TEXTO IRREVERENTE

Andrés Timoteo

AÑO SANGRIENTO

El lunes fue asesinado a balazos Pedro Pablo Kumul Amaya, el octavo comunicador en el sexenio que corre. Él se desempeñaba como reportero del diario digital Comunicación Ax Noticias y era locutor de la estación Es Amor 104.5. Es, también, el cuarto periodista que matan en lo que va del presente año.

Las tres víctimas anteriores fueron Yessenia Mollinedo Falconi y Johana García Olvera asesinadas en Cosoleacaque el 9 de mayo y José Luis Gamboa muerto tras un ataque a cuchilladas en el puerto de Veracruz el 10 de enero. Por ende, este 2022 ha sido el más sangriento para la prensa veracruzana con cuatro informadores victimados, la mitad de todo lo acumulado en los cuatro años que han transcurrido del sexenio cuitlahuista.

En el 2019 mataron a Jorge Celestino Ruiz en Actopan, en el 2020 a María Elena Ferral en Papantla y a Julio Valdivia en Tezonapa, y el año pasado asesinaron a Jacinto Romero en Ixtaczoquitlán. Dentro de la numeralia sangrienta, dos de los periodistas abatidos son de la zona centro.

Apenas se supo del crimen de Kamul Amaya, desde las oficinas del gobierno estatal lanzaron una campaña para desacreditarlo como periodista. Divulgaron que era conductor de taxi y que su asesinato obedeció a una disputa vial. Es parte del manual de los caraduras porque lo mismo han dicho funcionarios de este gobierno y de los anteriores para desacreditar a las víctimas de la comunidad reporteril.

Recuerden que en el 2015, el entonces gobernante Javier Duarte afirmó que Moisés Sánchez Cerezo de Medellín de Bravo era taxista y lo desacreditó para que su muerte se investigara como atentado contra un periodista. De Leobardo Vázquez Atzin victimado en Gutiérrez Zamora en el 2018, el fiscal yunista Jorge Winckler lo catalogó como “un taquero” con la misma finalidad de no indagar su muerte como un delito contra la libertad de prensa.

Y de Jorge Celestino Ruiz los funcionarios cuitlahuistas en un principio afirmaron que se trataba de un “abarrotero”, que regenteaba una tienda, pero luego rectificaron no por decencia ni voluntad de procurar justicia sino porque el caso fue utilizado para perseguir judicialmente al alcalde panista de Actopan, José Paulino Domínguez Sánchez quien fue desaforado en marzo del 2020 tras ser acusado de autor intelectual del crimen. Pese a ello, el tipo nunca pisó la cárcel.

Ya son ocho los periodistas veracruzanos asesinados y en casi todos los casos predomina la impunidad, el manoseo político- electoral de los casos y la indolencia oficial. Peor aún, mientras acribillan a los comunicadores, los holgazanes integrantes de la Comisión Estatal de Protección -risas- a Periodistas están ahora en un pleito intestino por la entrega de contratos a proveedores y el manejo de los recursos millonarios que se les asigna.

CALLADA MANERA

Se fue el gran Pablo Milanés, el portento cubano de la poesía hecha trova. Con él también pasan a la leyenda su voz, sus conciertos, su filosofía vestida con notas musicales. Hizo genialidades con las partituras, pero fue más insólito porque logró agregarle sonoridad a la poesía escrita de otros magníficos como Alfonsina Storni, José Martí y Nicolás Guillén. Es más, tan enorme era Milanés que logró musicalizar un poema completo de Guillén, sin adaptarlo, sin cambiarle una coma.

“De qué callada manera/ se me adentra usted sonriendo/ como si fuera la primavera,/ yo muriendo. / Y de qué modo sutil/ me derramó en la camisa/ todas las flores de abril./ ¿Quién le dijo que yo era risa siempre, nunca llanto?/ Como si fuera la primavera/ ¡no soy tanto!/ En cambio que es mi ritual que usted me brinde una rosa/ de su rosal principal”. Y así, con una callada manera, Milanés se marchó a hacer la trova ahora entre los celestiales.

Otoño triste porque un día antes partió otra grande, Hebe de Bonafini, una de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo, en Argentina, la organización de buscadoras de desparecidos más famosa del mundo. Hebe y sus compañeras desafiaron a la dictadura militar de los años setenta exigiendo la presentación con vida de sus hijos, nietos, nueras, yernos y demás familiares desaparecidos. La llamaban la madre con el pañuelo, prenda en color blanco que convirtieron en símbolo de la resistencia, la solidaridad entre víctimas y la defensa de los derechos humanos.

Las Madres de Plaza de Mayo comenzaron a recorrer un camino tortuoso desde hace cuatro décadas en pos de localizar a sus desaparecidos y abrieron ruta para las madres que hoy en día están en ese viacrucis en México, y en Veracruz, para hallar a sus seres queridos víctimas de desaparición forzada. Doña Hebe nunca encontró en vida a sus hijos Jorge Omar y Raúl Alfredo, desaparecidos en 1977 y 1978, pero ya los halló el domingo, los alcanzó en el Cielo.