TEXTO IRREVERENTE

Por Andrés Timoteo

SÍ ES POSIBLE

La paz no es algo imposible. Tampoco la colaboración benigna entre los implicados en las guerras y masacres. Colombia que lleva más de medio siglo en una guerra de tres frentes – los narcotraficantes, los guerrilleros y los paramilitares- tiene hoy dos ejemplos insólitos de que la utopía puede llegar a ser realidad y de que es factible caminar hacia la pacificación y la reconciliación.

Dado que Colombia es un espejo de México pues allá se lleva viviendo desde hace cinco décadas lo que los mexicanos padecen desde el 2007 cuando el panista Felipe Calderón declaró la “guerra contra el narco” que ha dejando a la fecha 400 mil muertos y casi 150 mil desaparecidos, esos ejemplos son hoja de ruta para ensayarlos acá en un futuro.

Claro, en México no hay guerrillas activas ni paramilitares, pero un solo bando, el del crimen organizado, es suficiente para la devastación. Eso y la tolerancia -casi colaboración – del gobierno federal que pregona que a los matones hay que abrazarlos en lugar de combatirlos han llevado al país a una situación que a veces parece que no tiene vías para resolverla.

Pues bien, en Colombia esos dos ensayos sociales buscan regresar el aliento y la esperanza a los pobladores azotados por la barbarie y el luto. El primero se desarrolla en el puerto de Buenaventura, la principal terminal marítima colombiana, donde en una semana, el 2 de enero, se cumplirán cuatro meses de tregua en la ‘guerra urbana’ que sostenían las dos bandas principales que operan en la zona, Los Shottas y Los Espartanos.

Los pandilleros de ambas organizaciones dedicadas al tráfico de droga, la extorsión, el secuestro y el sicariato se sentaron a la mesa de un “dialogo exploratorio” -así lo han llamado- convocado por la Iglesia Católica para detener la violencia y la ola de muerte. ¡Funcionó! Las cabecillas de esas bandas aceptaron dialogar con mediación del obispo Rubén Darío Jaramillo y se abrió el camino para la paz. Cierto, es una paz temporal, muy endeble, pero paz al fin y que sabe a paraíso.

Antes en casi todas las colonias había un ‘toque de queda’ no formal, impuesto por los criminales. La gente no salía de sus casas a partir de las 6 de la tarde pues aventurarse en andar en las calles después de esa hora era exponerse a morir en medio de balaceras. Hoy los colonos andan libremente y los niños juegan afuera de sus casas hasta el anochecer. El índice de homicidios se desplomó casi a cero y todo está puesto para que del “dialogo exploratorio” se pase a una mesas formales para la paz.

Lo anterior es la cosecha de una iniciativa de la Iglesia Católica, no del gobierno, que comenzó con el llamado a la población -incluida la feligresía porque los convocados son todos, no solo los católicos – para reflexionar en grupo sobre la situación de violencia e inseguridad y luego se pasó a las acciones más aventuradas: llamar a los líderes de los grupos delictivos a dialogar también y acordar una tregua.

En México recientemente la Iglesia Católica ha iniciado también a este tipo de reflexiones, primero con jornadas de oración por la paz y luego en las mesas de Diálogos por la Justicia y la Reconciliación para la Paz, pero al igual que en Colombia lo hace en solitario porque el gobierno lopezobradorista no la acompaña. Ellos siguen sus “abrazos, no balazos” para los mafiosos.

En las barriadas de Buenaventura donde antes privaba el miedo y se paseaba la muerte ahora las parroquias organizan torneos de futbol bajo el lema “Mete goles, no balas”. Uno de ellos se realizó el 2 de octubre y fue mítico por dos cosas. Una, porque se cumplía el primer mes del inicio de la tregua en la guerra urbana, lo celebraban con deporte y la otra porque los jugadores fueron pandilleros de Los Shottas y Los Espartanos.

Quedaron empatados pues en el afán de mostrar voluntad para calmar la pugna muchos goles no se anotaron por errores adrede y el marcador quedó parejo: nadie perdió. Estos diálogos exploratorios no fueron fortuitos sino resultado de una larga gestión de los religiosos por más de dos años. En Buenaventura se comprobó que la paz sí es posible y ahora le tocará al gobierno de aquella nación aprovecharlos para realizar las mesas formales que conduzcan a que la pacificación sea duradera.

HOY SON BUSCADORES

En los departamentos -lo que en México son estados- de Huila y Caquetá también hay otro ejemplo inédito de reconciliación y de justicia para las víctimas de la guerra colombiana. Ahí hay un acercamiento que se percibía inverosímil – mediado también por la Iglesia Católica y organizaciones no gubernamentales- entre exlíderes de la guerrilla y la paramilicia. Uno es Fabián Ramírez quien fue comandante del Bloque Sur de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

El otro es Carlos Fernando Mateus, apodado “Paquita”, exjefe del Bloque Central Bolívar, uno de los brazos de las Autodefensas Unidas de Colombia. Ambos personajes ordenaron, presenciaron y callaron por años asesinatos y desapariciones de personas que terminaron en fosas clandestinas. Ahora los dos están participan en un ejercicio de memoria para localizarlos.

Con mapas en mano y recuerdos en mente recorren los parajes serranos con los activistas a fin de localizar fosas clandestinas. Desde el 2020 se han recuperado los restos de 36 personas, varias de ellas ya han sido identificadas con análisis genéticos. El caso más reciente es el de Guillermo Monsalve quien fue reclutado en el 2001 por la guerrilla cuando tenía 20 años y desde entonces no se supo de él pues pereció en un enfrentamiento entre la guerrilla con paramilitares. Durante 21 años su cuerpo permaneció en una fosa clandestina en el poblado La Fragua de Caquetá.

Con la ayuda de los dos exjefes criminales se localizó en enero del 2021 dicho enterramiento, en este año se identificó a Guillermo y en diciembre sus restos fueron entregados a sus familiares para que le dieran sepultura, tengan una tumba donde llorarle e inicien el proceso de duelo. Vaya utopía: los desaparecedores de ayer, son los buscadores de hoy. ¿Se podrá algún día en México, en Veracruz?