TEXTO IRREVERENTE

ANDRÉS TIMOTEO

MONSEÑOR DEL PERDÓN

Todos necesitamos un Desmond Tutu en nuestra tierra, es una frase que desde hace años resuena en la comunidad global. El arzobispo anglicano de Sudáfrica, fallecido ayer a los 90 años, es referencia de la lucha contra el Apartheid como se le conoce a la segregación o racismo establecido legalmente en perjuicio de las población negra, aunque su mayor legado es el camino filosófico hacia el perdón.

Fue encargado de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación que funcionó de 1995 a 1998 durante el gobierno de otro gigante, Nelson Mandela, el primer presidente negro que dio paso a una Sudáfrica democrática e incluyente. Hasta la fecha, el proceso reconciliación en aquel país es considerado como el más exitoso en el mundo y tiene como su principal constructor a Tutu.

Bajo su guía, la comisión se basó en el perdón personal y colectivo más que en el reparto de penas corporales o sanciones monetarias. Monseñor Tutu es pionero en impulsar el perdón como sendero a la a la paz y como vacuna contra nuevos tiempos de represión y muerte. Pero para perdonar primero tienes que conocer el destinatario y sus motivos, decía. “No puedo perdonar a quien no conozco”.

Él acuñó reflexiones muy quemantes en un contexto de agravios terribles que harían que cualquiera las calificara de imposibles. Recomendó, por ejemplo, “nombrar lo innombrable”, “entender lo incomprensible”, “escuchar lo inaudible” y “perdonar lo imperdonable”. Por eso, en los tres años que funcionó la comisión reconciliadora a su cargo sentó frente a frente a víctimas y victimarios para hablar, decir sus motivos, conocer sus contextos y tratar de entenderse.

“Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón”, era la consigna. Además de que  perdonar no es tolerar ni justificar ni olvidar sino es para que la persona y la sociedad se den una oportunidad de seguir adelante sin odios reciclados ni venganzas programadas para las generaciones venideras.

Tutu es de esos prohombres que se le regalan al mundo de tiempo en tiempo. Sus sermones y reflexiones sustentan tesis socio-antropológicas contra a la xenofobia y la injusticia, y ayudan a superar episodios de crímenes y rencor que pudren a la gente. Sobreviviente de todo: del racismo, de la represión, de la cárcel, de la injuria y hasta de un cáncer de próstata, el arzobispo recibió Premio Nobel de la Paz en 1984 y también escribió junto con su hija Mpho Tutu el “Libro del Perdón” (2014), lectura obligada para todo aquel que trabaje sobre escenarios donde el hombre necesite perdonar al hombre.


La noticia de su muerte en la lejana África toca a México y a Veracruz que ahora mismo traviesan oleadas de violencia y muerte que enlutan y llenan de odio a miles de hogares. Tarde o temprano se deberá llegar a un proceso de justicia transicional y de abrir el espacio al perdón social. Entonces, cuando la pesadilla termine, tendremos que recurrir a “Monseñor del Perdón” y a otros que con su lucidez marcaron una ruta hacia la concordia. Se insiste: todos deberíamos tener un Tutu en nuestro entorno.

PASARELA EN PACHO

El reclusorio de Pacho Viejo ha sido el emblema de castigo a los políticos mal portados. No porque sean ladrones y homicidas sino que no se han comportado como quieren los que ostentan el poder en turno. Es por antonomasia la cárcel de los políticos en desgracia. Una de las estancias más sonadas fue la del exgobernador Dante Delgado, castigado por el entonces presidente Ernesto Zedillo por abandonar al PRI y fundar el partido Convergencia por la Democracia, hoy Movimiento Ciudadano.

Así, en cada cambio de sexenio a nivel local se especula  si será necesario “echarle un segundo piso” a Pacho Viejo para encerrar a los bandidos que salen de la administración estatal o a los disidentes incómodos. Hoy, bajo el cuitlahuismo, Pacho Viejo recobra su brillo como mazmorra de castigo por motivos políticos o ideológicos, y también retorna como pasarela mediática con el caso de Manuel del Río Virgen, secretario técnico del Senado detenido la semana pasada.

El sábado estuvieron allí Delgado Rannauro, presidente de la Comisión Especial para Investigar el Abuso de Poder en Veracruz y Ricardo Monreal, el titular de la cámara alta. Intentaron ver a Del Río y pese a que no lo lograron por el reglamento de visitas sí alcanzaron el objetivo mediático de  mantener el caso en el visor nacional hablando desde un sitio que ya es símbolo de los presos políticos del cuitlahuismo.

Si se demuestra que en el caso de Del Río Virgen y otros políticos -como el panista Tito Delfín y el perredista Rogelio Franco, éste último que está en el Cereso La Toma de Amatlán de los Reyes – hubo un manipuleo faccioso de la procuración de justicia, el gobernante en turno Cuitláhuac García ya no se podrá sacudir el sambenito de represor y autoritario, de un cavernícola de la política al que Monreal Ávila denominó ‘Pithecanthropus pekinensis’.

Esa fama lo acompañará para el resto de su vida política y su gobierno será recordado como el pleistoceno, o más bien el ‘Cuitlaoceno’ donde abundaban homínidos escasos de cerebro y muy agresivos como el “Patrocinothropus Pigmeus” que desde las cavernas perseguían a todos con porra en mano y hasta practicaban canibalismo político. Risas.

Por lo pronto, ya en plena navidad, Pacho Viejo se convirtió en destino de peregrinaje político y así permanecerá mientras del Río Virgen siga allí. Por eso la versión de que palacio de gobierno ya tramita su traslado a una prisión de Oaxaca o Durango. ¿A ver si los gobernadores de aquellos estados se quieren echar ese trompo a la uña al recibir a un preso político que hoy hace arder el tendedero mediático? La premura de enviar a Del Río fuera de Veracruz es por otra visita incómoda que se avecina.

Hay la especie es que todos senadores integrantes de la Comisión Especial llegarán en breve a Pacho Viejo para entrevistarse con Del Río Virgen y a la vez para interrogar al juez de la causa. De ahí la intención para moverlo de celda si hoy lunes se confirma su vinculación a proceso como pretende el régimen estatal. No lo harán si la Secretaría de Gobernación mete orden o el juez deja de torcer la ley, aunque de cualquier modo Pacho Viejo ya es el símbolo del ‘Cuitlaoceno’ -o ‘Cuitla-obsceno’- con sus primates despachando en la policía, las agencias ministeriales y los juzgados.