Texto IRREVERENTE

Andrés Timoteo

LA HAINE

El cine da profecías, dicen los amantes del Séptimo Arte. Y tal parece que tienen razón. En Francia acaba de terminar una semana de protestas violentas tras el asesinato del Nahel, un adolescente de Nanterre, comuna de la periferia parisina. Fue un abuso mortal de la policía francesa acompañado de un intento para disfrazarlo.

Nahel, de 17años, fue baleado en un control de tránsito el 27 de junio. Los dos policías implicados informaron que el joven los agredió con un arma de fuego, una mentira que se demostró al exhibirse la grabación de una cámara de vigilancia en la que se ve cuando balearon a Nahel por intentar evadir la revisión.

Una vez conocido el video de la ‘ejecución’ comenzó una revuelta civil desde la ‘banlieue’ – la periferia- de París y se extendió por toda Francia. Estas protestas superaron en números -de manifestantes, daños y repercusiones – a las del 2005 cuando los jóvenes musulmanes, Ziad Benna y Banou Traorék, murieron electrocutados mientras eran perseguidos por la policía en Clichy-sous-Bois, al norte parisino.

En esa ocasión, los enfrentamientos contra las fuerzas del orden se extendieron por 24 municipios acorralando al presidente Jacques Chirac. La turbamulta quemó 8 mil 700 coches y destruyó más de mil 500 objetos de mobiliario público, además de que 3 mil personas fueron detenidas en los 19 días que duró la convulsión popular.

Ahora, en los seis días de disturbios violentos por el asesinato de Nahel los daños ascienden a mil millones de euros tan solo en la quema de vehículos y destrucción mobiliario público, faltan evaluar el perjuicio a casas particulares, negocios y hoteles. Hasta el lunes se reportaban casi 2 mil personas detenidas y al menos dos jóvenes muertos en incidentes relacionados con los enfrentamientos con la policía.

Los dos casos son similares. Nahel es descendiente magrebí, de inmigrantes de Argelia y vivía en una “Cité”, nombre dado a los barrios o conjuntos residenciales de gente pobre, de Nanterre al oeste de París. Pese a ello, el chico no era delincuente ni tenía antecedentes penales.

Al contrario, trabajaba como repartidor de comida rápida y era parte de un programa de ayuda a estudiantes con dificultades, además estaba en el equipo de rugby amateur, Piratas de Nanterre. Es decir, era un estudiante y deportista sin nexos con el crimen.

De ahí la indignación popular pues su muerte reporta que la violencia y el racismo de los policías franceses están vigentes y siguen siendo mortales. En su editorial de ayer, el periódico Le Monde expone que tras la ola de disturbios el presidente Emmanuel Macron agita la bandera de “la unidad (en torno al gobierno) y la justicia”, aun cuando “muchos lo olvidan o no lo quieren ver el estruendoso sentimiento de injusticia fue el origen de la violencia de estos días”.

REPÚBLICA EN PELIGRO

Cierto, el fondo del conflicto son la injusticia y el abuso de poder. Algo que todavía no entiende el mandatario que solo ha atinado a disponer de 45 mil policías para contener a las turbas, reunirse con los alcaldes de 220 municipios donde se concentraron las manifestaciones y visitar las comandancias policíacas para “agradecer su trabajo para salvar el país amenazado”.

Así como lo oye, según él, la nación estuvo en riesgo por la furia social. Vaya, como lo cantaba Joe Dassin en su popular “A vélo dans Paris” -”En bicicleta en París”- en la que se mofa de que no pude recorrer en bici la Ciudad Luz porque “la Bastilla está bajo asedio y la República en peligro” parodiando el tráfico vehicular con la Revolución Francesa. Exagerando pues.

El ya impopular Macron -lo persiguen a ‘cacerolazos’ desde que decretó elevar la edad jubilatoria’ – ahora promete reformas al sistema policial y justicia para el asesinado, pero nadie le cree pues en estos días se ha reunido con alcaldes y policías para mostrarles solidaridad, pero no con los familiares de la víctima. ¿Cómo es eso? Blanco igualmente del repudio popular manifestado en las calles, el presidente canceló un gira por Alemania para no dar la impresión de huir del pueblo agitado.

Una parte de la clase política también se solidarizó con los ediles pues 147 ayuntamientos fueron vandalizados, 50 alcaldes sufrieron acoso, y la vivienda de uno de ellos, Vicent Jeanbrum de L’Haÿ-les-Roses, fue impactada por un vehículo lo que lo obligó a huir junto con su familia por la parte trasera.

La lectura socio-política es puntual pues las protestas iniciaron cuando la madre de Nahel pidió a sus vecinos manifestarse para ayudarla a exigir justicia y se detuvieron cuando la abuela clamó para cancelar la movilización. “No queríamos esto, no queremos violencia sino justicia”, alegó la anciana el lunes. Y la revuelta paró.

Y no por las acciones del gobierno ni la de los políticos que han intentado capitalizar la furia social, los de izquierda pidiendo no detener las protestas y los de la derecha acusando que es es un “intento para destruir la República y consecuencia de la inmigración ilegal asentada en las periferias”. Así la ira popular amainó, por el momento, a petición de las mismas víctimas.

La ceguera presidencial y la instrumentalización política es la cosecha de estos días cuando las ‘balieues’ francesas ardieron. La violencia y xenofobia de la policía contra los jóvenes de zonas paupérrimas y población migrante vuelve a la palestra recordando que el país de la igualdad, fraternidad y libertad -su lema nacional- tiene días bajos y pendientes sociales a honrar.

Y como se dijo al inicio, lo sucedido en Nanterre al igual que lo del 2005 fue profetizado en la película “La haine” -”El odio” – de Mathieu Kassovitz que retrata una historia similar iniciada cuando un adolescente, Abdel Ichah, recibe una paliza en una comisaria policíaca que lo deja en estado de coma.

Entonces, tres jóvenes de las ‘Cités’, un árabe, un judío y un negro -el judío protagonizado por el celebre actor Vincent Cassel – inician una “guerra urbana” contra la policía que pone en jaque al gobierno nacional. El cine anticipó desde 1995 las consecuencias de ese odio acumulado por décadas en los barrios pobres. No es algo nuevo y tampoco privativo de Francia.

*Envoyé depuis Paris, France.