ANDRÉS TIMOTEO
LA RISA DE LOS CUINOS
Hay sonrisas que descomponen el estómago. El feminicida Marlon Botas se entregó a las autoridades con una sonrisa de oreja a oreja. Las crónicas periodísticas relatan que hasta les guiñó el ojo a las reporteras y fotógrafas ahí presentes -imagínense el miedo de las compañeras pues un asesino de mujeres les dirigió un gesto de picardía- y caminó altivo flanqueado por los policías. Fue parte de un teatro, claro. No olviden que su padre, Jorge Botas, también reía burlonamente cuando catearon su domicilio.
Hay sonrisas que generan reflujo biliar. El rostro sonriente del feminicida Botas tan buscado durante más de un año hizo recordar la risilla del exgobernador Javier Duarte cuando fue detenido en un hotel de lujo en Guatemala, en el abril del 2017, tras varios meses prófugo. Duarte se reía frente a las cámaras fotográficas y de video aun esposado, y también en las primeras comparecencias ante el juez guatemalteco que decidiría sobre su repatriación.
Hay sonrisas que se alimentan del dolor ajeno. El 24 de octubre del 2015, Aracely Salcedo Jiménez increpó a Duarte de Ochoa por la inacción para buscar a las víctimas de desaparición forzada, entre ellas su hija Fernanda Rubí plagiada desde el 7 de septiembre del 2012. La madre reclamó al entonces gobernante que la Fiscalía no hacía nada y Duarte se reía. “¡No se burle, quite su sonrisa porque yo no vivo desde hace tiempo”, le gritó desesperada.
Hay sonrisas que hacen recordar a las hienas. Atrás de Duarte, también reía su entonces esposa, Karime Macías, quien lo acompañaba en aquella gira por Orizaba. ¿Cómo es que una madre, en este caso la ‘primera dama’ del estado, se pueda reír de la desgracia de otra? Pues sucedió. En aquel tiempo, algunos caricaturistas compararon la mueca burlona de Macías de Duarte con la risa de las hienas.
Hay sonrisas que insultan a los ensangrentados. Cuando al innombrable que gobernó a Veracruz le preguntaron sobre las declaraciones que hicieron unos capos en una corte de Estados Unidos de que financiaron su campaña electoral a cambio de entregarles la entidad, el tipo afirmó que era “naco pero no narco”. Lo dijo entre risas y lo secundaron a carcajadas varios de sus colaboradores, entre ellos su secretario de Gobierno, Reynaldo Escobar. Le festejaron la burla hacia todas las víctimas del imperio del crimen organizado que inició en el fidelato.
¿De qué se ríen todos esos cuinos? De que, por el momento, se sienten -o se sentían- seguros encaramados en el poder, afianzados a acuerdos y pactos sibilinos, con una impunidad prometida y a que piensan -y pensaban – que el karma no los iba a tocar. Duarte está en la cárcel, su exmujer en vías de extradición desde Gran Bretaña y el innombrable ni siquiera puede caminar por sí mismo y le tienen que limpiar las excreciones que el escurren por donde antes se reía. Que en ese espejo se mire el feminicida Marlon Botas. Las risas de burla no son eternas.
Por cierto, la entrega de Botas puso, otra vez, en entredicho la credibilidad de la Fiscalía de Veracruz que intentó manipular grotescamente el hecho haciéndolo pasar como una acción derivada de las pesquisas ministeriales -en un comunicado ominoso tanto por la ortografía como por el contenido falsario– pues el sonriente feminicida posteó en sus redes sociales: “Yo me entregué a cambio de lo pactado”.
¿Qué pactaron la fiscala Verónica Hernández y el gobernante Cuitláhuac García con el feminicida? Ambos niegan la especie y afirman que Botas no tuvo otra opción que rendirse porque estaba acorralado. Ajá. ¿Alguien les cree? Con las mentiras dichas en otros casos, nadie.
La organización feminista “Brujas del Mar” detectó ya la maquinación y llamó a la opinión pública a estar pendientes del proceso judicial. “No soltemos, vigilemos”, pide porque todo indica que se está repitiendo el caso de Los Porkys de Costa de Oro cuando el gobierno duartista intentó por todos los flancos, desde el mediático hasta el judicial, protegerlos y brindarles impunidad.
A Marlon Botas le facilitaron la huida, lo hicieron pasar por ilocalizable durante más de un año y toleraron a los padres encubridores hasta que la presión pública los obligó a actuar. Dicen los bien enterados que hubo abultados sobornos a funcionarios de Seguridad Pública y de la Fiscalía que ahora están entrampados en su cochupo. Al final la sonrisa se les tiene que borrar a los cuinos.
NUEVOS TIEMPOS
Hablando de azares más simpáticos, el destino alcanzó al Carnaval de Veracruz. Llegó el tiempo de los ‘influencers’ o influenciadores -qué palabra tan complicada-, los que predominan en las redes sociales y están erigidos como ídolos emergentes de una parte de la masa poblacional. En la fiesta del Rey Momo – ¿sabían que Momo es diminutivo del nombre árabe Mohamed? – serán entronados dos de ellos, Yerania Cruz y Bryan Villegas. Ambos llenaron con dinero las arcas del comité organizador para asegurarse la testa coronada.
¿Compraron el reinado? Puede que sí, puede que no. Depende del punto de vista, es el vaso medio lleno o medio vacío. No hay que espantarse porque es la fiesta del relajo y de lo imposible, y la cual nunca ha sido impoluta. ¿No se acuerdan cuando los Reinados de la Alegría los tenía acaparados Televisa Veracruz o cuando el gobernante en turno imponía a monarcas aunque fueran horrorosos e impresentables? Entonces, comprar la regencia carnavalesca no es algo nuevo.
Tampoco se escandalicen quienes aleguen que los ‘influencers’ que reinarán durante el novenario de pachanga tienen cerebro de ostión, pero la memoria es flaca: ya se tuvo una ‘reina meona’, una filicida, una que llegó a ser diputada, muchas pleiteras, otra cleptómana y otras que incluso fueron ligadas a cosas peores. Y de los Reyes Feos ni hablar porque muchos le hicieron honor al sobrenombre en cuanto al espíritu y las mañas. Así que no pasa nada.
Por lo pronto ya se anunció que el Coronavirus será quemado para exorcizar al Mal Humor. ¿Por qué no tateman vestido de manatí a Sergio Rodríguez Cortés por el asalto al Acuario? En fin, este año se salvaron de la hoguera nuevamente el Bola 8, el Besucón, el Carón, el Jefe Gorgory. la Fiscala Carnala y demás prepotentes que hacen pasar malos ratos al pueblo, aunque de todos modos los blandengues organizadores no se atreverían a chamuscarlos como Dios -y el pueblo- manda. ¡Abur!