosadores de féminas?
EL GATOPARDISMO
Pues no llegó la prometida democracia laboral ni el castigo a los líderes ‘charros’ ni la transformación para los obreros del país. El lunes, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) reconoció el triunfo del orizabeño Luis Ricardo Aldana Prieto como nuevo secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) elegido el pasado 31 de enero en unos comicios internos plagados de irregularidades, según las denuncias de los disidentes.
Aldana es personero de su antecesor, Carlos Romero Deschamps, uno de los símbolos de la corrupción en México y quien tampoco ha resentido el peso del régimen lopezobradorista. Vive en un retiro dorado con sus millones robados a los trabajadores petroleros y a la nación. El propio Aldana, quien ha sido tesorero del STPRM en las últimas tres décadas, fue uno de los implicados directos del fraude multimillonario al erario para financiar la campaña priista del año 2000 en el llamado “Pemexgate”.
Pese a todo ese cúmulo de corrupción, ahora será el dirigente petrolero con el aval de la “cuarta transformación”. La que timada en este episodio es la senadora morenista Cecilia Sánchez a quien todos daban por hecho de que sería la nueva y la primera mujer en dirigir el sindicato petrolero. Era la favorita del presidente, decían, y nada sucedió. A pesar de que la campechana presentó 461 pruebas del fraude en los comicios sindicales su impugnación fue desechada.
“No se puede acusar sin pruebas”, dijo apenas López Obrador en una de sus “mañaneras” y autorizó que la Secretaría del Trabajo reconociera a Aldana Prieto no sin antes recalcar que el gremio petrolero tuvo elecciones limpias y que en su gobierno “ya no hay candidatos predilectos”. Si eso no es ‘gatopardismo’ -cambiar algo para que nada cambie en lo esencial- ¿cómo se le puede llamar entonces?