Andrés Timoteo
LA REINA PARIA
Aunque localista, el tema da para una crónica molieriana – de Molière, el dramaturgo francés del siglo XVII- por la extravagancia de sus personales, las peripecias de quienes los sufrieron y por las moralejas dejadas tanto a los espectadores como a los promotores, en este caso.
Es escenario es el Festival de Verano del puerto de Veracruz o ‘Pollo-Fest’, lo que antes era el Carnaval porteño, que el año pasado elevó al reinado a dos ‘influencers’ que les provocaron -y lo siguen haciendo– tremendas jaquecas a las autoridades municipales.
Los responsables de la fiesta veraniega apostaron que ese par de “celebridades” de la internet -Yerania Cruz y Brian Villegas – catapultarían el evento en el ciberespacio y que serían imanes del turismo por lo que maniobraron para que la pareja literalmente comprara las coronas. Los mismos pagadores machacan que pagaron 2 millones de pesos por sus tronos.
Y todo resultó un fiasco. Si se revisa la ‘bigdata’ -los archivos cibernéticos- de julio del 2022 no fue mucha la diferencia en la atención del publico a distancia -entiéndase los que vieron u opinaron sobre la fiesta en las redes sociales o plataformas de ‘streaming’- que la de los años anteriores. El festival no rompió ningún récord.
Sí hubo revuelo en las redes sociales, pero los más beneficiados fueron Cruz y Villegas, no la fiesta. Las “vistas” y “likes” que se generaron no se extendieron al festival en sí y en algún momento hasta se volvieron adversas cuando los “monarcas” comenzaron a dirigir críticas hacia la organización y hasta prodigaron indirectas de corrupción.
En la colonia dirían que los de la alcaldía y los organizadores del Festival de Verano se echaron “unos alacranes en la solapa”. Los señores Cruz y Villegas se cansaron despotricar contra la fiesta y hasta contra la ciudad, al grado de que amagaron con irse de Veracruz pues no soportaban a los porteños. Es la consecuencia de empoderar a personajes tan siúticos.
Y el revés a las pretensiones de quienes los proyectaron fue tan fuerte que para la edición de este año ya modificaron las reglas a fin de que los aspirantes al reinado se sometan a un tamiz de cultura general, buenos modales y evitar que “compren” en efectivo los tronos. En términos llanos: para que sean menos corrientes e insufribles.
Empero, ‘lo hecho, hecho está’ y los jarochos deberán lidiar -ya sea abochornándose o divirtiéndose – con el haber coronado a Cruz y Villegas. No es el acabose, por supuesto, para una sociedad irreverente y tolerante como la porteña, pero si un duro golpe a las “buenas conciencias” y los mustios que llevan la organización del evento. Y lo es por varias razones, contantes y sonantes.
Siempre se dijo que la reina carnavalesca -antes cuando la fiesta y su monarca tenía el derecho de portar esa nominación – tendría que ser una joven que representara los valores morales de la sociedad y que proyectara la decencia y buenas costumbres porteñas al mundo.
¿Se acuerdan de algunos personajes de los sectores más reaccionarios se ‘desgarraron las vestiduras’ y se ‘arrojaban ceniza sobre la cabeza’ en el 2005 porque la venezolana Lucy Hernández, conocida artísticamente como Dubraska y quien en el 2004 había ganado el concurso Miss Table Dance, quería ser la reina del Carnaval?
Hubo un escándalo de parte de los persignados que satanizaron a Dubraska -ojo que no Dunyaska, la exdiputada panista -. ¿Cómo una ‘teibolera’ iba a portar la tiara carnavalesca?, decían. Pues una década más tarde seguramente quedaron pasmados y no porque la actual reina sea experta en la danza exótica sino porque produce escándalos más estrambóticos.
Por ahí circula un video pornográfico que algunos dicen que lo protagoniza, aunque ella lo ha negado. Además, la propia Yerania ha confesado en sus redes que orinó en un carro alegórico al que se subió como invitada en otro carnaval de la entidad, que cobra hasta 300 mil por hacerlo -por subirse al carro, no por defecar en él-, y que no le importa ni sus seguidores ni las normas ni los límites sino “hacer dinero”.
‘BUCHONES’ Y CHULERÍA
Además, tanto ella como su expareja sentimental, el Rey Feo, han exhibido chabacanamente sus desavenencias íntimas en las que hay de todo: infidelidades, borracheras, exhibicionismo de su poder adquisitivo al estilo de los ‘buchones’, pleitos de cantina, violencia doméstica, hurto de pertenencias durante la convivencia domiciliaria, acusaciones de “chulería” –cuando el hombre vive económicamente de su pareja- y otras linduras.
¿Esos son los valores que proyectan los soberanos veraniegos de Veracruz? Los que presumen tener la ‘conciencia pura’ han de estar dándose de topes contra la pared al igual que los organizadores del festival -risas-, pero es el saldo de su permisividad. Y se repite la sentencia popular: “no tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre”
A unas semanas de que comience otra edición del Festival de Verano, la monarca anterior parece estar en el exilio. Es una reina paria que anda amadrinando los carnavales pueblerinos por todos lados, pero no se para por el puerto donde ni la invitan ni la quieren. Abdicó a la corona, dicen, pero oficialmente sigue siendo la soberana de la chunga, aunque ya le pusieron una valla normativa para que no se acerque ni a entregar el cetro.
Si el ayuntamiento, bajo asesoría de los ocurrentes organizadores, se empecina en mantener el Festival de Verano y dar por extinto al Carnaval de Veracruz, el antecedente es, por lo menos, desastroso con esos monarcas que arrastran desde el 2022. Si lo regresan a su fecha pergamina -antes de la cuaresma cristiana- esto quedará en una anécdota chusca, una anomalía estival.
Por lo pronto, lo sucedido ya nutre el clásico manicomio con vista al mar. Nadie se espante, eso siempre ha sucedido en Veracruz y su fiesta por la cual han pasado buenos, malos y peores. Lo importante es asimilar la moraleja y que los organizadores se recuperen de la cruda moral que los atosiga. ¡Abur!