ES LA REALIDAD SIN RESIGNACIÓN NI OPORTUNISMO

Uriel Flores Aguayo

Decir que lo que se ve es obvio o que los protagonistas por fin se mostrarán tal como son, o acudir a condenas morales y deslizarse al insulto y la broma, son los pasos seguros de la impotencia y, con el tiempo, al oportunismo. Se está terminando de instalar un régimen nuevo o distinto, llámenle restaurador o transformador. Es una realidad. Hay que aprender a convivir con él. La teoría de la evolución de Darwin decía que sobrevivía el que se adaptaba a la evolución, no el más fuerte. Guardando las proporciones eso estamos viviendo en México en lo político. Cada ciudadano, individual o colectivamente, debe decidir qué hacer en apoyo u oposición al proceso en curso. Ser realistas sin resignarse a nada y mucho menos caer en el oportunismo. La abstención a todo no es sana, degrada a la sociedad y facilita la impunidad total. Son tiempos de repensar la libertad, la democracia, el pluralismo y la legalidad. Revisarlo todo y apuntar, comprometidamente, hacia la contención de excesos, el impulso de ideas y acciones concretas, de causas justas y la consolidación del papel ciudadano. El poder político no cubre todos los ámbitos del Estado, no incide en lo cotidiano ni en la mayoría de espacios de la población. La vida seguirá con sus virtudes y problemas. Hay que tener claridad de lo que se debe y puede hacer. Y es mucho. El límite de todo autoritarismo es la libertad del individuo, es más , de la individualidad misma. Las esferas políticas pueden vivir y reproducirse sin problema, suele ser una burbuja , mientras la gente común hace su vida. Como ya lo vimos hasta la saciedad en regímenes estatistas su proyecto ideológico y cultural no se adapta a la condición humana y, por lo tanto, fracasan. Regresan a la democracia liberal o se encierran dictatorialmente. Pero es su tiempo, se lo ganaron y tienen derecho a intentar implantarlo. De su formación, disciplina y buenas intenciones depende que logren salir adelante o no.
Por edad y haber puesto el alma militante en las mejores causas, pienso que hay tareas y desafíos que le corresponden a las nuevas generaciones, que por ahora no se ven, pero que no deben descartarse en un mediano plazo. No soy héroe y mi idealismo es más que sensato; el romanticismo es concreto para ciertas personas y algunas causas. Ya no el de ayer. No tengo problema para apoyar a mi autoridad municipal, por perfil, asumiendo que cualquier afán crítico y constructivo llega a ese nivel. No tengo fuerzas para pensar en hacer algo a nivel estatal y nacional. Me asumo ciudadano con banderas sociales y convicciones colectivas. En eso no hay retroceso. Nada más. Ni marginación ni oportunismo. Serán otros los que hagan algo mejor en las vías nuevas o viejas que encontrarán.
Nuestra sociedad es débil, no defiende a la democracia, vive inercialmente y se vincula minoritariamente con la política; vota y ya, poco por cierto. Las oposiciones están fuera de la lucha por el poder federal, su alcance es municipal. Los grupos organizados de la sociedad con tendencia democratizadora son muy reducidos y aspiran a ser políticos en el sentido tradicional. Hay otras expresiones populares y ciudadanas que sostienen banderas sociales de las más diversas problemáticas de la sociedad. Seguirán existiendo con o sin reconocimiento oficial, porque son auténticas y no buscan poder.
Lamentablemente casi nadie apoya causas y compromisos concretos, la inmensa mayoría es observadora y está inactiva. Aplauden y animan a otros, los pocos que hacen algo, pero no se involucran más allá de los buenos deseos y las redes sociales.
No estamos ante un conflicto moral, de buenos y malos. Es un cambio radical de régimen ante el que eres ciudadano o masa. Sería preferible comportarse como ciudadanos. Eso es posible y necesario. Los que venimos de muy lejos en el terreno de las ideas revolucionarias o reformistas ya vimos mucho, ya enfrentamos sistemas cerrados y fuimos protagonistas de los cambios. Estas películas ya las vimos. Y aquí estamos. No es recomendable desgarrarse las vestiduras ni hundirse en la impotencia lastimera y burlona. Las condenas morales y la exhibición de los “malos”es la receta segura a la frustración.
Hay que hacer algo, lo que se pueda o quiera, pequeño, por las personas, algunas concretas, por ideas y por causas directas. Hay mucho terreno ciudadano. Ya en lo político es diferente, es lo que hay. Hay partidocracia y casta política. Cada quien opta por lo que le resulte aceptable. No hay ideologías, pudiera abrirse un espacio para elaborar algo.
Aquí estamos, vivos, sanos, rodeados de afectos y con ganas de ser útiles socialmente. Mantenemos intactas las convicciones y el compromiso con lo colectivo, tenemos ideas, somos críticos y hacemos vida pública. Con eso es suficiente, carta de presentación y legitimidad, para intentar algo, para participar, para incidir en el debate público y las decisiones de autoridad.
Recadito: mal la prórroga del Rector de la UV.