ANDRÉS TIMOTEO
SOY HABIB Y VOY A MORIR…
El chico tenía 15 años cuando sufrió un desmayo mientras ensayaba el vals pues iba a ser chambelán de una quinceañera. Sus padres lo llevaron al médico y tres días después ya estaba internado en el Instituto Nacional de Cancerología de la Ciudad de México. Habib Abdala pasó en nosocomios los siguientes dos años con entradas y salidas, hospitalizaciones largas y estancias breves en su casa.
La leucemia linfoblástica aguda no solo lo recluyó en sanatorios sino lo torturó con padecimientos oportunistas. Se infectó de herpes genital que durante seis meses le provocaron dolores terribles. Luego de dio una pericarditis que lo llevó al borde del infarto y a pesar de ser adolescente su presión arterial era como la de un adulto atribulado. También sufrió una peritonitis pues las paredes de su intestino se adelgazaron tanto por las quimioterapias que terminaron por rasgarse..
Dos veces se contagió con la bacteria Escherichia coli y un hongo se le alojó en los pulmones. Todo lo sobrevivió, no así el mal primigenio. A principios de mayo del 2020 los médicos dieron la mala noticia a sus padres: Habib estaba prácticamente desahuciado. Pese a las sesiones de quimioterapia, la leucemia no cedía. No obstante, había un atisbo de esperanza, un tratamiento llamado plinatumoral de inmunoterapia para estimular a que su organismo, muy agotado de luchar, reaccionara y volviera a combatir las células cancerosas.
Pero cada ampolleta costaba 33 mil pesos y de entrada se necesitaba 28 de ellas para el primer mes. Cerca de un millón de pesos, 924 mil para ser exactos. En total, para los primeros dos periodos de tratamiento se requerían 56 diales con un costo de 2 millones de pesos. Su padres iniciaron una colecta en las redes sociales. El propio adolescente grabó videos -que todavía se pueden ver- con la etiqueta ‘#SoyHabibyVoyaMorir’.
“Hola, soy Habib, tengo leucemia desde el 2018 y siempre que hago este tipo de video es para contarles cómo estoy. O una muy buena o una muy mala noticia, a cómo planteo esto podrán imaginar que no es una muy buena noticia, hace unas semanas mi doctor me comentó que había recaído de una manera muy drástica y pues…me mandaron a cuidados paliativos. Sí, es una palabra muy fuerte, pero ahí no se acaba el asunto…”, dice.
Enseguida comenta el tratamiento alternativo que pudiera conducirlo a sobrevivir con un futuro trasplante de médula ósea pues originalmente resultó incompatible con sus familiares más cercanos. “Quería pedirles un apoyo, una compartida, lo que les salga del corazón a ustedes. Ahora sí, creo yo, que es mi única salvación, mi único rescate”, menciona en esa publicación en las redes sociales.
Recibió la ayuda de amigos, de algunas organizaciones civiles y de empresarios, pero fue insuficiente.
Representantes del Instituto Nacional de Salud para el Bienestar (Insabi) a sus padres, en febrero del 2021, que lo ayudaría “pero algo pasó ahí con el medicamento, llegó y se repartió entre las personas que estaban en ese momento tratándose porque no llevaba nombre ni apellido, entonces al tratar de conseguir más apoyo no lo tuvimos y el doctor nos envió a paliativos”, contó Abraham Abdala, el papá.
Acudieron a tocar las puertas del gobierno veracruzano y se las azotaron en las narices. Ni el secretario de Salud, Roberto Ramos, ni el gobernador Cuitláhuac García quisieron recibirlos. Mejor trato les dieron en el Estado de México donde obtuvieron el beneficio de un “seguro solidario” que implementa la administración de priista Alfredo del Mazo y lo internaron en el Centro Oncológico Estatal del INSSEMYN. Nunca reunieron el dinero suficiente para sostener el tratamiento y Habib falleció el 26 de octubre del 2021. Lo sepultaron en su natal Orizaba.
Ramos Alor remodeló su oficina en Jalapa en julio del 2020, en plena pandemia, y pagó más de 4 millones de pesos. Con eso le pudo haber salvado la vida dos veces a Habib. El gobernante Cuitláhuac García se gastó 72 millones de pesos en remozar un estadio de beisbol que ahí sigue, desocupado, y con tal bolsa pudo haber financiado el tratamiento a Habib y a otros 35 niños en la misma situación oncológica. A veces la indolencia de los funcionarios es tan maligna como el cáncer.
VUELVA EN 8 MESES…
Tras la quimio de su hijo, el doctor le dio una hoja en la que le señala que el niño debe tomar varios fármacos, entre ellos la vincristina y la mercoptopurina. Felipe se dirige hasta un mostrador, donde hay un letrero escrito en castellano y náhuatl que informa que ahí se encuentra la farmacia del hospital. -Buenos días -se presenta-. ¿Si tiene la vincristina o la vinblastina? -pregunta leyendo lo que el doctor le escribió en la hoja. El boticario lo observa en silencio y a continuación voltea hacia los estantes, donde a simple vista se aprecia que hay varias cajas de cartón apiladas. -Me parece que no hay -responde-. No hay ahorita.
-¿Y para cuándo los tendrán, más o menos? -insiste Felipe-. El empleado cierra los ojos y niega en silencio con la cabeza. -Nos acaba de llegar medicamento y se supone que es para todo el año -responde señalando con la barbilla los estantes-. Pero esos no nos llegaron. Eso quiere decir que puede tardar unos ochos meses… Felipe baja la mirada y relee la hoja con los nombres de los medicamentos.
Su reacción no es de enojo. No grita, ni reclama, ni hace aspavientos para tratar de explicar que no se puede interrumpir el tratamiento de su hijo. Más bien parece aturdido. Súbitamente exhausto.
-Oiga, ¿y qué voy a hacer sin el medicamento hasta dentro de 8 meses? -balbucea sin dejar de mirar la hoja que le dio el doctor. A lo que el farmacéutico, con un sincero tono de pesadumbre en la voz, le responde encogiendo los hombros: -Desafortunadamente, así es nuestro Gobierno. No nos han mandado nada.
La crónica es del periodista Manu Ureste, publicada en el periódico digital Animal Político el 4 de febrero del 2020. Bryan, el hijo de Felipe, en aquel entonces tenía 14 años y recibía la primera quimioterapia contra la leucemia en el Hospital Regional de Río Blanco. A dos años de distancia, la vida de Bryan sigue pendiendo de un hilo pues el tratamiento es intermitente por la falta de medicinas. En Veracruz no hay dinero para salvar a los niños, pero sí para remodelar oficinas y estadios a capricho de los funcionarios.