ANDRÉS TIMOTEO
¿QUÉ IBAN A SER DIFERENTES?
Caso uno. El gobernante en turno, Cuitláhuac García viajaba en autobús comercial hacia la Ciudad de México y sus biógrafos hasta presumían en redes sociales el precio del boleto en la línea Autobuses de Oriente (ADO): 718 pesos en la modalidad GL y 484 pesos en la versión tradicional. Eran las tarifas de aquel 2019. Algunos acomedidos a la fotografía de García Jiménez montándose al autobús anexaban la canción del TRI que dice “estoy esperando mi camión/ en la terminal del ADO”.
Era la alborada del cuento de la austeridad republicana a la hora de transportase. Tres años más tarde, esa austeridad quedó en el olvido y el TRI junto con su vocalista Alex Lora son odiados por los morenistas porque cuestionan al mesías tropical y a la “cuarta transformación”. Y García Jiménez ahora viaja en una camioneta blindada y de un costo de 3.5 millones de pesos, y ocupa ese tipo de vehículos no solo para acudir a la capital del país sino en todos sus desplazamientos por la entidad.
Los jalapeños ya no ven raro la caravana de vehículos de alta gama que acompañan al gobernante por toda la ciudad. Si se le antoja unos ‘hot-dogs’, arriba al puesto todo el armatoste vehicular, si quiere tomarse un café o echarse unas ‘chelas’, lo mismo. Es igual que cuando Javier Duarte o el innombrable se movían vía terrestre con súper-camionetas de lujo y al menos una treintena de guardaespaldas. Así de ‘fifí’ y de ‘sabadaba’.
Caso dos. El ínclito también hizo campaña en el 2016 acusando los excesos del duartismo, claro de forma ‘quedita’ para no afectar el patrocinio -no, no se habla de su secretario de Gobierno, el bajacaliforniano Patrocinio Cisneros sino de las maletas llenas de dinero de las que hablaba el priista Héctor Yunes-, pero la hizo. Juró ante todos que no viviría en Casa Veracruz y esa promesa la reiteró en el 2018. La residencia oficial iba a ser ocupada por otras dependencias, anunció.
Tres años después, el señor vive y convive en Casa Veracruz con todas las comodidades como cuando el ocupante era Duarte de Ochoa. Los vecinos de la colonia 2 de Abril dan cuenta de las pachangas que ahí se celebran y algunas que se prolongan hasta las madrugadas. El cotilleo afirma que incluso volvió a funcionar la sala privada de cine y los bares repletos de todos las infusiones espirituosas como en las mejores épocas del duartismo. ‘Solo faltan los pavorreales’, aclara uno de los vecinos. ‘¡No, esos fueron los primeros en regresar!’, le responde otro socarronamente.
Caso tres. La comapeña Rosa Hernández junto con otros diputados de Morena promueve amparos colectivos contra el Grupo Metropolitano de Agua y Saneamiento (MAS) por los cortes del servicio a los morosos y para que se les proporcione el líquido como un derecho humano. Para ello prometió que pondrá a disposición de los usuarios algunos abogados afines a su partido para que realicen las diligencias jurídicas. El cálculo es electoral, por supuesto, un amparo equivale al voto comprometido del beneficiado y su familia.
Todo lo que en política tiene precio, sale barato, decía su antiguo patrón, el innombrable. Le aprendió bien, pero la comapeña solo recicla lo viejo y lo ajeno. Esa misma engañifa de los amparos por el agua potable se la inventó desde hace años la panista Josefina Gamboa con el mismo objetivo: votos a cambio del tinglado abogadil. Ni para copiar es buena la legisladora morenista y los abuelos en el pueblo resumirían el asunto con que “es la misma gata, pero revolcada”.
Caso cuatro. Volvió la cultura del ‘tapado’ y el lenguaje críptico en los políticos aldeanos. El delegado de la Secretaría del Bienestar, Manuel Huerta Ladrón de Guevara dice, a quienes lo cuestionan sobre sus aspiraciones electorales, que no se mueve con ese afán, pero en reuniones privadas ya está formalizando su equipo de funcionarios y ediles que lo respaldarían en ese proyecto. Utilizando, obviamente, el cargo y el presupuesto público.
“Todos los que andan destapados, que tengan cuidado, que se pongan su capucha, yo la verdad no ando destapado, siempre he estado con mi camiseta bien puesta”, aseveró recientemente en un juego de palabras que no es otra cosa que una modalidad de aquella verborrea priista de los años setenta que rezaba: “ni me encargo ni me descarto sino todo lo contrario”. Claro, el tipo le tira flechas a la luna -a la gubernatura- para ver si le atina a un ganso que pase volando -el Senado o una diputación federal – pues no da para más.
Y hasta eso se le complicará pues si Morena y el lopezobradorismo volverán a enfrentar el cuestionamiento generalizado si postulan a Huerta Ladrón al cargo de elección popular que sea porque tiene tres denuncias penales por abuso sexual y un historial enorme de señalamientos sobre una conducta de depredador de mujeres en su entorno. Si el régimen lo hace candidato, en Veracruz se viviría un “Macedoniazo” como en Guerrero cuando otro depredador sexual, Félix Salgado Macedonio, fue candidato a la gubernatura. Habrá teatro para rato.
Caso cinco. “A mi me cuesta el doble o el triple ser alcalde que no serlo”, alardea el llamado “Rey del Plástico”, Ricardo Ahued, hoy munícipe de Jalapa. Así respondió a un reportaje que lo incluyó entre los ediles mejores pagados del estado y del país. Cada mes cobra 102 mil pesos, mucho más que el gobernador García Jiménez y que el mismo presidente López Obrador. Pero, ¿cómo deben entender los jalapeños esos dichos de su edil? Que el exquisito funcionario ¡paga por trabajar!
Según su alegato, esos míseros 100 mil pesos son apenas la tercera parte de lo que obtendría no siendo presidente municipal, entonces ¿por qué no se regresa a su ‘changarro’? Porque tonto no es y el negocio no está en el salario pues este es una mera una cuota extra para acceder al cofre entero: los ‘moches’ por contratos de obra pública y proveeduría así como transacciones paralelas desde la oficina municipal.
Como ejemplo, ya se levanta una nueva plaza comercial en la capital del estado donde el hidalguense lleva sociedad a través de prestanombres. ¿Se acuerdan de aquella otra máxima del priato cuando decían que ‘tenían que recuperar lo invertido en la campaña electoral’? Pues esa aplica Ahued Bardahuil. Claro que el ayuntamiento es mejor negocio que vender artículos de plástico, por eso está ahí aunque le paguen poco, según él.