TEXTO IRREVERENTE

Por Andrés Timoteo

LOS ANGELITOS

¡Ayer llegaron los ‘muertos chiquitos’! Los que se fueron sin crecer. 

Bueno, eso según el calendario más socorrido porque en algunas regiones del país dicen que vienen desde antes, por allá del 28 o 29 de octubre, y en otras con más antelación.

Y cada muertito tiene su día.

Hay fecha para recibir a los nonatos, los ahogados, los de ‘muerte de cuna’, los menores de cinco años, los no bautizados, los que no alcanzaron la confirmación, los pre-adolescentes, etcétera. Todos son angelitos que regresan a visitar a quienes dejaron a destiempo.

En la región zapoteca de Veracruz y Oaxaca se entonan unos cantos muy bonitos para esos niños-difuntos. 

En la cosmogonía indígena ellos son almas puras que no necesitan rezos para que el perdón de los pecados -no tuvieron tiempo de cometerlos- sino más bien les dirigen canciones para enamorarlos y convencerlos a que vuelvan cada año.

A esos cánticos les llama «Parabienes». 

«Dichoso de ti mi ángel bello/ que a la Gloria fuiste a entrar/ con tu palma y tu corona,/ y tu vestido de cristal./ Coronita me has pedido,/ coronita te he de dar./ Todo te lo concedo/ si me vienes a visitar». 

¿No es tierna tal persuasión para que los pequeños se animen a regresar en la fiesta de Todos los Santos?

Y sigue: 

«Que los ángeles del Cielo/ te preparen para el camino/ a que vuelvas sin recelo/ que aquí con gusto te recibo./ Sí, se murió el angelito/, pero, ¡válgame Dios!, no se fue para siempre./ Acá en la tierra lo esperamos/ cada año si el Señor consiente».

En este contexto y ya entrando en lo paranormal y terrorífico, que es lo apropiado para estos días de susto, los conocedores alertan que hay que tener mucho cuidado con los fantasmitas que por ahí se aparecen.

Los niños van al Cielo directamente, no se quedan atorados en el plano terrenal y, entonces, los espectros infantiles que se llegan a ver son demonios usurpando el aspecto que en vida tuvieron esos pequeños a fin de engañar a la gente.

El cine lo ha plasmado. En la segunda película de «Anabelle» (2017) una supuesta niña muerta convence a los padres para que la dejen habitar en la muñeca y al final resulta que era un diablo que hace y deshace una vez dentro del monigote.

Y en el filme «El devorador de pecados» (2003) los sacerdotes lidian con un niño y una niña a los que llaman «los asquerosos» que están permanentemente vigilándolos, día y noche, desde el patio de su vivienda, pero que en realidad son demonios con la forma de infantes. ¡Qué miedo!

Pero de vuelta al animismo en la cultura mexicana, ¿sabían que las ‘caritas sonrientes’ de los totonacas son retratos de niños muertos? 

Así, sonriendo, los querían recordar sus deudos desde la época prehispánica, según una de las teorías antropológicas.

VIENEN EN COCUYOS

En el Totonacapan a la fiesta del Día de Muertos le llaman «Ninín» y lo tradicional es poner el famoso ‘Altar de las Cazuelas’ ocupando los recipientes de barro que deben ser nuevos, sin usar, porque los muertitos perciben el ‘mal olor’ de los vivos que ya comieron de ellos y entonces no le entran al mole, los bocoles, tamales, molotes ni al atole. Risas.

También hacen ofrendas colgantes, es decir que las atan en un hilo para que pendan. 

¿Por qué? Eso atrae a las ánimas curiosas sobre todo a los niños. 

De ahí también la costumbre de colgar dulces y juguetes. Cosa divertida.

Los chinantecos del sur del estado tejen pequeñas cunas con palma y las forran con flores o granos de maíz -si son de varios colores mejor porque atraen más a los niñitos- y dentro les ponen ‘temborucos’ que son dulces. 

En la Huasteca Alta se hornea un pan llamado ‘beso del cielo’ con queso dulce para representar a los pequeños difuntos y que, a la vez, es un postre-ofrenda para ellos.

En la sierra de Zongolica a la ceremonia de Todos los Santos la llaman Mikkailwitl que significa «fiesta para los que ya no están» y su sede principal es la cocina o ‘santocalli’ -‘lugar santo de la casa’-, ahí se monta el altar porque es donde convive la familia y los difuntos hacen la primera parada.

El Mikkailwitl ordena que en esos días nadie debe matar, espantar o perseguir ni a las mariposas ni a los colibríes ni a los cocuyos o luciérnagas porque las almas de los ‘piltontlis’ -niños- encarnan en ellos para visitar a los vivientes.

Otra vez, ¡qué bonito!

Los popolucas del sur les bailan a los visitantes la ‘Danza del Muerto» -ahora le llaman así, pero originalmente tenía un nombre más desagradable: ‘Danza de la Basura o de la Pudrición’- que es necesaria para que una vez terminada la fiesta éstos se regresen al más allá y no se queden a espantar a los vivos.

A los niños difuntos les tocan el ‘Comalintú’ o ‘Huerfanito’ un son para que no se distraigan y retornen al Cielo. 

Y mientras jaraneros, violinistas y sonajeros interpretan la música, las mujeres de la casa muelen cacao en los metates para preparar la bebida conocida como pozol o pozolli.

Ésta se toma al fin del ritual justo tras bailar el último son, la ‘Danza del Despedimiento’, y se acompaña con tamales blancos de carne de cerdo. 

Así todos los difuntos, grandes y chiquitos, se van bien comidos y bien bailados.

*Envoyé depuis Paris, France.