Por Andrés Timoteo
¡HI-YOOO, SILVER..!
Al estilo del Viejo Oeste, ‘El Vaquero’ evadió las rejas. No llegó a la horca, alguien lo salvó del cadalso. El alcalde de Río Blanco, Ricardo Pérez García fue liberado el viernes, no lo vincularon al proceso judicial, porque, según el juez que le abrió la mazmorra, no encontraron elementos para hacerlo. ¿Y las armas de alto calibre?, ¿y el equipo táctico -chalecos, uniformes, aparatos de radiocomunicación- que utiliza el crimen organizado?
Ahora resulta que todos esos ‘juguetes’ que encontraron en su vehículo no son prueba suficiente para, al menos, sospechar de estar ligado con actos delictivos. Nada manchó la pureza del tipo, según las gacetillas que leyeron en la prensa militante. Así, el ‘Cowboy’ se trepó a su caballo y al grito de ¡Hi-yooo, Silver..!, volvió a cabalgar libre.
Regresó en pos del presupuesto municipal de Río Blanco y a operar el futuro político-electoral del primo -según los díceres- y antiguo camarada en el ‘chippendale’, “Tarzan Boy” o sea Zenyazen Escobar, el secretario de Educación del cuitlahuismo. Los “Chacalitos del Placer” ya no están en apuros, ahora están empoderados, dicen en la zona centro.
García Pérez tuvo un abogado de primerísima línea: el gobernante en turno, Cuitláhuac García quien lo exonero en público, y además movió el aparato estatal para que el juez lo decretara impoluto. Su exoneración ‘fask-track’ no fue un acto jurisdiccional basado en el tamiz constitucional sino de un tráfico de influencias.
Así se hizo para rescatar al operador electoral y financiero del consentido de palacio de gobierno, Escobar García. Pero hay más, los que se saben la historia de ambos -el abogado y el detenido- deslizan que la evasión de la justicia de ‘El Vaquero’ fue de novela.
¿Novelesca? Sí, los que hayan leído “La Casa de los Espíritus” de Isabel Allende captarán el paralelismo. En la obra de la chilena aparece Tránsito Soto -que en la película fue interpretada por la dominicana María Conchita Alonso –, una meretriz que conoce el hacendado Esteban Trueba, el protagonista, en el burdel de mala muerte llamado “El Farolito Rojo”.
Pobre en ese tiempo, Tránsito le pide 50 pesos prestados para comprarse un vestido y maquillaje para ayudarse en su oficio carnal. Esteban se los da y ella promete pagárselos algún día, tal vez no con efectivo sino con un favor especial que compense ese gesto que le hizo en sus días de necesidad.
Pasaron los años y Soto se convierte en dueña de una casa de citas de alta alcurnia a la que acuden los generales de Augusto Pinochet y a través de ellos logra que Alba, la nieta de Esteban, sea liberada de prisión pues había sido detenida ayudando a la resistencia socialista. En cuestión de horas, la ‘Madame’ obtuvo el excarcelamiento de la chica gracias a sus influencias -ganadas en las alcobas– en la cúpula pinochetista.
Así, años después, la vendedora de placer le pagó el favor al cliente. En la aldea jarocha, los maliciosos hacen tal comparación con lo sucedido con ‘El Vaquero’ y quienes abogaron por su libertad. Fue el pago de favores, ¿entre excliente y bailarín?, ¿tan novelesco el asunto? Vaya que son poderosos los escenarios ‘estriperos’, no importa el tiempo transcurrido.
¿DE QUÉ SE RÍEN?
Son dos retratos de la indolencia y el mal gusto. Fueron cinco los muertos y varios heridos en dos accidentes en instalaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex) en el sur del estado. Las familias petroleras de luto, desbastadas y la población a la expectativa por el riesgo de nuevas explosiones.
¿Qué era lo correcto ? Que los servidores públicos tuvieran un mínimo de empatía con las víctimas, acudieran a los hogares enlutados y se solidarizaran personalmente con los dolientes, y -por supuesto – que informaran a la opinión pública sobre las causas de los siniestros y las acciones a tomar para remediar los daños.
¿Qué hicieron? Nada, han pasado seis días y no hay información oficial del siniestro. Hasta dos días después de la quemazón, apareció la secretaria de Energía, Rocío Nahle para tomarse la fotografía en las instalaciones siniestradas y ‘vestir’ un insulso mini-boletín. Y fue todo.
Y mientras en el sur lloraban a los muertos, la zacatecana Nahle aprovechó el viaje para irse a comer al restaurante de uno de los hoteles más caros en Los Tuxtlas y ahí departió gustosa con el gobernante en turno, Cuitláhuac García y otros funcionarios y legisladores. Tuvieron el atrevimiento de subir las fotos a sus redes sociales que las que aparecen sonrientes tras el atracón de mariscos.
¿De qué se ríen cuando otros lloran?, ¿por qué comen y liban sobre las cenizas y la sangre?, ¿y por qué además lo exhiben en las redes sociales cuando debería prevalecer la prudencia por respeto para los que están de luto? Por cierto, al ver esa fotografía salta la clásica pregunta, ¿cuántos años de cárcel suman todos los retratados?
Vaya que fue una comida de pillos. Esos comensales deberían enfrentar procesos judiciales por el hurto del dinero público y otros delitos mayores. Y, ojo, la otra cuestión necesaria sobre ese atracón en Catemaco no es por qué se excluyó al secretario de Gobierno, Patrocinio Cisneros, sino por qué la risa disoluta de los convidados mientras Veracruz arde y la gente muere. ¿De qué se ríen? De todos, incluyendo las víctimas, es la respuesta.
Otra estampa igual de indolente como insultante se dio el mismo fin de semana cuando García Jiménez se fue a bailar salsa a un antro de Boca del Río en lugar de atender la contingencia humanitaria por el reguero de muertos y desaparecidos, y el imperio del crimen organizado. NOTIVER dio cuenta de eso en una nota titulada: “Mientras el estado sangra!”.
Se informó de su aparatosa llegada al antro de vicio “Mojitos” donde bailó y departió toda la noche acompañado del dirigente de Morena, Esteban Ramírez y la secretaria de Trabajo -su hermana, según los enterados- Dorotea García, entre otros. Y se fotografiaron sonrientes en esa noche de copas, ‘una noche loca’, como cantaría María Conchita Alonso. ¿De qué se ríen? De todos los veracruzanos.
*Envoyé depuis Paris, France.