ANDRÉS TIMOTEO
LA MOJIGANGA
No decepcionó a nadie. El folclórico Patrocinio Cisneros llegó a congreso local partiendo plaza con acarreados y aplaudidores por encargo, preguntones adiestrados -los diputados- y una banda de viento que le tocó “El Rey”. Su comparecencia era esperada pero no por la glosa del informe gubernamental ni por el balance sobre la gobernabilidad o el desentrañado de los vericuetos políticos. No, lo era porque marca hito en los desfiguros.
Habrá que ver si otro funcionario lo supera en lo siútico -palabra políticamente correcta para sustituir el término ‘naco’-. Tal vez lo haga el de Educación, Zenyazen Escobar, también proclive a los acarreados y a instalar ‘trompos’ de tacos al pastor en las afueras del palacio legislativo convirtiéndolo en un merendero de barrio, o el de Salud, Roberto Ramos, que ha llevado brujos para que le realicen rituales chamánicos con hierbas e incienso. Son competidores dignos de su pelaje.
¿Se acuerdan que el perredista Arturo Hervis llegaba al congreso con sombrero y chamara de tiras de piel o que el inefable Renato Tronco lo hacía montado en su caballo de nombre “Tentación”? Pues ahora Patrocinio Cisneros metió una banda musical y hasta un grupo de mojigangas afromestizas. Vaya que no le atinaron los que le dieron un nuevo apodo al funcionario, el Tío Lucas -según lo registró el maestro Luis Velázquez al realizar una desfragmentación política del bajacaliforniano-, en alusión al personaje de La Familia Adams.
Se equivocaron porque más bien se parece al Tío Cosa, o Cousin Itt por su nombre en inglés, haciendo el paralelismo estético con las mojigangas que llevó a su comparecencia. Del contenido de la misma, casi nada. ¿El catamarán del Papaloapan?, ¿las pistas de hielo?, ¿los mercadillos navideños?, ¿la publicidad en autobuses foráneos?, ¿las tiendas de artesanías , ¿las banquetas repintadas y los jardines chapeados? Únicamente bisutería tiene en su haber.
Y lo cerrero le brotó en sus respuestas a los diputado pues al no tener nada importante ni real que notificar, el tipo exhibió la fotografía de una mujer golpeada -la ex esposa de su antecesor durante el bienio yunista, Rogelio Franco – como un “logro” en materia de protección de las mujeres y combate a los feminicidios. No tiene para más.
Pero osado como es, el señor Patrocinio presumió que en el gobierno que representa no se permite la violencia ni las agresiones contra las mujeres. ¿Y lo que él mismo le hizo a la finada alcaldesa de Jamapa, Florisel Ríos a quien dejó desprotegida y a merced del crimen organizado para que la asesinara?, ¿y cuando amenazó de viva voz a la magistrada Sofía Martínez y a su familia para obligarla a dejar la presidencia del Poder Judicial? Este individuo no tiene compostura, aunque sí mucha caradura -no importa que rime la frase-.
NI TAN DESARROLLADOS
Por allá del 2016 tuve mi primer acercamiento a la obra de Wole Siyinka -perdón por la primera persona-, el africano pionero en ganar el Nobel de Literatura, en 1986. Fue mencionado por un maestro de La Sorbonne que impartía el curso de estética literaria. Por esos días, una compañera me prestó uno de sus libros diciéndome una frase muy usada en Latinoamérica: la infancia es destino. “Ya lo dijo Siyinka, leelo”, arengó.
Era “Aké: los años de la niñez”, una autobiografía que relata su infancia en Aké, aldea yoruba al norte de Nigeria. El relato es hermoso, pero no se diferencia mucho de las vivencias de otros pequeños en cualquier parte del planeta. Los niños son felices en su entorno, aun cuando éste sea inhóspito pues tienen dos gracias divinas: la imaginación y la inocencia. No sufren tanto como los adultos. Ellos hacen fiesta sobre un montón de piedras y trotan felices en los muladares. Recrean bosques encantados y correrías de piratas en medio de los escombros.
Wole Siyinka sostiene que todos somos niños nada más que – de adultos- estamos cargados de años, circunstancias, creencias “y otros alimentos del alma sean dulces o amargos”. Todo comienza con la niñez y lo que aprendemos durante esa etapa influye en el resto de nuestra vida. El literato africano estuvo en Europa, concretamente en España donde presentó su segunda novela, “Crónicas desde el país de la gente más feliz de la tierra”, publicada cincuenta años después de la primera.
No se lleva bien con la novela, dice, es poeta y redactor de teatro, se siente más cómodo siendo dramaturgo. Aún así, los que ya leyeron su segunda novela la recomiendan ampliamente. La prensa ibérica lo entrevistó a gusto sobre su producción literaria y también sobre su vida como activista. Fue preso político en los años sesenta y es un crítico inflexible del fanatismo religioso y de los gobernantes autócratas y dictatoriales a los que llama “asesinos de masas”.
A la periodista Berna González Harbour del diario El País, el escritor le dio una pista del por qué los estadounidenses llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca en el 2016, algo que ha sido el quebradero de cabeza para los pensadores y analistas de todo el orbe.
– Destruyó su tarjeta de residente cuando ganó Trump. ¿Se arrepiente hoy que ya no está?, lo cuestionó González Harbour. “- No, no, no me arrepiento, no podía hacer otra cosa. Ese hombre era racista, era un maníaco xenófobo, insultaba a otras nacionalidades, les llamaba países de mierda. Abiertamente. Lo era”.
“Representaba lo peor de los prejuicios americanos y el retroceso político, pero fue muy útil porque lo que hizo fue recordar a los americanos que no están tan desarrollados intelectual ni filosóficamente”, dijo. Y he ahí el hilo puntilloso que ayuda a resolver la incógnita: Estados Unidos es una potencia económica y militar, el ‘sueño americano’ es un modelo global y se hace llamar la democracia por antonomasia, pero queda a deber en el terreno intelectual y filosófico por eso hicieron presidente a un tipo como Trump.
Y le acotó: “Así que rompí mi tarjeta verde y cuando tengo que ir a Estados Unidos saco el visado y punto. La embajada estadounidense no tiene ningún problema, me dejan ir, porque hay gente buena, que hace que me sienta atraído por EEUU. No me sacan los perros cuando llego, todo lo contrario”. En concreto, su reflexión es no hay que demonizar a toda una sociedad por un error cometido en la democracia. Vaya lucidez a los 87 años. Siyinka es de esos que encienden faros cuando hay oscuridad.