TEXTO IRREVERENTE

ANDRÉS TIMOTEO

NO ERAN BRUJAS

En un hecho insólito pero necesario, el Parlamento de Cataluña, en España, inició un proceso para reparar la memoria histórica en favor de cientos de mujeres que en los siglos  XV, XVI, XVII y XVIII fueron juzgadas y condenadas a morir en la horca o en la hoguera por practicar la brujería. Se comenzará con la revisión de 14 expedientes de catalanas que entre los años 1618 y 1622 fueron colgadas por practicar aquelarres, acostarse con el demonio y provocar que sus maridos no tuvieran erecciones.

Ellas usaban su sexualidad para la perdición de las almas y los cuerpos. A los hombres los hechizaban con conjuros y pócimas, los sometían a sus caprichos carnales y cuando se les placía los dejaban impotentes y estériles,  una de las afrentas más graves porque atacaba el sagrado mandato de procrear más cristianos. Así, esas mujeres perdían a los hombres por el sexo y amenazaban el futuro de la cristiandad. Además, le chupaban la sangre a los niños y cocinaban sus cuerpecitos en calderos.

También fueron juzgadas, pero en segundo nivel de gravedad, por provocar catástrofes naturales, la pérdida de cosechas agrícolas y la muerte del ganado. Su castigo debía ser ejemplar: se les detenía, encarcelaba en mazmorras insalubres donde convivían con ratas y pulgas, se les torturaba con una infinidad de técnicas para que confesaran sus pecados y delataran a otras brujas. Si bien les iban recibían una reprimenda pública con la burla y el desprecio permanente.

Les colgaban el Sambenito, un traje distintivo que deberían usar por la calle para que todos supieran que era una bruja redimida, les expropiaban bienes y les ordenaban una vida dedicada a la oración y la penitencia. Cuando todo salía mal -para ellas, claro – eran enviadas al patíbulo, a morir quemadas o ahorcadas, aunque el castigo no terminaba allí porque sus despojos no reposaban en tierra santa sino que eran enterrados en fosas clandestinas o esparcidos en los arrabales.

Sus hijos y nietos también cargaban la penitencia pues regularmente la mala fama la arrastraban varias generaciones. Ser pariente de una bruja escarmentada era convertirse en un apestado durante toda la vida y heredaban ese estigma a sus descendientes hasta donde perdurara la memoria comunitaria. Ahora, trescientos años después de la última ejecución de una bruja, hay el compromiso por reivindicar a esas mujeres que en su mayoría fueron castigadas siendo inocentes.

Pero la reparación de la memoria histórica no solo se limita a determinar la injusticia procesal sino a considerar que la cacería de brujas produjo “feminicidios colectivos” pues el principal pecado de las ajusticiadas no era practicar magia negra, embrujar a la gente, convivir con demonios o traer calamidades sino ser mujer. El odio a la mujer produjo feminicidios en masa, a la vista de todos, que eran aplaudidos mientras las llamas crepitaban o los cuerpos se balanceaban en el cadalso.

Algo singular de los ajusticiamientos de brujas en Cataluña es porque allí no operó la Santa Inquisición, es decir que a las hechiceras catalanas no las ejecutó la Iglesia Católica como institución sino que hubo tribunales seglares que no esperaban que los sacerdotes iniciaran procesos para ir de cacería. Cataluña junto con Navarra y Aragón fueron las provincias españolas donde se persiguió a las brujas con mayor ferocidad que la de la Santa Inquisición.

Es más, en Valls d’Àneu, en el Pirineo español, se redactó la primera ley contra la brujería en toda Europa. Fue en 1424, sesenta y tres años antes que el terrible Malleus Maleficarum o Martillo de las Brujas,  el manual de tortura de la Santa Inquisición editado en Colonia, Alemania en 1487.

La principal  peculiaridad en el proceso de reivindicación de aquellas catalanas acusadas de brujería es que no partió de una propuesta de los políticos sino por la publicación de una investigación de historiadores en la revista Sàpiens. El estudio titulado “No eren bruixes, eren dones” (No eran brujas, eran mujeres) fue publicado en marzo del 2021 y documenta al menos 700 casos de féminas ejecutadas tras ser acusadas de practicar la brujería.

“No eran brujas: eran viudas, curanderas, mujeres independientes, mujeres migrantes, comadronas, mujeres pobres, marginadas… mujeres que no cumplían con su rol normativo de género y que sirvieron de chivo expiatorio para justificar desastres naturales, epidemias, enfermedades y toda clase de desgracias”, expone la investigación.

Tras la publicación se generó una enorme reacción ciudadana  y miles firmaron la petición al parlamento para que se reparara la memoria histórica. Duró un año la movilización y los legisladores catalanes reaccionaron: el pasado 24 de enero se dio entrada a la iniciativa formal para indultar a esas mujeres. El presidente catalán Pere Aragonès respaldó el proceso para allegar justicia a quienes fueron  “víctimas de un feminicidio institucionalizado”, dijo.

Además del indulto se recomendará a los ayuntamientos catalanes a revisar la nomenclatura de sus calles e incorporar los nombres de mujeres condenadas injustamente por brujería como parte del desagravio histórico y también como un proceso para la “feminización” de las vías, en muchas de las cuales desfilaron las acusadas hace cientos de años para ir a su muerte.

¿POR QUÉ NO UNA SUPREMA?

El tema de las brujas catalanas es un ejemplo de corrección de la justicia aunque sea postmortem y a siglos de distancia para conjurar un acto malévolo contra miles de mujeres, y viene a colación por dos fechas importantes: el Día Internacional de la Mujer que se celebra el martes y por el Primer Viernes de Marzo que fue ayer, día místico para México. Ah, y ya que se habla de la recomposición histórica y la reivindicación femenina, hay varias preguntas para Veracruz:

¿Por qué se dice “los brujos” y no “las brujas” de Catemaco?, ¿por qué se ensalza al “Brujo Mayor” y por qué no hay una “Bruja Suprema” si las mujeres han cargado el peso histórico del esoterismo?, ¿por qué siempre es un hombre barbado y fachoso el que hace las predicciones del año y es la imagen de la fiesta brujeril cuando hay chamanas mucho más acertadas?, y ¿por qué el cerro del Mono Blanco y no de la Mona Blanca? A las Brujas de Catemaco no se les hace justicia y la hechicería tuxtleca sigue monopolizada por los varones.