ANDRÉS TIMOTEO
OCHO Y SERENO
Los ‘golpistas’ siguen cayendo. Mueren por hacerle daño al gobierno de la “cuarta transformación”. El martes se sumó el octavo a la serie sangrienta que inició en este año y el número 32 en la era lopezobradorista. Fue el periodista michoacano Armando Linares asesinado a balazos unos días después de que otro colega suyo, Roberto Toledo, también sufrió la misma suerte.
Pero, ¿y quién es la víctima? No el reportero abatido sino el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador quien volvió a quejarse de una suerte de conciliábulo en su contra para que, con la muerte de comunicadores, se le desacredite y a nivel internacional se cuestione su gobierno. “Hay mucha zopilotada en esto”, dijo, y nuevamente recurrió al manual para culpar al pasado.
Dijo que durante el gobierno del panista Felipe Calderón, quien desató la ‘guerra’ contra el narco, no había esquemas de protección a los periodistas y en un galimatías hasta mezcló el asunto con los feminicidios y los desaparecidos. “Que no se rasguen las vestiduras”, aseveró para sacudirse las críticas. Claro, no explicó en su “Mañanera” por qué si ahora existen los mecanismos para proteger a todos ellos -periodistas, mujeres y víctimas de desaparición forzada- no los activan y se les cuida para que no los asesinen.
Del periodista Linares únicamente señaló que se le había ofrecido protección y la rechazó. Traducción: su asesinato fue culpa suya. De ahí en fuera todo fueron quejas, qué el Parlamento Europeo, que los conservadores, que los del pasado, que los “periodistas mercenarios” que conspiran contra su gobierno junto con fuerzas extranjeras y los grandes capitales. La víctima es él aunque los comunicadores sigan muriendo. Ya van ocho y el tabasqueño sigue sereno.
¿Y LOS PROPAGANDISTAS?
Por cierto, a poco más de tres años de gobierno ya quedó comprobado de que los propagandistas de la “cuarta transformación” no transformaron al periodismo ni a la comunicación política en el país. La hordas de presuntos comunicadores que arribaron al espectro nacional desde las redes sociales, especialmente las plataformas YouTube y Facebook -hoy Meta-, para comentar noticias que otros hacen, porque hasta eso ni siquiera ellos las producen, resultaron una farsa.
Los tipos no reportean, no esquematizan la información, no redactan ni elaboran una nota o un reportaje sino que se ‘cuelgan’ de lo informado por los que ellos llaman ‘los medios tradicionales’ y de ahí basan toda su perorata. Salvo la transmisión y la discusión -bueno más bien el ensalzamiento y repetición – de lo dicho en cada conferencia mañanera de López Obrador, esos “comunicadores” no producen nada. Son como parásitos que medran del trabajo de los demás.
Ellos no han logrado rebasar a la prensa formal. Ninguno, ni en lo individual ni en montón. No generan la agenda mediática no cambian la percepción colectiva y ya poco le sirven al caudillo. Estos propagandistas de las redes sociales solo les hablan a los seguidores del lopezobradorismo que cada día se reducen más, lo que al final confirma que ni como propagandistas del régimen han hecho un buen trabajo.
La prueba de lo anterior es que todos los días López Obrador arremete contra la prensa y los periodistas formales. Los acusa de todo y les atribuye todas las peripecias de su administración. ¿Por qué ocuparse de ellos si se supone que ya están rebasados y que ya hay una nueva forma de hacer periodismo y una nueva casta de “comunicadores”?, ¿sus propagandistas no le son suficientes para “bien informar” a la nación?
Claro que no. Ni sus alabadores de la redes sociales ni las mismas redes sociales, que ya se convirtieron en “malditas” para él, y ni siquiera sus propias “Mañaneras” le alcanzan. A la mitad del camino, el periodismo real sigue estando ahí, cuestionando al poder y haciendo su labor en el espectro democrático.
Aunque no son ejemplos impolutos del periodismo, pero si son periodistas a diferencia de los advenedizos del morenismo, Ciro Gómez Leyva y Carlos Loret de Mola recientemente enfrentaron la intentona de palacio nacional para removerlos de su noticieros en la televisora Imagen y la radiodifusora de la W, respectivamente.
Desde el gobierno se les quiso callar y finalmente no lo lograron pero si obtuvieron la venía de los concesionarios para hacer reajustes en la barra informativa. El caso más evidente fue el del noticiero de Gómez Leyva que tuvo que incorporar a un comentarista del régimen, el productor Epigmenio Ibarra, duro entre los duros propagandistas del tabasqueño.
Revelador caso, ¿por qué el señor Ibarra no se quedó con El Chamuco TV, La Jornada, La Octava o las decenas de canales del YouTube que a diario retransmiten la propaganda obradorista y tuvo que ser enviado a un espacio de los “corruptos, conservadores y golpistas”? Porque esos medios informativos afines al régimen ya no hacen la diferencia -bueno, nunca la hicieron pero al principio creyeron que sí – y lo que ellos llaman “medios tradicionales” siguen como la prensa real.
MILLONES DE ‘ENEMIGOS’
Fascium, es un término viejo. Viene del latín que significa “facción” o “parte”. Es el antecedente etimológico del fascismo, ese sistema gubernamental que surgió en Europa a principios del siglo pasado y que se convirtió en una pesadilla para la humanidad. Los gobiernos fascistas son encabezados por un dictador que centraliza la autoridad y que promueve un acentuado nacionalismo y el odio por motivos raciales e ideológicos, expone el diccionario.
Una de las principales características de fascismo es que se gobierna para una sola parte de la población -los caucásicos, los supremacionistas, los ricos, los seguidores de un partido, los que profesan una religión o comparte una idea, etcétera- o sea, para una facción de la sociedad. El resto son proscritos. López Obrador lo acaba de decir abiertamente: que sus enemigos no son solo “Loret o Calderón, son millones, son como 25, 30 millones ese es mi cálculo, son millones, y no sólo en México, en todo el mundo”.
Confesión de parte: el presidente no gobierna para todos los mexicanos sino para una facción, aquellos que no siguen ciegamente y no lo cuestionan -en general toda la clase media y alta del país-. Vaya revelaciones de un fascista, algo que se sospechaba pero de lo que ahora ya se tiene la certeza.