TEXTO IRREVERENTE

ANDRÉS TIMOTEO

EL CAMINO II

Le dicen también la Vía Turonensis y es una de las cuatro rutas desde Francia hasta la tumba del apóstol Santiago El Mayor, en España. Esta inicia en el corazón de la Ciudad Luz, bajo la sombra de la imponente Torre de Saint-Jacques – en nombre francés del apóstol-. La otras tres son las vías Lemoviecensis, Podiensis y Tolosana. ¿Por qué se le llama así? Por Tours, la tercera ciudad de importancia que toca ese camino y su vocación peregrina pues allí en su catedral está la tumba de San Martín de Loba.

Martín era un soldado romano que vivió en Hungría en el siglo III y que un día  acogió a un hombre indigente que tiritaba tde frío, se despojó de su capa militar y le cubrió con ella, además le permitió que pasara la noche en el cuartel. Resulta que ese hombre era Jesús que lo puso a prueba y la superó. Martín abandonó el ejército, se hizo cristiano y luego se convirtió en obispo misionero que recorrió Europa hasta morir en Candes, hoy que hoy es Tours. Su sepulcro es primer gran vestigio religioso a visitar en el Camino Francés a Santiago de Compostela.

Antes de la ciudad de Tours está Orleans, la cuna de Juana de Arco y aunque no hay un sepulcro donde rendirle culto esa urbe junto con Ruan, más al norte donde fue quemada, son los sitios simbólicos de la campesina medieval que afirmaba tener visiones divinas y escuchar mensajes celestiales -se le aparecían el arcángel San Miguel así como Santa Margarita y Santa Catalina de Alejandría – con las que ayudó al rey Carlos VII y su ejército para vencer en muchas batallas contra los ingleses en la Guerra de los Cien Años.

Francia le rinde culto como santa y es uno de los nueve patrones religiosos del país. Juana de Arco fue canonizada en 1920, quinientos años después de que fuera ejecutada en una pira por bruja -en 1431-, por sentencia de la Santa Inquisición. Luego se supo que su muerte fue una conspiración política de algunos nobles francés aliados a Inglaterra y con la complicidad de una facción del clero católico. A Juana de Arco no la  mataron por hablar con los santos sino porque sus consejos militares eran tan precisos que eran una amenaza para los ingleses y sus aliados en tierra gala.

A los 19 años, Juana era un símbolo para el pueblo francés que lo incitaba a la resistencia contra las invasiones inglesas, por eso debía ser eliminada, porque alentaba al pueblo. ¿Sabían que después de las acusación de hechicería y herejía, la tercera imputación más grave que le hicieron los inquisidores fue la de travestismo? Sí, Juana de Arco fue la primera travesti llevada a los altares porque era una mujer que se  vestía como soldado para acompañar a las tropas y hasta en el juicio portó ese atuendo.

Los historiadores modernos señalan que siento también una de las primeras mujeres en la milicia, su decisión de usar atuendo masculino era porque los trajes militares, incluida la armadura de combate eran tan complicados de quitar que servían como protección para evitar las violaciones sexuales. Durante su detención se documentaron al menos tres intentos de abuso sexual contra Juana,  pero no pudieron consumarse por el atuendo militar con el que incluso dormía. A Juana de Arco la juzgaron vestida de militar, pero la quemaron en ropa de mujer.  Sus cenizas fueron arrojadas al río Sena, por eso no hay tumba.

CASTILLOS DE CUENTO

El Camino Francés tiene un encanto muy especial porque pasa por el Valle del Loire, un río que nace en el macizo central de Francia y desemboca en el Atlántico, pero cuya belleza de las zonas que riega es impresionante. A su curso están los famosos Castillos del Loire que son al menos sesenta que fueron levantados por reyes y nobles desde el siglo XV y que hoy están en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Algunos están considerados entre de los más hermosos del mundo.

Tres son dignos de citar en este relato. El primero es el Castillo de Chenonceau, quizás el más bello porque está construido exactamente sobre una de las afluentes del Loira, la atraviesa en parte, pero no la obstruye porque la corriente puede pasar bajo sus enormes arcos. También es conocido como el ‘Castigo de las Damas’ pues lo construyó el rey Francisco I entre 1513 y 1521 para su esposa, la reina Khaterrine Briçonnet, aunque su habitante más famosa fue Diana de Poitiers, la amante favorita del rey Enrique II, el heredero.

Allí también vivió por temporadas, la italiana Catalina de Médicis, esposa precisamente de Enrique II y quien fue una de las encargadas de su decoración. Los Médicis fueron una de las familias más ricas de Europa pero también de las más cultas, mecenas de artistas de renombre y que en su momento aportaron a Francia, a través de Catalina, las iniciativas para levantar algunos de los monumentos y jardines más emblemáticos. En ese castillo hay una habitación llamada la ‘Alcoba de las cinco reinas’ porque ahí durmieron Catalina, sus hijas y nueras.

Otro castillo imperdible -y se aclara que este no es un texto de promoción turística sino un testimonial quizás un poco profano y banal, aunque vale la pena, del Camino de Santiago de Compostela- es Chateau d’Ussé que con sus enormes torres coronadas con agujas de plomo, murallas infranqueables -para aquel momento medieval-, sus hermosos jardines diseñados por Monsieur LeNotre el mismo decorador de los Jardines de Versalles y el espeso bosque que lo rodea, inspiró al escritor Charles Perrault.

En ese castillo recreó el escenario del cuento ‘La Belle au bois dormant’ que se traduce, ‘La Bella en el bosque durmiente’ y que en español lo conocemos como ‘La Bella Durmiente’. El mismo que, según la historia de Perrault, estuvo cien años detenido en el tiempo por la maldición de una hada despechada. Es el único de propiedad privada desde los últimos cien años, aunque una parte está abierto al público, y su constructor original fue Jean V de Bueil un noble francés que fue compañero de armas de Juana de Arco en la Guerra de los Cien Años.

Recorrer el castillo es, en efecto, viajar en el tiempo y trasladarse al lugar que describió Perrault en el cuento que sigue haciendo soñar a los niños de hoy. El tercer castillo a resaltar, pero que queda pendiente para otro texto, es el de Amboise que tiene otro pequeño adosado, el de Clos Lucé, donde vivió sus últimos días el gran Leonardo Da Vinci.