ANDRÉS TIMOTEO
ANAVERSA: CRIMEN DE ESTADO
Pentaclorofenal, ácido 2,4-diclorofenoxiacético (2, 4-D), paratión metílico, malatión y paraquat eran cinco de los veinte compuestos químicos que se almacenaban en las instalaciones de la planta Agricultura Nacional de Veracruz S. A. (Anaversa) que mañana cumple 31 años de haberse incendiado. Al menos tres de esos cuatro químicos están prohibidos en Estados Unidos y la Unión Europea por su alta toxicidad.
El 2,4-D es un agrotóxico muy volátil, es decir que se evaporiza con facilidad y se dispersa a grandes distancias, hasta 30 kilómetros del punto donde se vierte y aunque su absorción inmediata puede ser tratada, una exposición permanente ocasiona daños neurológicos. El químico ataca principalmente las membranas cerebrales y como viaja largas distancias se puede ‘pegar’ a plantas y frutas que son consumidas con el tiempo. El un veneno a largo plazo, pues.
En el 2014, el Centro de Protección de la Naturaleza de Santa Fe dirigió una petición formal a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que se prohíba totalmente su utilización -algunos países todavía lo utilizan – y acompañaron la solicitud con un estudio levantado en las zonas agrícolas de Argentina donde se comprobaron las neuropatías y trastornos endocrinos que genera.
Pero los que se llevan las palmas en cuanto a peligrosidad son los otros tres. El pentacloronefal es altamente carcinogénico y mutágeno o sea que provoca cáncer y mutaciones genéticas en los bebés, y daña el hígado, riñones, piel, sangre, pulmones, sistema nervioso y el tramo gastro-intestinal. Su uso está prohibido desde los años setenta.
El paratión metílico es altísimamente tóxico para todos los seres vivos y en los humanos ataca los sistemas nervioso, muscular y respiratorio, y puede ser acumulativo. Es decir, que permanece activo por largo tiempo y contaminando lentamente. Y el paraquat es el rey de las sustancias mortíferas, lo llaman el “amigo de los suicidas” porque mata casi inmediatamente al ser ingerido.
Al estar expuesto a largo plazo -durante meses o años- el organismo presenta inflamaciones , edemas y fribrosis pulmonar y cerebral, además de daños a tracto digestivo, riñones, hígado y glándulas adrenales. La Unión Europea prohibió su uso definitivo para cualquier actividad agrícola desde el 2007. Estas y otras sustancias se derramaron y ardieron a altas temperaturas el 3 de mayo de 1991 en Anaversa. Su mezcla y combustión arrojó algo peor: las dioxinas, compuestos altamente cancerígenos con una vida prolongada.
La actividad letal de la dioxinas es de al menos cien años por lo que están contaminando y dañando a los organismos vivos durante un siglo. Hace 31 años en Córdoba se generaron dioxinas que siguen activas, la gente continúa expuesta a las mismas aunque casi nadie quiera hablar de ello. Se trata del consuelo de los tontos: sino se toca el tema, éste no existe pese a que siga matando.
La ‘zona cero’ de la catástrofe química es el edificio que albergó la fábrica de pesticidas que sigue abandonado y al descubierto. Las antiguas instalaciones de Anaversa son tan tóxicas y peligrosas que deberían estar encapsuladas. Desde hace años, varios especialistas plantearon la necesidad de construir un gran sarcófago para aislar el sitio y sus alrededores a fin de evitar que continúe contaminando, pero ninguna autoridad se lo ha tomado en serio.
Al contrario, hace unos años el entonces alcalde panista Tomás Ríos Bernal quiso construir ahí un mercando. Imagínense el grado de irresponsabilidad. Claro, ¿qué se puede esperar de este individuo que fue quien malversó los 100 millones de pesos -junto con su síndico, Gerardo Buganza, nadie lo olvide- del Fideicomiso que creó el exgobernador Dante Delgado para ayudar a los afectados por la explosión de la fábrica?
El edificio abandonado está ahora a la venta cuando debería ser objeto de aislamiento severo, bajo plomo como Chernobyl. ¿A cuánta gente han matado las dioxinas de Anaversa? No se sabe, la contabilidad de decesos se paró cuando se llegó a mil 500 muertos. Algunos hablan de hasta 10 mil víctimas pero no hay barridos sanitarios ni estudios que lo confirmen. Todo parece una conjura oficial para que se olvide la tragedia y se continúe ignorando a las víctimas.
Tiene razón la exdiputada Rosalinda Huerta Rivadeneyra, quién por tres décadas ha representado y defendido la causa de la Asociación de Enfermos y Afectados por Anaversa al señalar que esta “es una historia de corrupción, de complicidad, es un crimen de Estado impune, sin justicia para las víctimas”. Las autoridades de los tres niveles dejaron en el abandono y la indefensión a miles de personas que estuvieron expuestas a la contaminación química. En pocas palabras, las dejaron morir sin ayuda.
EL PERRO QUE LADRA A LA LUNA
La activista habla de que es necesaria la justicia remediativa o restauradora aunque esta tiene mucho de simbólico y poco de efectivo. Si buen suena duro, los muertos ya no pueden revivir, los que pasaron años de agonía por diversas enfermedades no pueden ser recompensados ni se puede cambiar el destino de los cientos de niños que nacieron con mutaciones, principalmente anencefalia. Pero sí se puede reconocerlos como víctimas y atender el asunto ambiental, o sea evitar que siga la contaminación y, por ende, las muertes a largo plazo.
El cabildo de Córdoba acaba de establecer el 3 de mayo como Día Municipal de Prevención de Desastres Químicos y Ambientales pero eso es insuficiente, algo decorativo. El alcalde Juan Martínez es médico y sabe de la magnitud del accidente químico, y está consciente de la necesidad de hacer estudios epistemológicos y ambientales en esa parte de la ciudad. No se puede excusar con bagatelas como una fecha conmemorativa, y si lo hace viola su Juramento de Hipócrates.
Por cierto, para las generaciones que no lo vivieron y para las que sí y necesiten refrescar la memoria hay que echar un vistazo al documental “El perro que ladra a la luna” de las periodistas españolas Charo Ruiz Gitrama y Sandra Soler Peyton quienes radicaron unos años en Córdoba. En su cortometraje rescatan videos, fotografías y testimonios de aquel 3 de mayo de 1991 en el Barrio Las Estaciones donde inició el matadero químico que sigue activo. (http://y2u.be/d7PO4hFMRh8).